El pasado 22 de junio se cumplieron cuarenta años de la desaparición física del destacado educador José A. Crespi, quien estuvo al frente del histórico ex Colegio Nacional Nº 1 “Domingo Faustino Sarmiento” una de las instituciones educativas más representativas y antiguas de la ciudad durante el extenso lapso de veinte años que media entre 1947 y 1967. En total, se desempeñó en ese colegio durante casi medio siglo, convirtiéndose en un verdadero símbolo de la educación rosarina.
Crespi, siempre recordado con admiración y afecto por quienes tuvieron la fortuna de ser sus discípulos, así como por los numerosos amigos que dejó en su paso por este mundo, fue protagonista de una larga y fructífera carrera docente.
Se diplomó como profesor de enseñanza secundaria en las especialidades de química, mineralogía y geología en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de la Capital Federal, en el año 1919. Un año más tarde fue nombrado profesor en ciencias en el Colegio Nacional de Rosario, por decreto 22/1920. Llegó a la ciudad y la adoptó como propia: ya nunca la abandonaría.
En 1924 fue designado vicerrector del Colegio, por decreto 30/1931. Y el 19 de septiembre de 1947 fue promovido a rector, cargo que ejerció hasta su jubilación en 1967.
Merece recordarse, además, que fue presidente fundador del Instituto de Lecciones Integrales que funcionaba en el Nacional Nº1. Y fundador, además, del gabinete de orientación educacional y profesional del citado colegio. A la vez, también fue presidente fundador del Círculo de Estudios Pedagógicos de Rosario.
Una nota periodística apuntaba también que “en su fecunda carrera como docente secundario accedió en varias oportunidades a la tribuna para dictar magistrales conferencias. Por decreto 219/35 de la provincia de Santa Fe, presidió la comisión para el estudio de los principios de la psicotecnia y ramas afines y su aplicación en las escuelas de Rosario”.
También se erigió en director pedagógico de la Primera Escuela Oficial Televisiva de la provincia de Santa Fe, que se transmitía por el Canal Norte SA.
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José A. Crespi, en la memoria de la ciudad.
Para dimensionar el valor de su trayectoria, resulta oportuno recordar las certeras palabras que pronunció hace treinta y nueve años René Balestra, cuando en la emblemática institución educativa situada en la esquina de las calles 9 de Julio y Necochea se descubrió una placa que le confería el nombre de José A. Crespi al Rectorado. Decía un conmovido Balestra, ex alumno y por entonces profesor del colegio: “Me resulta difícil a mí, que soy ya un antiguo profesor y que he practicado durante la mayor parte de mi vida las técnicas de la oratoria, hablar en un acontecimiento de esta naturaleza. Tengo aquí, a mi vera, a la esposa de Crespi, y puedo decir, para comenzar, que yo me he sentido honrado con la amistad de un hombre francamente superior”.
Más adelante, Balestra destacaba las virtudes de Crespi en el ejercicio de la docencia: “Hay dos maneras de escribir la biografía de un hombre. Una es siguiendo los testimonios materiales que ha ido dejando en la elíptica que le dejó su existencia. Crespi fue dejando obras, actos, hechos, como grandes piedras blancas que marcaban un camino fecundo, cierto y real. Esa sería una de las formas que nosotros tendríamos para describir a Crespi. Lo mucho que fue capaz de hacer y realizar. En gran medida, este colegio es obra suya, porque lo llenó de su espíritu y fue por antonomasia primero su vicerrector y después, por derecho propio y en un acto enorme de justicia, su rector nato. Pero hay otra manera de describir la biografía de un ser humano, y es lo que ese ser humano ha sido capaz de dejar en los demás. Somos, sustancialmente, lo que dejamos en los otros. Solamente los otros testimonian lo que hemos sido capaces de hacer, de querer o de realizar; y aquí, habemos muchos que somos hechura en gran medida de José Crespi, porque él nos ayudó a construirnos por dentro, que es la única forma cierta y eficiente de crecer. Crecemos biológicamente por fuera. Este crecimiento no importa, es un impulso que traemos dentro y que la genética nos hace o nos deshace. Hay otro crecimiento, el auténtico, que es el interior, y para el cual Crespi nos ayudó, nos profundizó, nos mejoró y afinó; por eso es que nosotros hemos venido a testimoniar nuestro agradecimiento”.
Y esa es la palabra que acaso quepa pronunciar como conclusión de estas escuetas líneas: gracias. Ejemplos de vida como el de José A. Crespi no deben jamás caer en el ingrato olvido, sino permanecer como señales concretas de las mejores virtudes humanas.