"Toda pregunta hecha seriamente inquieta, mueve. A veces angustia. Muchas veces angustia. Soy de los que creen que, si de verdad queremos llegar a saber, tenemos que arriesgar el paso por la angustia". Estos conceptos de Héctor Schmucler señalan con precisión las características del ensayista con que se encontrará el lector que decida sumergirse en las escuetas pero intensas páginas que componen La inquietante relación entre lugares y memoria, el volumen que con prólogo de Rubén Chababo acaba de ser editado —en elogiable iniciativa— por la editorial de la Universidad Nacional de Rosario.
Y es que si algo no le interesaba a Schmucler —fallecido hace pocos meses, en diciembre de 2018— era hacer concesiones. Cercano a una generación que lo arriesgó todo en su intento de transformar la realidad social, este gran semiólogo y sociólogo —fundador de la mítica revista Pasado y Presente, junto a José María Aricó, Oscar del Barco y Samuel Kiczkowski— dedicó el epílogo de su vida intelectual al inquietante tema de la memoria.
En un país marcado para siempre por la violencia política de los años setenta, que desembocó en la masacre perpetrada por la dictadura, las descarnadas reflexiones de Schmucler pueden resultar difíciles de digerir. Y es que se trata de un territorio donde cruzar ciertas fronteras parece virtualmente imposible. No es el caso de Schmucler, quien se atreve a caminar sobre arenas movedizas y enfrenta preconceptos sin piedad alguna. Esto no quiere decir que acierte siempre, sino que la genuina hondura de sus intentos merece un análisis detenido.
En primer término debe decirse que, pese al drama de los hechos sobre los cuales posa su mirada, Schmucler cree con firmeza en el hombre: "Si el crimen fuera constitutivo. ¿por qué los hechos de amor? ¿Por qué la vida? Si el crimen fuera lo que marca a la especie humana, la especie humana no existiría", afirma luminosamente.
Son años terribles —los más terribles de la historia argentina— los que intenta descifrar. Y lo hace, como ya se ha dicho, sin pelos en la lengua. "¿Cuándo nos atreveremos los argentinos a pensar seriamente el clima de época en que se asentó la dictadura", pregunta, mirando cara a cara a una sociedad civil que en numerosos casos no sólo toleró sino que aplaudió la represión asesina puesta en funcionamiento por los militares. Él lo dice con todas las letras, alejando presunciones de inocencia con mano implacable: "...una dictadura como la que se instaló, con el beneplácito de la inmensa mayoría de la población argentina". El golpe es a la mandíbula.
Como contrapartida, Schmucler no es complaciente con quienes eligieron el camino de las armas con propósitos revolucionarios. "¿La condena al crimen deriva de quién fue el criminal y de quién fue la víctima, o es el crimen lo que se condena? ¿Si le cambiamos el signo deja de ser crimen?", incomoda.
Su preocupación pasa por que la historia no se repita. Y para que eso ocurra, es necesario justamente que la memoria colectiva lo impida. ¿Cómo lograrlo, sin embargo, "en un mundo donde todo tiende al olvido, y no sólo al olvido consciente de los hechos políticos, sino al olvido de nuestra existencia como seres humanos?", martilla. E insiste: "¿Algo ha logrado que no se repitan las cosas que hemos vivido este siglo?".
Schmucler intenta abrirse paso entre la maraña de interrogantes. Entre sus principales certezas, una tiene luz propia: "Recordar que ningún hombre es menos que un ser humano".
La versión en cómic de un best seller nacional
Kryptonita. la historieta, de Leo Oyola y otros, Reservoir Books, 128 páginas. $ 699.
29 de junio de 2009. Lunes por la madrugada. En un hospital porteño ingresa herido de muerte Nafta Súper, líder de una banda criminal. Sus compañeros les exigen a los médicos que le salven la vida, mientras se atrincheran esperando a la policía. En medio de las negociaciones, el doctor descubre que no se trata de un hombre común. El aclamado best seller de Leonardo Oyola, que ya tiene su versión en cine y TV, llega al formato cómic de la mano del talentoso Max Aguirre.