Siguen las muertes en los accidentes de tránsito y todos parecemos hacernos los distraídos. Uno va a sacar su carné de conductor y las pruebas para superar el trámite parecen tan ingenuas como lo son los juegos de los niños en la computadora. Una manera de jugar para seguir contando las muertes sobre nuestras calles y rutas. Tengo 44 años y reconozco no saber cómo resolver los imprevistos que proponen muy a menudo nuestras carreteras, propias de un mundo viejo. ¿Cómo sortear la aparición de un perro sin dueño? ¿Cómo reaccionar cuando encontramos barro sobre la ruta? ¿Cuándo accionar el freno de mano en plena marcha? ¿Cómo reencauzar el auto sobre la ruta cuando por alguna causa se baja sobre la banquina de pastos? ¿Se puede clavar los frenos, en todos los casos? ¿Qué debo hacer en la ciudad y en ruta cuando se produce un diluvio? ¿Y con una nube de humo? ¿Y cuando piso aceite? ¿Para qué sirve que yo vaya a con las luces encendidas, circule a 40km/h, (y no a 46km/h) ponga el cinturón de seguridad circulando a 40km/h, estacione a 20 metros de la esquina, si nadie me enseñó verdaderamente a manejar? Por supuesto que la perrera no existe más, las banquinas no están pavimentadas, las rutas no están delimitadas con la raya blanca, los accesos a la ciudad son sinuosos, siniestros, etcétera. Cómo pueden tantos afirmar que les encanta manejar de noche, cuando la raya blanca de las rutas están siempre despintadas y, lo que es peor, sabiendo que enfrente viene siempre uno como yo, al que nunca le enseñaron a afrontar los imprevistos. Siguen los muertos en mi democracia. Yo la defenderé con mi vida.