Hay monumentos, edificios y puentes que más allá de su valoración arquitectónica, son emblemáticos para sus ciudades. A modo de ejemplo puedo citar el Monumento a la Bandera en Rosario, el Obelisco en Buenos Aires, el Puente Colgante en Santa Fe, la Torre Eiffel, el Empire State, la Estatua de la Libertad, la Torre de Pisa, el romántico Taj Mahal (India), el Golden Gate y La Alhambra, entre otros. Si alguno de esos íconos fuese aniquilado, como sucedió con las trágicamente célebres Torres Gemelas, la ciudad que lo ostentaba sufriría un golpe demoledor. Por eso los ingleses celebraron (casi como la victoria de los aliados) que el Big Ben hubiera salido indemne de los bombardeos y siguiera mostrando orgulloso su figura inconfundible. El 15 de abril pasado fue el triste turno de la ocho veces centenaria Catedral Notre Dame (Nuestra Señora) dedicada a la Virgen María; de allí el nombre del templo devastado parcialmente por un voraz incendio. El corazón parisino se acongojó por el aciago suceso, no obstante seguir exhibiendo otros dos símbolos famosos en todo su esplendor, como la Torre Eiffel y el Arco de Triunfo. El mundo cultural y religioso lo acompañó en el dolor por la grave destrucción. Ya se está hablando de la reconstrucción que devuelva la magnificencia edilicia a Notre Dame. Todos los medios y portales brindaron pormenorizados datos de la historia y la arquitectura del antiguo edificio. Yo sólo quiero rendir un homenaje a los bomberos que una vez más resultaron los héroes en una infausta y peligrosa circunstancia. En efecto, tras nueve horas de ímproba labor lucharon sin tregua contra el fuego arrollador, salvando importantes reliquias cristianas y obras de arte. También como siempre, corresponde elogiar el comportamiento de policías, rescatistas, servicios médicos y sistemas de emergencia y defensa civil. La histórica y gótica Catedral de Notre Dame, allí, en la Isla de la Cité del río Sena; gravemente dañada pero no totalmente destruida, espera una restauración que aunque no contendrá materiales originales, le devolverá la majestuosidad que siempre la distinguió.