La noche del 7 de febrero, en medio de la tormenta, un perro atropellado falleció en la puerta de
mi casa sin poder ser atendido. Es que de todos los veterinarios que llamé y que estaba dispuesta a
pagar con mi familia no contestó ninguno. Es decir, si algo le hubiera ocurrido a mi perra, nadie
la hubiese atendido tampoco. Lo comento porque me parece realmente vergonzoso que se ofrezca
atención para no responder a determinados horarios. Lo comento porque el Imusa, que tiene mucha
gente valiosa seguramente trabajando y otra que no tanto, no posee vehículo para responder un
llamado como el mío. Lo comento porque en vez de tener tantos empleados que ni se mueven sería
bueno emplear a tantos estudiantes de veterinaria que necesitan trabajar para sostener sus
estudios. Lo comento porque mi intención no era depositar al animal, era sólo que lo atendieran y
después lo devolvía a la vereda, pero sin que muriera desangrado como ocurrió. Lo comento porque es
vergonzoso que en una ciudad como ésta, tan pujante, algunos profesionales no hagan honor a la
Universidad pública que alguna vez los cobijó y que es sostenida con la colaboración de todos
nosotros. Y porque sería bueno empezar a darle cabida a menos puestos políticos en lugares
municipales y a más gente que tenga ganas de trabajar por aquello que se propuso.
Romina Noriega
rominanoriega@yahoo.com.ar