Desde lugares ideológicos diferentes, Javier Milei y Facundo Manes aparecen como figuras emergentes de una Argentina atravesada por una profunda insatisfacción. Una Argentina que baila al compás del himno de los Rolling Stones.
Por Mariano D'Arrigo
Javier Milei y Facundo Manes, dos outsiders que zafan por ahora del bochazo general contra la clase política.
Desde lugares ideológicos diferentes, Javier Milei y Facundo Manes aparecen como figuras emergentes de una Argentina atravesada por una profunda insatisfacción. Una Argentina que baila al compás del himno de los Rolling Stones.
De acuerdo al último informe de la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública que elabora todos los meses la Universidad de San Andrés, sólo el 17% de los encuestados se mostró satisfecho con la marcha general de las cosas.
Inflación (50%), Corrupción (39%) y Delincuencia, robos e inseguridad (38%) siguen siendo elegidos como los principales problemas para la población, de acuerdo al estudio dirigido por el politólogo Diego Reynoso, que arroja otros datos interesantes.
En este marco, sólo Milei y Manes pueden exhibir un balance positivo entre aprobación y reprobación. El economista y diputado nacional porteño encabeza el ranking de imagen positiva (42%) y el neurólogo y diputado nacional bonaerense tiene un conocimiento de 79%, por lo que tiene margen para crecer.
Los otros 22 dirigentes de todo el arco político que midió la encuesta se llevaron un bochazo.
Los motivos aparecen rápido: la economía está estancada desde hace una década, avanzan la pobreza y la informalidad laboral y las sucesivas disparadas de los precios pulverizan los salarios. Pero además, la clase política no sólo no resuelve los problemas. Le habla mucho menos a la sociedad que a sí misma.
Es un terreno fértil para outsiders, Milei y Manes hacen su juego. Y les fue bien: en su primera experiencia electoral, el economista logró 310 mil votos y dos bancas, y el neurólogo cosechó en las Paso un millón cien mil votos en la provincia de Buenos Aires y aportó al triunfo de Juntos por el Cambio en la estratégica provincia de Buenos Aires.
Se diferencian en estilos -uno se siente cómodo en el escándalo y los golpes de efecto; el otro, en el tono medido-, estrategias políticas -uno se sumó a una estructura nueva; el otro, a un partido centenario- y posturas ideológicas: uno corre por el margen derecho del espectro político y el otro busca surfear en el medio.
También apuntan a públicos distintos. Mientras Milei se concentra en los jóvenes que ven al kirchnerismo como parte del establishment y sienten al Estado como parte del problema -y no de la solución-, Manes busca a los desencantados crónicos de la clase media: aquellos que en los últimos diez años votaron a Cristina, a Sergio Massa, Mauricio Macri y Alberto Fernández.
Pero más allá de las diferencias, ambos comparten ciertos rasgos comunes. Por ejemplo, su narrativa se basa en la idea del self-made man, el hombre que se hizo solo de abajo y que no le debe nada a nadie. En base a su éxito en el mundo privado, tienen la legitimidad -basada en el saber- para entrar a la política para sanearla.
Además, apelan a una visión decadentista: en algún momento la Argentina se jodió y la edad de oro quedó atrás.
Después de alabar durante años al modelo agroexportador, que erigió a finales del siglo XIX y comienzos del XX a la Argentina en granero del mundo, Milei comenzó a hablar de la más fresca década del 1990 y a evocar la memoria emotiva de un país sin inflación. Su propuesta reciente de dolarizar la economía va en ese sentido.
Para Manes, los años gloriosos fueron los ‘50, los ‘60 y los primeros ‘70. Aquellos de la movilidad social ascendente y el “m' hijo el doctor”.
Por supuesto, toda belle époque tiene su costado oscuro -ásperas condiciones de vida, estallidos sociales y políticos, represión- pero su recuerdo moviliza.
No es menor para un país que, como observó el consultor Guillermo Oliveto en una nota publicada en La Nación, atraviesa una profunda crisis de sentido, que conduce a la sociedad a un profundo individualismo y una especie de sálvese quien pueda.
El tiempo dirá cómo jugarán Milei y Manes en 2023. Si bien demostraron que tienen hambre de poder, el escenario todavía es demasiado incierto y una elección presidencial es muy diferente a una legislativa. Lo cierto es que con una banca, despacho y fondos propios en el Congreso ambos ya integran una dirigencia política a la que una sociedad insatisfecha e impaciente le pide respuestas. Cuanto antes.