Amigos, familiares y vecinos de Lorenzo "Jimi" Altamirano marcharon en plaza San Martín, frente a la sede de Gobernación, para exigir justicia por el crimen del malabarista y bajista de 28 años, asesinado el pasado miércoles 1º frente a la cancha de Newell's.
Los manifestantes interrumpieron el tránsito en la zona y reclamaron avances en la causa y mayor comunicación con representantes de la Fiscalía. "La verdad es que estamos sin datos, en Fiscalía vieron una cámara y después ya no nos dijeron nada más. Nadie dice nada", sostuvo Daniel, padre de Jimi.
"Jimi estaría marchando por vos", indicaban los carteles en medio de pedidos de justicia y músicos callejeros y malabaristas que homenajearon al muchacho "asesinado al azar por la mafia de la barras y el narcotráfico".
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
"Que avance la justicia. Jimi somos todos, cualquiera que esté en la calle puede ser Jimi", sostuvo una amiga del muchacho asesinado. Lili, madre de Jimi, se mostró conmovida por el apoyo de la gente: "Acá hay amigos, compañeros y hasta gente que no conozco, es emocionante", sostuvo.
Por su parte, la hermana de Jimi sentenció: "Lo que queremos es que mi hermano siempre esté presente y que no sigan matando pibes en la calle. Solamente estamos pidiendo justicia".
Muni (tal como lo llamaban sus padres) salió de su casa sobre el mediodía del miércoles 1º de febrero, pensando en recaudar algo de dinero haciendo malabares para luego ir al ensayo con su banda. Por la noche fue secuestrado en la zona de 27 de Febrero y Ovidio Lagos y, a las 22.48, lo bajaron de un Renault Sandero negro frente a la puerta 6 del estadio de Newell’s, donde lo ejecutaron con tres tiros.
"Mi hijo decía que en Rosario estaba todo podrido, tenía razón", sostuvo su madre, Lili, quien contó que Jimi había viajado como mochilero a Brasil, donde se había establecido, pero ella lo convenció de regresar a Rosario a fines de 2021.
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"Él quería volver allá, no le gustaba Rosario. Otra vez me dijo: «Me quiero ir, no me gusta lo que pasa en Rosario, quiero ir a morir a Brasil», y yo le dije que ni loca, que no se iba a ir para siempre, pero mire el destino lo que me tenía guardado”, sentenció.
Su padre calificó a los amigos de Jimi como "pibes buenísimos. Estuvieron siempre al lado nuestro y hasta hicieron una colecta para el velorio —reunieron unos 300 mil pesos—. Pero siempre hacían eso, un recital para juntar plata para una amiga que está en Brasil o para otro que tenía que operarse. Son chicos muy buenos”.
Jimi, de 28 años, era malabarista, tocaba el bajo en dos bandas de punk rock, escribía canciones, dibujaba, leía inglés y había aprendido portugués con un libro que trajo de Brasil, el único viaje largo que hizo.