—El Servicio Meteorológico Nacional dice que va a llover, que la mínima va a ser de 28 grados y la máxima de 38, que soplará un viento del cuadrante norte, noreste a 12 kilómetros por hora, dice acá que de verdad vamos a estar al horno, la humedad va a ser del 78 por ciento.
—Pero no, no puede ser, si el pronóstico ampliado de AccuWeather marcaba entre tres y cuatro grados menos.
—Es norteamericano y hacen las proyecciones y estadísticas en grados Fahrenheit; en una de ésas la diferencia se da en la conversión.
—¿Qué tiene que ver? Una conversión es eso, no una modificación.
—¡Qué sé yo, pensé en algo! Ellos tienen esos satélites infrarrojos que miden la temperatura de los océanos, de la Antártida, del Polo Norte, miden el espesor de los hielos, de los vientos, y hacen mapas.
—Acá también hay esas cosas. Bueno, pero los aparatos son más chiquitos, tenés razón. Pero tanto calor. No puede ser, los meteorólogos se están equivocando. No va a ser la primera vez. ¡Fijáte que ni siquiera cantaron las chicharras!
—Porque en esta cuadra no hay árboles.
—Es el calentamiento global, esta cosa de ahora; hace unos años, me acuerdo, unas Navidades, la sidra estaba congelada y el turrón no se podía partir, tuvimos que ponernos camperas porque hacía frío.
—Fría tenés el alma. Pasáme la cerveza y prendé el ventilador. Ojalá que estos crotos no corten la luz.