Ahí anda Ezequiel Dentis buscando un lugar en la tribuna. Se lo ve a lo lejos, claro, porque supera los 2,07. El pivot de Belgrano de San Nicolás llegó al Ornati para ver el duelo clave entre Atalaya y Santa Paula y lo hizo sobre la hora, por lo que cuando se dio cuenta de su error ya era bastante tarde y había que encontrar la manera de acomodarse en una cancha repleta y en estado de ebullición. En el camino intercambió bromas y abrazos con Picha Borsellino (base de Norte de Armstrong), Lisandro Villa (ala pivot de Gimnasia La Plata) y cientos de jugadores, ex compañeros, entrenadores y seguidores del básquet de la ciudad. Es que lo que se vivió el pasado domingo no fue algo que se vea a menudo en las canchas rosarinas. Podrán hurgar en la memoria y bucear en el recuerdo, pero solamente en amarillentos diarios y antiguos VHS encontrarán paralelismos.
Es que desde la lógica es justo reconocer que la cantidad de público no alcanza para equiparar partidos disputados en los estadios de Newell's o Provincial con selecciones o incluso con la participación de equipos de la ciudad en liga o TNA, pero el clima fue el gran factor que distinguió a la noche del 15 de abril como la más clamorosa de la historia del azul en su estadio. El duelo de hinchadas bien basquetboleras, el color, el cotillón marquetinero y la emotividad del partido hicieron la diferencia, sumado a la permanente tensión de un partido que no tenía muchas ganas de definir su destino a corto plazo.
Las tribunas del Ornati se coparon desde temprano y con un control de la división del público que funcionó a la perfección desde el ingreso hasta la salida, lo que permitió que el folclore quede ahí e incluso desde la tribuna no se reaccione ante el error de un jugador visitante en meterse con el público. Una tribuna de Atalaya, media para Santa Paula y media para el público neutral. Es que muchísimo público del básquet rosarino fue a la cancha y fue a ver ganar a Atalaya. Tantas veces se habló del morbo, de aquel que va a "mirarte perder", "fracasar" cuando hay un equipo de la ciudad en cancha. Pero esta vez no fue así y se notó.
Atalaya, los jugadores, el cuerpo técnico, las ganas de su gente y sus dirigentes (seguramente con fallas y deficiencias como es lógico para una primera incursión nacional) se supieron ganar el cariño, el respeto y el apoyo de todos. Incluso con partidos locales en el mismo horario y a metros del Ornati, la cancha reventó como nunca y con la victoria en quinto juego redondeó la mística necesaria para rubricar una noche difícil de olvidar e igualar.