El fútbol argentino paró la pelota tras el intento de asesinato del jueves por la noche a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en sintonía con el feriado nacional y día de movilización, reflexión y repudio generalizado que se realizó este viernes. Fue un atentado contra la democracia. Desde todo el ámbito deportivo, en especial desde el fútbol por ser el juego más popular, convocante y pasional de los argentinos, la solidaridad con Cristina fue total. La AFA decidió suspender los partidos del viernes, entre los que Central debía recibir a Talleres, algo que ocurrirá este sábado a las 13 en el Gigante. Mientras que Newell’s no alteró su calendario y visitará a Vélez en la tarde sabatina, desde las 15.30. Canallas y leprosos desde las cuentas oficiales repudiaron enérgicamente el ataque a Cristina. También los clubes del ascenso, Central Córdoba (juega hoy a las 15.30 ante Real Pilar en Buenos Aires) y Argentino. Y además la Asociación Rosarina de Fútbol hizo lo propio y lanzó un comunicado de solidaridad con la vicepresidenta. El destino, el milagro, una falla en el arma homicida o la casualidad hicieron que el magnicidio no se consume. Es como que se metió “la mano de Dios” para impedir el crimen en la noche de Recoleta.
Cristina como política y presidenta de la Nación no pasó desapercibida para el deporte argentino. Por el apoyo a los deportistas y la mejora notable en la infraestructura a través del Cenard (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), para que dispongan de más presupuesto y puedan competir en condiciones más dignas en la elite mundial.
También durante su gestión se implementó el proyecto igualitario Fútbol para Todos, para que la TV abierta pudiera emitir los partidos hacia toda la población, sin distinción de clases sociales ni barrera presupuestaria entre los que cuentan con recursos para pagar el costoso sistema de cable codificado y los que no lo pueden hacer. Antes del FPT la gran mayoría de televidentes debían conformarse con ver las cámaras enfocando las tribunas mientras se desarrollaban los partidos. Algo que ahora retrocedió muchísimo.
Claro que pudo haber defectos en ese proyecto de inclusión y que las prioridades sin dudas deben pasar por la educación, la salud, la alimentación y la seguridad de la población. Pero la igualdad de las personas para acceder a un bien cultural como es el fútbol en nuestro país fue una idea superadora, que luego se truncó y se redujo. La iniciativa incluyó a otros deportes masivos como el automovilismo, que aún sigue vigente.
Cristina dejó una huella en este sentido contra los intereses de los monopolios y las cadenas nacionales e internacionales y al menos por un tiempo la transmisión televisiva del fútbol fue realmente para todos y todas. Desde cualquier hogar, por la TV abierta, incluso por los canales de Rosario, los cotejos de Newell’s y Central llegaban a cada rincón de la ciudad.
Y tal vez el mayor símbolo de Cristina de cercanía con lo popular en el plano deportivo es haber tenido una relación de afecto y admiración recíproca con Diego Armando Maradona, el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, que salió de Villa Fiorito, conquistó el mundo, pero que nunca se olvidó de ser Pelusa, ni renegó de sus orígenes humildes. Por ello Cristina estuvo conmovida en el multitudinario y doloroso velorio de Diego en Casa Rosada.
Por supuesto que en el país hay muchísimo por hacer en las cuestiones más trascendentes y atender las necesidades básicas de la población más desprotegida, donde Rosario está atravesada diariamente por la violencia y la muerte, y allí la propia vicepresidenta tiene un rol y una responsabilidad ejecutiva clave.
Pero lo inaceptable y condenable fue el intento artero, traicionero y cobarde de quitarle la vida frente a su domicilio. De intentar matarla a sangre fría. Una locura repudiable y que no puede repetirse con ningún ciudadano de a pie, ni con ningún líder político de la ideología que fuese. Cristina se salvó de milagro. El destino quiso que las balas no salgan del revolver ubicado a centímetros de su cabeza. El país entero se paralizó para repudiar el hecho y el fútbol no se hizo el distraído. Se paró la pelota en un acto de total cordura.
Los clubes rosarinos se solidarizaron con la vicepresidenta y reafirmaron su compromiso con la paz y la democracia. Un gran gesto de leprosos, canallas, charrúas, salaítos y toda la Liga Rosarina en su conjunto.
El destino frenó los disparos en la cara de Cristina. Estuvo en manos de Dios y zafó. Tal vez un Diez desde arriba metió el puño apretado en el percutor y ayudó a su amiga, como lo hizo aquella vez en el gol a los ingleses en el Mundial de México. Más allá del juego de palabras, lo ocurrido fue muy grave y la pelota política del país no puede seguir rodando como hasta ahora. La democracia no se mancha.