Para empezar vale la pena hacer una pregunta. ¿Cuánto incide en el presente futbolístico leproso el contexto de violencia que existe por el control del paraavalanchas? Está claro que no hay una única respuesta y que el tema puede ser desmenuzado desde diferentes ángulos. Pero lo que no se puede soslayar es que los jugadores "no son extraterrestres" y más allá de que ellos se dedican a entrenar y a jugar al fútbol la realidad es que la cabeza necesita estar despejada para cumplir con los objetivos. "Se juega como se vive", es una de las frases que se impuso en los últimos tiempos y no hay dudas de que este concepto encierra algo de certeza. Lejos de ser una excusa o un atenuante que sirva para maquillar un presente deportivo que hace rato no es el mejor en el Parque, hay que decir que el marco donde se mueven los jugadores y el cuerpo técnico, donde también hay que incluir a los directivos, no es el más adecuado para que cada uno se focalice exclusivamente en el rol que debe cumplir. Se dirá que son profesionales y eso es totalmente válido, pero que el club tenga tanto despliegue en las páginas deportivas como en las policiales desde hace un tiempo largo no hace más que generar incertidumbre dentro y afuera de la cancha.
Decir de manera lineal que Newell's en el semestre pasado hizo una campaña pobre por el contexto violento que circunda a la tribuna es erróneo. Como también asegurar que los rojinegros quedaron eliminados de la Copa Argentina el último miércoles ante Deportivo Morón por el tole tole de los últimos días donde la barra volvió a hacer de las suyas. Eso está clarísimo. La Lepra no está jugando bien, no logra buenos resultados desde hace rato, los futbolistas no están en su mejor versión, hay planteos de Diego Osella que pueden ser discutibles y hasta se cometen errores infantiles dentro de la cancha. Es así de claro y no hay vueltas.
Nadie erra los pases ni falla un gol abajo del arco por lo que ocurre en la tribuna. Ni un técnico la pifia en un planteo táctico por una coyuntura picante que se genera afuera de la cancha. Los que juegan y dirigen son profesionales y deben estar preparados para los momentos buenos y malos, donde también les corresponde hacerse cargo de las consecuencias de sus actos. Pero cuando el contexto está teñido de tanta violencia y durante la semana y hasta en los partidos los delincuentes muestran los dientes de la peor manera es evidente que esto hace mella en los protagonistas del juego y de alguna manera se refleja adentro de la cancha. Es imposible negarlo.
Basta repasar algunos hechos puntuales de los últimos meses, donde se vivieron escenas complejas que para nada pasaron desapercibidas en el mundo Newell's. Sólo para encadenar algunos acontecimientos de los tantos que se registraron en los últimos tiempos hay que consignar que en la previa del último clásico oficial, el pasado viernes 22 de abril, unos treinta barras aparecieron en el predio La Ilusión de Ricardone con el fin de exigir una victoria en el derby. Y protagonizaron una situación por demás de incómoda para los jugadores, hubo fuertes amenazas verbales. "Los futbolistas la pasaron muy mal. Fue un hecho muy grave", le confiaron a Ovación en su momento fuentes rojinegras, que describieron que "había personas armadas".
Más acá en el tiempo, el martes 7 de junio, diez días antes de las elecciones que se realizaron en el club y donde se impuso Eduardo Bermúdez, Newell's otra vez fue noticia policial. Cuando Matías Hernán Franchetti, uno de los jefes de una facción de la barra, salió por la puerta principal del Parque, la número 6, fue sorprendido por dos personas que iban en moto y ultimado a balazos. Su cuerpo quedó tendido frente al Coloso, en una postal dantesca para la vista de los socios, muchos de ellos chicos, que hacían actividades dentro del club.
Otra muestra del accionar encarnizado por la puja por el paraavalanchas, replicada por televisión a todo el país, se dio durante la disputa del clásico por la Copa Santa Fe, torneo en el que participaron jugadores de reserva, el pasado 24 de julio. En este contexto de partido casi amateur los violentos exigieron dinero a los dirigentes y ante la respuesta negativa los barras cumplieron con su amenaza de intentar suspender el partido. Así varios treparon al tejido algunos minutos hasta que por cuenta propia se bajaron y el cotejo se pudo completar. Muchos jugadores del plantel principal estaban observando el encuentro en la tribuna y seguramente lo que vieron los impactó tanto como a la gran mayoría de los hinchas que repudiaron de forma unánime el accionar de los sospechosos de siempre. Y el último capítulo fue el que vivió en carne propia el secretario Claudio Martínez. El pasado 4 de agosto el Tiki recibió un claro mensaje intimidatorio cuando fue baleado el frente del edificio donde habita en la zona del parque Independencia. El suceso está relacionado con la disputa por el poder dentro de la barra. "No es sencillo llegar a tu casa y tener el frente como un colador", le confió Martínez a este diario, ya con la decisión tomada de solicitar una licencia para descomprimir la situación.
Por supuesto que estos no fueron los únicos hechos de violencia de los últimos tiempos vinculados a la barra rojinegra. Lo que sí es un hecho es que a los jugadores se les hace muy complicado abstraerse del contexto, poner la pelota al piso y jugar los partidos con la tranquilidad necesaria para focalizarse sólo en futbolístico. Es lógico que los hinchas genuinos, que son la enorme mayoría, exijan resultados positivos y hagan sentir el malestar cuando hay partidos flojos, pero también es cierto que ninguno de los que va a la tribuna puede desconocer que el club no transita una etapa de armonía para que los jugadores estén inmersos de lleno en la burbuja futbolística, como marca la normalidad.
La gran mayoría de los futbolistas del plantel surgió en el club, muchos de ellos fueron campeones y eligieron seguir luciendo la camiseta leprosa. Está clarísimo que desde hace un tiempo a esta parte las cosas no salen de la mejor manera dentro de la cancha, hay errores y niveles bajos, pero para nada se puede soslayar el contexto agitado que atraviesa el mundo Newell's. Las respuestas futbolísticas deben aparecer cuanto antes adentro de la cancha, pero en simultáneo deberían llegar también las soluciones afuera del rectángulo de juego. Caso contrario todo será cuesta arriba.