Una nueva profesión: el “ingeniero iluminador”. Una profesión nueva acaba de abrirse
en Inglaterra para los jóvenes que buscan una carrera, la de “illuminating engineer”.
Si bien el hombre no ha podido todavía arrancarle a la naturaleza el secreto de cómo producir luz
sin pérdida de calor, arte que sólo es conocido por la luciérnaga y la mosca de fuego, los
especialistas que se han consagrado a la ciencia del alumbrado eléctrico han sabido sacar
consecuencias útiles y prácticas del estudio de las leyes de la incandescencia. Así, han
reemplazado por un conjunto de principios científicos las disposiciones arbitrarias y de alta
fantasía que prevalecían en otro tiempo en la elección de las tintas y en la decoración de los
departamentos. Un papel que absorba la luz es el más peligroso enemigo del alumbrado artificial
(*). Una pared blanca refleja el 50% de la luz, mientras que si está recubierta de tapicería roja
no refleja más de un 15%. Un papel amarillo crema refleja el 45%, el verde manzana a 40%, etcétera.
El papel unido de un solo color es preferible a los que tienen dibujos complicados, que eran la
gran moda en otros tiempos y que en un cuarto de enfermo no servían más que para provocar el
delirio y mantener una constante sobreexcitación nerviosa. Un ingeniero de esta nueva escuela debe
tomar nota de todo esto y también de la disposición de los muebles y del color del piso y del
techo, y una vez conocido todo calcula con absoluta precisión el número de watts necesarios para
abastecer debidamente el lugar con una luz artificial. (1910)
(*) Nótese que por entonces, hablar de “alumbrado artificial” hacía referencia
exclusivamente al alumbrado eléctrico, y, por histórica costumbre, los otros tipos de alumbrados
-como la velas o lámparas de aceite, gas, etcétera- pasaban a ser vistos , por consecuencia, como
“naturales”.