Tendrán que soñar otro, es posible y ojalá suceda pronto. El socialismo es un partido de cuadros y pronto aparecerá ese sueño novedoso, un sueño siglo XXI. Aquel, el de Hermes Juan Binner, ejecutor de ilusiones de Guillermo Estévez Boero, terminó el 16 de junio. Queda un interregno hasta que el peronismo el 10 de diciembre de 2019 asuma el gobierno provincial (espacio entre dos reinos dice el Larousse), espacio en el que Roberto Miguel Lifschitz debe cerrar su gobierno y entregar las llaves. Al igual que a la Gobernación de Bonfatti, a la de Perotti le espera una Cámara de Diputados en minoría. No hay, en cambio, un senador socialista. Solo radicales y peronistas.
El repaso es sencillo. La defección de Horacio Daniel Usandizaga ("si gana Menem renuncio") puso al peronismo a las puertas de la Intendencia de Rosario con el ingeniero Alberto Joaquín. El pueblo de Rosario votó Héctor Cavallero, "el Tigre". Había ganado Menem. Hermes Binner, Juan Carlos Zabalza y Raúl Lamberto estuvieron desde entonces. Hay más, si se revisa la nómina municipal aparecerán muchos nombres que estaban y están.
El socialismo es un partido de cuadros, de familias, de esclarecidos sectores universitarios. Nunca fueron muchos ni lograron convertirse en un partido de masas. En una excesiva burocracia tal vez y esa es una imputación que deberán resolver puertas adentro, si en rigor buscan volver al poder que dan los cargos ejecutivos. Lo tuvo todo. Básicamente un sueño. El sueño socialista. Cercano al peronismo. El Estado tutelar. Parecido y diferente. Cuadros y masas.
De las intendencias rosarinas de Cavallero, luego con otro camino, se pasó a las de Binner. Ya estaba decidido un destino. El socialismo de "Rosagasario" tenía ideas y relatos. De la fragua de las luchas del 60 y las posteriores. Experiencias y un sueño intacto.
Binner no sabe hacer un largo discurso en público, pero es incisivo y cruza paredes por las fisuras. Las ve. Armó un plan de salud que soñó mucho tiempo. Redefinió Cultura como diferente de Educación y jerarquizó Trabajo al rango de ministerio. Fracasó rotundamente en aquello que no sabía y delegó, como justicia y policía, tan cercanas y tan diferenciadas. Finalmente reformuló, exitosamente para la transparencia, el sistema de licitaciones nacionales.
Para un territorio provincial que no hacía otra cosa que discutir y depender fue mucho. Santa Fe no era alfonsinista, no era claramente menemista, no era firmemente kirchnerista y Rosario jugaba a la soltería.
Así llega Hermes a la Gobernación. En el momento de más influencia K es cuando gana Binner. No pudo repetir el sistema de "victimización" que tanto de bueno le trajo a una ciudad tironeada por dos poderes diferentes: Buenos Aires y la administración provincial.
Fue una política de puertas abiertas y muchos nombramientos que no rindieron sus frutos.
Tuvo una estrategia territorial excepcional. Tenemos ideas, no tenemos territorio. La extensión santafesina la cubrieron los radicales, los independientes, los partidos vecinales.
Cualquiera que advierta el armado del actual gobierno nacional encontrará esa similitud como un hecho llamativo y necesario. Binner fue el imán. Sirvió a una necesidad de todos los opositores al peronismo.
Supo ser atractivo para una memoria nacional que venía desde fines del siglo 19. El romántico socialista. Binner fue, tal vez sin proponérselo, el ejemplo del tipo bueno, con buenas ideas en quien se podía confiar. Con Binner parecía que Arturo Illia estaba otra vez cerca. Un médico de pueblo, que se inclinaba para escuchar, que sonreía.
La Constitución santafesina es un eje que muchos no quieren ver. Allí está. Hay 19 departamentos y un senador por cada uno de ellos. Hay 50 diputados y el que gana se lleva 28. La bicameralidad existe y es un freno fenomenal. La Constitución limita la reelección, la impide. Quien no tiene cuadros de reemplazo fracasa. Quien quiere perpetuarse no puede. Hay un rigor legal que impide el deseo, el egoísmo, la trampa de la inmortalidad que aqueja a personajes cercanos, como Gildo Insfram. Otra provincia, un destino feudal que nuestro texto constitucional rechaza.
Contador, médico, deportista y productor agropecuario, ingeniero, médico, otro médico, ingeniero, el próximo otro contador. No hay gobernadores doctores en leyes hasta hoy. Si algún abogado quisiese debería esperar hasta el 2023. Hay tiempo.
Tal vez el eje del socialismo estuvo en ese punto: cómo trasladar, cómo encontrar el recambio, cómo relatar una idea bellísima de allá, del siglo XX. No fue posible y volvemos al origen. Era una idea del siglo XX, el sueño de Binner, que se cumplió. Pero ese país concluyó. Hay otro.
Lo continuadores de Binner, después de la partida de Cavallero, después de la disputa con Giustiniani, se encontraron con que Bonfatti no es un pensador y Lifschitz tampoco. A su modo ejecutan. Con diferencias. Todos refieren a Binner, pero este ya aparece cansado.
Un modo diferente de ver Rosario y una distinta ejecutividad provincial puso las cosas de otro talante. Cómo negar el yerro en la conducción policial desde el 11 de diciembre de 2007. Y el aluvión de narcocriminalidad. Los barrabravas, la plata negra escondida en la región, el diferencial entre saber y no saber de cuerpos piramidales (la policía es un cuerpo piramidal, un ejército, con jefaturas y reglas que el socialismo desconocía, temía, desdeñaba, tercerizaba) y la conspiración de tres sistemas de captura, perdón y corrupción que atraviesan leyes provinciales, nacionales e internacionales sobre un tema que está en el mundo y se negaron (los socialistas) a entender que también estaba en Rosario. Después en la provincia, finalmente como tema de preocupación social.
En aquel sueño de Hermes había buenos y malos y necesidades que el socialismo resolvía, trataba de resolver. De eso trataba el ideario socialista. Aquel.
Ciudad de Santa Fe, Rosario, Venado Tuerto, Villa Gobernador Gálvez, muchas otras. Con candidatos aliados, no con socialistas. El proyecto político se aferra. Los votos que estaban no se fueron, por allí andan. El siglo XXI es un vendaval. Ultimo faro en la tormenta el nombre de Binner, Hermes Juan, es una grata memoria en mitad de un ingrato mar de difícil futuro.