Con su kilómetro cero en el Museo de la Universidad de Tres Febrero (Utref), la Bienalsur traza desde que comenzó a gestarse en 2015 una cartografía de más de 18 mil kilómetros que conecta diferentes espacios de arte del país y del mundo, desde la sede en el Hotel de Inmigrantes en la Ciudad de Buenos Aires hasta Tokio (Japón), pasando por las que serán a partir de este jueves y viernes sus cinco sedes en Rosario: los museos de la Memoria en la esquina de Córdoba y Moreno, de la Ciudad en el parque Independencia (Oroño 2300), el Castagnino+Macro en sus dos sedes de Pellegrini 2202 y de Oroño y el río, y el Centro Cultural Parque España, en los túneles de Sarmiento y el río.
En un proyecto que desde el inicio se desarrolla como una propuesta descentralizada, democrática, horizontal y humanista, además de abarcativa de las temáticas del mundo actual, Rosario se ubica con sus cinco sedes entre el kilómetro 278 y 280 de la cartografía de esta bienal. Y este año, la problemática del medio ambiente, las perspectivas de género, la construcción de relatos, las “fake news” y los 40 años de democracia serán los ejes centrales de muestras y acciones que se llevan adelante.
En su primera edición, en 2017, participaron más de 400 artistas en unas 80 sedes de 34 ciudades de 16 países; un mapa que en 2019 se había expandido a más de un centenar de sedes de 47 ciudades en 21 países y en el 2021, pese a la pandemia de Covid-19, creció sumando incluso la participación en ciudades América, Asia y Europa. Ahora, en su cuarta edición, Bienalsur alcanza más de 70 ciudades de 28 países en los 5 continentes.
Rosario: sede a sede, obra por obra
El Museo de la Memoria (Córdoba 2019), este jueves a las 17, será uno de los primeros en abrir sus puertas a la bienal con la inauguración de la muestra Los órdenes del amor, de Lucila Penedo y Novoa, que podrá visitarse de miércoles a viernes, de 10 a 18, y los fines de semana, de 10 a 15, hasta finales de octubre próximo.
Los órdenes del amor, con la curaduría de Cecilia Nisembaum, tiene su génesis en la investigación del archivo familiar de la artista Lucila Penedo y Novoa. Una búsqueda que indaga en los rastros de la comunicación de una familia argentina dividida por el exilio durante la última dictadura cívico-militar, y donde se reúne la correspondencia que por años mantuvieron un padre y su hija.
"Esta exhibición es una clara muestra de las resonancias personales y sociales que, a 40 años del regreso a la vida democrática, el Museo de la Memoria desea recuperar. Archivos privados que se transforman en memoria colectiva y herramientas de deconstrucción del genocidio mediante el arte. Memorias que hoy hablan más del futuro que del pasado", señaló el director del Museo, Lucas Massuco.
También el Museo de la Ciudad abrirá sus puertas a la Bienal 2023 este jueves, a las 18, y lo hará con la obra Cualquier salida puede ser un encierro, de la serie "Tensión admisible. Interferencia urbana", de la rosarina Graciela Sacco.
Esta instalación trae el río al entramado urbano enlazándolo en las rejas circundantes del museo, que siempre son un elemento de separación y que al mismo tiempo hacen visibles los espacios que divide. En este caso, sobre ese límite que conecta y separa el museo del resto del espacio urbano, se despliega la imagen extensa del río que confronta al tránsito urbano. Una reflexión que la artista planteó a partir de la obra sobre los límites y sobre la tensión máxima que puede articularse en el momento previo a un estallido.
Junto a la propuesta de Sacco y como proyecto asociado, se suma "Giros", de Nicolás Campodónico y Mariano Clusellas. Una instalación de acero en el espacio de ingreso al museo donde sus autores buscan reconocer la materia prima, el acero; el periplo que el acero recorre desde su nacimiento y sus transformaciones y, finalmente, su desplazamiento para transformarse en “algo más”. Ubicadas sobre la vereda del museo, las piezas de la obra se ordena a partir de una trama de círculos superpuestos, la cual permite regular distancias y relaciones.
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A las 19, el mismo jueves, la cita se traslada unas cuadras al Museo Castagnino, donde en el segundo piso del edificio se abre las puertas a la muestra Tiempo Compartido, una propuesta que reúne los proyectos fotográficos desarrollados por cinco duplas de reconocidos fotógrafos argentinos, británicos y holandeses.
Con la curaduría de Francisco Medail y Fernando Farina, la exposición indaga en los intereses de dos artistas en el pasado, en intercambios visuales entre fotógrafos que se encuentran en continentes distintos, sobre dos artistas que se dieron cuenta de lo mucho que tenían en común, sobre un dúo interesado en la relación entre el espacio y la ficción, y sobre dos fotógrafos que construyeron un diálogo a partir del uso de sus redes sociales.
Dos citas de viernes
El viernes la jornada se inicia a las 18, en el Centro Cultural Parque España con la muestra "Cuando la casa se quema", que toma el nombre del ensayo del filósofo italiano Giorgio Agamben, y donde a partir de esta afirmación señala una deriva sobre cuál es la casa que arde en llamas y fundamentalmente, qué hacemos mientras eso se quema.
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El conjunto de obras que se presentan, y que podrán verse de jueves a sábados de 15 a 19, crean un ensayo provisorio sobre esas dos preguntas a partir del trabajo de artistas argentinos, brasileños y españoles, entre los que se cuentan Lia Chaia, Jonathas de Andrade, Ruth Montiel Arias, David Santarelli, Silvina Babich, Laura Glusman, Cintia Clara Romero y la francesa Stéphanie Pommeret.
La última cita con la Bienal es el viernes, a las 20, en el Museo de Arte Contemporáneo (Macro) con la presentación de Esta palabra no está en el diccionario, que parte del diccionario como libro y objeto que contiene y, sobre todo, define semánticamente todas las palabras de un idioma y lanza la pregunta: ¿Dónde se ubican los sentidos de aquellas palabras que no ingresaron a la rigurosidad de la definición o las reglas de su conjugación?
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La exposición de los artistas argentinos Juan Carlos Romero, Federico Cantini, Priscila Sandoval, Ivana Vollaro, Jorge Macchi y Daniela Ortiz , de Perú, plantea así la ideología del lenguaje: los regímenes de sentido que descansan sobre algunas palabras haciendo que, casi, sean prohibidas o, lo que es peor, autocensuradas. En contrapartida la palabra negro se hace presente como proposición política en su raíz histórica, es decir, en una cadena de suceso que hacen que los eufemismos moreno, trigueño, mulato ocupen el lugar de un sinónimo que no hace más que remarcar su presencia.