Los Musicardi ya son como de la familia y dejaron para la historia frases legendarias: “Yo hago puchero, ella hace puchero; yo hago ravioles, ella hace ravioles”, “Tres empanadas...” o “Una pobreza... digna”. Pueden ser desbocados, amigables, a veces impresentables y con tendencia a la impostura, pero no por casualidad Mamá Cora y su descendencia acompañan a los argentinos desde hace casi 40 años, cuando se estrenó la película “Esperando la carroza”, dirigida por Alejandro Doria a partir de un texto teatral del dramaturgo uruguayo Jacobo Langsner. Ahora, y por primera vez en Rosario, sube a escena “Barbacoa”, la continuación de aquel éxito en una versión “profundamente actual e incendiaria”, según adelantó el director Esteban Trivisonno, quien junto a Juan Mangiarelli adaptó la obra, también escrita por Langsner.
La pieza cuenta con las actuaciones de Gabriela Bertazzo, Lala Brillos, Juan Carlos Capello, Claudio Danterre, Macu Mascia, Juan Mangiarelli, Silvina Santandrea y Mario Vidoletti y se estrena hoy, a las 21, en el teatro La Comedia (Mitre y Cortada Ricardone). Las entradas anticipadas están a la venta en la boletería del teatro y en 1000tickets.com.ar.
—En el 2019 fui convocado por Lala Brillos para dirigir esta adaptación que había realizado tempranamente Juan Mangiarelli, con quien casi al instante me puse a trabajar para conseguir los derechos y darle nuestra impronta. En ese momento yo no tenía idea de que, además de “Esperando la carroza”, había dos partes más que componían una trilogía sobre esta gran familia argentina que son los Musicardi. Luego de dos años de trabajar el texto, armar un elenco que pueda aportar excelencia, ensayar virtualmente en pandemia y luego ir a la presencialidad, estamos listos para invitar al público a ver esta obra inédita en la Argentina.
—¿Qué te interesó de la obra?
—Lo primero fue la temática de mostrar el lado B de una familia. Si bien nos reímos y festejamos los chistes de todos los personajes, cada salida de humor esconde su universo de tragedia que veces nos hace preguntarnos de qué nos estamos riendo. Fue en ese plan, el de trabajar en profundidad los aspectos de tragedia que también están en “La carroza”, que siempre sentí un fuego, o quizás algo desatado muy dentro mío que me hacía querer que los personajes vayan a fondo. Esos viejos rencores, las heridas, las escalas sociales dentro de la misma familia, las represiones sexuales, las ideologías cruzadas y el peligro a perder todo que sienten los Musicardi son cosas de las que nadie se salva en esa construcción social que es la familia. No queremos quedar bien, no me interesa nada más que devolver un espejo para que los potenciales espectadores se vayan hablando y, quizás, identificándose con su propia familia.
—La obra fue escrita en 1981, cuando Argentina y Uruguay, país de origen de Langsner, estaban bajo dictadura. ¿Cuánto incide ese clima de época en la obra?
—Hay un tufo, hay un caldo, pero el tiempo pasó y la obra no sucede en los 80, es un “anacronismo presente” y lo digo temiendo a la crítica por la invención de esta expresión. Son personajes con ideologías y una idiosincrasia de otra Argentina, pero que viven en un presente propuesto donde no les ha quedado otra más que evolucionar, como la pieza misma, como nosotros.
—¿Por qué decidiste ponerla en escena ahora? ¿Cuál es la vigencia?
—Creo que esta adaptación es profundamente actual e incendiaria con muchas líneas narrativas que propuso Langsner, hasta diría que el autor estaba muy avanzado en ciertas temáticas y eso nos hizo la tarea fácil para todo el equipo. Poner en escena “Barbacoa” es un desafío como director porque me enfrenta con algunas partes de mi propia historia y de mis allegados. Hay temas universales que no pasan de moda y que parecen resurgir con más ferocidad. La obra, a su vez, tiene una impronta queer, una lectura que va a la diversidad de interpretaciones desde esa óptica Musicardi. El paso del tiempo es clave, ninguno es el mismo y eso se deja en claro apenas arranca la obra, el presente propuesto es otro, y nosotros apelamos la diversidad de lecturas.
—La obra es la continuación de “Esperando la carroza”. ¿Qué aporta a la trama de un texto y una película que ya es un clásico?
—Aporta volver a esos lugares y sentir identificación con un ícono a partir de una propuesta que explora el “qué pasó” tras aquel domingo donde reinó la confusión y el caos. Nuestra obra idolatra y venera el clásico, con esa energía en el aire y sumado al preciso texto que hemos adaptado, traemos de vuelta a la familia en una suerte de túnel del tiempo loco que no deja de impresionar. Es una continuación dentro de una saga y, a la vez, dentro de un metaverso o multiverso donde hay reglas propias y situaciones que van al extremo para que podamos ver nuevos avatares de los Musicardi en otro domingo que pretende ser un incendio literal y metafórico.
—Jacobo Langsner dijo en algún momento que “Barbacoa” “nunca tuvo suerte, ni en el teatro ni en la televisión”. ¿Por qué pensás que fue así?
—Creo que fue por la comparación con la primera parte y el film de Doria, sin dudas, y también porque no se la entendió como saga. Si “Barbacoa” fuera una copia de “La carroza” no hubiera hecho esto. En este espectáculo nos arriesgamos a la comparación y no tenemos miedo, la suerte es esquiva, nos tiramos a una red. Creo?(risas). El texto de “Barbacoa” es impresionante, brutal y descarado. Quizás también esa falta de suerte puede residir en que a veces no nos gusta como audiencia hablar de ciertos temas o meternos en lugares oscuros. Pero aquí no hay miedo, hay expectativa y un universo que se va a consolidar, queramos o no.
—La obra original está ambientada en Olivos, en 1981. ¿Cómo es la adaptación local?
—Transcurre en Rosario, o cerca de la ciudad; los personajes principales viven en un country alejado del mundo, pero hay algunos modismos locales de rápida identificación para que el público los festeje.
—¿A quiénes representan estos personajes en el contexto de la actualidad?
—A nuestros tíos, a nuestros padres, a la familia de una amiga, a alguien que pasó un almuerzo con nosotros, a nuestros jefes, a los niños que hoy son adultos, a tu tía, a mis abuelos y mi tío Carlos que me están mirando desde otro plano, a lo que les quepa el saco.
— ¿En qué difiere el estilo de humor de “Esperando la carroza” y “Barbacoa”?
—Hay diferencias en el modo de encarar temas de actualidad y sumamente candentes. Los Musicardi intentan comprender el paso del tiempo y, por momentos, esa ola de actualidad e información los tapa, como a todos. Es ahí la clara interpretación que queremos darle, que el público asista a ese reencuentro familiar donde parece que nadie cambió, pero el tiempo ha hecho estragos. Nuestros personajes y el humor de “Barbacoa” nos invita a abrir esa puerta donde todo vale y al mismo tiempo todo importa si la familia quiere mantenerse en pie.
—¿Qué pensás que tuvo “Esperando la carroza” para transformarse en un fenómeno con su propio club de fans, Los Carroceros?
—Yo soy carrocero. Culpable... Desde que se habló de la película en mi familia y la vi a temprana edad, no pude parar. Tiene lo peor de las expresiones familiares, la muerte y la tragicomedia, lo absurdo de nosotros mismos, el declive y la decepción de nuestros lazos. La ternura de los personajes pese a todo ya que nos enamoran los personajes y son construcciones verosímiles, palpables. Y el humor salvaje que sobreviene, que tapa y lleva todo al extremo. Eso tiene la Carroza que nos atrae: el poder ir a lugares tan brutales desde el humor y no arrepentirnos de lo que nos estamos riendo.
—¿Sigue vigente la representación que hace de la sociedad? ¿Representa a toda la sociedad o sólo a una parte? En ese caso, ¿qué parte? ¿Representa sólo a la sociedad argentina o esa representación podría aplicarse a otros países?
—Yo creo que la obra está vigente, que es universal y que nos incluye a todos, a todas las clases sociales, todos se ríen de la familia y los avatares, a todos nos llega aunque a veces no queramos. El que no vio “Esperando la carroza” o no se ríe de algún meme que se desprende, es directamente preocupante. El grotesco pone en la mesa temas que generalmente quedan bajo la alfombra y en algún momento nos van a llegar. Puede ser representada en cualquier parte del mundo si entendemos el aparato familiar como una fuerza que atraviesa todo, que nos envuelve en alegrías, miserias, secretos y nos tira un reflejo distorsionado. Como dice la magnífica Silvina Santandrea, la Elvira soñada de esta puesta: “El humor corre el velo, y lo que hay detrás queda expuesto tal cual es”.