Apenas terminado el partido, el vestuario de Central se transformó en una fiesta. Cánticos, abrazos y los jugadores revoleando las camisetas por sobre sus cabezas, al ritmo de las canciones de la hinchada, que salía del estadio en total éxtasis por el inobjetable triunfo por 2-1 ante Newell's era la postal que se dejaba ver en el camarín canalla. El deshaogo de todo el plantel, con jugadores, colaboradores y dirigentes, entre otros, se entremezclaba con una cumbia que hacía bailar a todos, felices luego de haberse quedado con el partido más importante para la ciudad, en la vuelta del clásico rosarino después de tres años.
Algunos comían sandwiches como el Chino Luna y Franco Peppino y otros tomaban mates que hacía girar el arquero Ledesma en el sector donde habitualmente se ubican los utileros. Mientras recibían el saludo del presidente Norberto Speciale que felicitó uno por uno a los muchachos por semejante victoria.
En la zona de parrilleros se aglutinó la prensa que esperaba a los protagonistas del equipo ganador y cientos de hinchas que no dejaban de hablar del resultado que no dejó dudas en la cancha, que "una vez más Central ganó el clásico con Russo en el banco", o que "es una alegría que va a durar muchos meses" y comentar "lo desconocido" que se lo vio a Newell's.
Otros le dedicaron gritos de agradecimiento a Alejandro Donatti, que de cabeza marco el primer gol del partido -y el primero suyo con la camiseta auriazul- y al Sapito Encina que saludó desde atrás de las rejas blancas. Ambos fueron algunos de los designados para hablar, los goleadores, los que lograron quebrar el invicto del Patón Guzmán, los que diseñaron la alegría del pueblo canalla. Los dos resaltaron el trabajo táctico hecho en la semana y si bien prometieron disfrutar de este espectacular triunfo ya empezaron a hablar de Belgrano, el próximo rival.
Sobre las mesas del camping los hinchas dedicaron los cánticos a Newell's y hacían flamear las banderas con bastones azules y amarillos, mientras las bocinas ya se hacían sentir por avenida Avellaneda. Y ya en zona del estacionamiento los pocos que permanecieron varios minutos después se abalanzaron sobre los goleadores, Donatti y el Sapito Encina, en busca de una foto, un autógrafo y un beso de los ídolos.
Cuando se abrieron las puertas de la sala de conferencia de prensa, que lució con más cronistas de lo habitual, comenzaron los primeros análisis del entrenador, aunque las palabras sobraron, porque, y tal como se dijo en la previa, los clásicos no se explican, se ganan.