La primera entrega tiene como protagonista excluyente a Anthony Hopkins. El es el creador de ese mundo de fantasía que animan robots como los animatronics que imaginó Walt Disney para sus parques temáticos, pero más reales y peligrosos. En la segunda, no está, y aunque se lo extraña -su presencia escénica es monumental-, la historia se dispara en búsqueda de nuevos horizontes, crece la acción y se profundizan conflictos que apenas habían sido esbozados.
De qué se trata: "Westworld" transcurre en un mundo donde la inteligencia artificial avanzó tanto que los robots son casi humanos. Tanto es así que son los anfitriones de un parque de diversiones que recrea los viejos tiempos de la conquista del Oeste donde los visitantes puedan vivir como los pioneros, o mejor, como los protagonistas de los viejos westerns de Hollywood. Pueden cabalgar, disparar, amar y matar sin correr riesgos. Los androides deben cumplir la primera regla de robótica de Isaak Asimov: no pueden hacerle daño a los humanos.
Por qué hay que verla: Plantea un interrogante que, queramos o no, nos planteamos todos: ¿qué nos hace humanos? Lo hacemos cuando vemos "Blade Runner", el filme de culto de Ridley Scott inspirado en la novela del experto Philip K. Dick, que se pregunta si se puede amar a un robot, y también, cuando el baño de sangre que dejaron Los Monos en Rosario, nos pone cara a cara un aspecto despreciable de la condición humana. "Westworld" es un productor premium, de primera calidad, la producción, las actuaciones, el guión y, claro está, la filosofía.
Lo que importa: Está claro, desde el primer capítulo de la primera temporada que la cuestión de fondo es la rebelión de las máquinas, como en "Metrópolis" de Fritz Lang y en la saga de "Terminator" de James Cameron. "Westworld" le da un giro inquietante: no solo se plantea de qué es capaz la inteligencia artificial, sino que va más allá, se pregunta si sus decisiones, en realidad, no tienen un sentido moral, o lo que es lo mismo, ¿sería justo que los robots nos mataran, no porque ellos son los malos, sino porque nosotros somos los malos?
Historia de fondo: La serie está inspirada en la película de 1973 "Westworld", una realización de Michael Crichton, un experto en poner la lupa, y así revelar las contradicciones y peligros, en la industria del entretenimiento. No olvidemos que es el cerebro detrás del megaéxito de Steven Spielberg "Jurasicc Park". La visión que ofrece el tanque de HBO no es apta para todo público, hay desnudos, sexo y violencia, aunque lo que realmente espanta son las miserias humanas. Por aquello de que "los placeres violentos tienen finales violentos".
Para que sepas: "Westworld" fue creada para HBO por Jonathan Nolan, hermano y guionista habitual del Christopher Nolan, autor de la trilogía de Batman que tuvo a Christian Bale como el Hombre Murciélago y a como Heath Ledger como el Guasón. La serie lleva también la firma de su esposa, Lisa Joy, otro peso pesado de la industria, que cuenta entre sus créditos los éxitos televisivos "Pushing Daisies" y "Burn Notice". Se la encargaron para que reemplazara en el horario de los domingos a la noche a uno de los tanques de la compañía, "Game of Thrones".
Alerta spoilers: "Westworld" es una serie moderna por su punto vista fememino. Espartaco es una mujer, o mejor, dos mujeres, Dolores, la encantadora hija del granjero que fue diseñada para ser víctima y lidera la revuelta, y Maeve, la madama del burdel que fue creada para dar placer y que está obsesionada por encontrar a una hija que solo vio en sueños. Está en línea con el auge de las heroínas, sobre todo, en la nueva televisión, con títulos como "Collateral", "The Killing" y "The Fall". La reina, Daenerys Targayen, de "Game of Thrones".
Bonus track: Gracias al talento de Ramin Djawadi, "Westworld" tiene un protagonista inesperado: la pianola que toca (sola) en el "saloon" del lejano Oeste a donde van a parar los visitantes al parque cuando buscan un trago o acción. Sus arreglos hacen que clásicos del rock, como "Paint in Black" de los Stones o "Black Hole in the Sky" de Soundgarden se conviertan en la banda sonora ideal de una balacera sangrienta. Así es como la música se convierte en un elemento dramático vital para la historia. Tanto como la imaginación.