Evelyn Arach, cronista en la televisión rosarina, plasmó en un libro decenas de historias cotidianas, esas que ve, vive y refleja en una Rosario complicada por la violencia y la inseguridad. "Sigo eligiendo estar en la calle", dice
Francisco Guillén
Evelyn Arach, cronista en la televisión rosarina, plasmó en un libro decenas de historias cotidianas, esas que ve, vive y refleja en una Rosario complicada por la violencia y la inseguridad. "Sigo eligiendo estar en la calle", dice
Un pizarrón con rebordes de colores, de esos que usan los chicos cuando juegan, cuelga sobre la pared de chapa de una casa precaria. Permanece abandonado sobre una calle a la que se han olvidado de ponerle el nombre. El dato no aportaría nada si no fuera porque está a solo diez metros de la escena del crimen.
Policías de la Brigada de Investigaciones, con sus chalecos antibalas, van y vienen por esa callecita sinuosa. Esperan a que llegue el fiscal mientras peritan el lugar: todo lo que rodea a ese cuerpo inerte envuelto en una sábana que hasta hace una hora era un chico de 20 años.
Fue asesinado a balazos en el amanecer del jueves 11 de febrero, en un pasillo cercano a Avellaneda al 4200 del barrio Acindar, de Rosario.
Así comienza el relato de Un crimen, un pizarrón, el olvido...Uno de los textos que conforma Crónicas de la calle, el libro que la periodista Evelyn Arach publicó este año, editado por Ciudad Gótica, y en el que es posible encontrar esas "historias mínimas", nombradas de ese modo porque hacen referencia a personas "comunes" y que en este caso tienen protagonismo por unas horas o unos días a causa de situaciones violentas que fueron noticia.
"Rosario no es la ciudad más insegura del país, es una de las tantas ciudades inseguras, pero es donde me toca trabajar y desde mis experiencias quise reflejar la profundidad de muchas situaciones tremendas y complejas que terminan en la pantalla por apenas algunos minutos. Yo me iba de esos sitios repletos de dolor y de injusticias con un nudo en la garganta, pensando que necesitaba contar más, ir más allá. Así surgieron las crónicas escritas, primero en un sitio web, y después recopiladas para el libro", comenta Evelyn.
Llegar —a veces a los apurones y después de cubrir dos o tres notas en la misma mañana— y encontrarse con la muerte, la desesperación, el llanto desconsolado, o lo que es peor, con la indiferencia que es producto de la asiduidad de la violencia. Esperar que se encienda la cámara y micrófono en mano intentar hablar con los vecinos, o más tarde con el fiscal, o con la policía. Un mundo que se recorre en instantes y se ve reflejado en la pantalla en demasiado poco tiempo. ¿Qué queda en el televidente de todo eso? ¿Alcanzan las imágenes y las palabras para dar cuenta de la magnitud de lo que pasó, de las consecuencias de ese hecho de inseguridad que empezó a ser moneda corriente hace años? ¿Cuánta humanidad puede transmitir una nota periodística? Estas son algunas de las preguntas que Evelyn Arach se hacía cada vez que volvía a subir al móvil con el producto de su trabajo y el del camarógrafo rumbo al estudio del canal (Telefé Rosario), o instantes después de salir en vivo desde la escena de un crimen.
"Juan Mascardi —periodista, escritor, editor—siempre dice que los noticieros tienen un ritmo fabril de noticias. Y coincido. Entonces salís al aire y contás en pocos minutos esa historia que puede ser durísima, impactante, y en la que alrededor hay todo un contexto que casi siempre queda afuera. Eso a mí me ponía mal. Por eso un compañero me dice: por qué no lo escribís. Al principio lo hice casi como una terapia. Y publiqué columnas en un medio digital de Rosario. Tiempo después vi que había un hilo conductor en esos relatos y que era importante para mí que quedaran unidos en un libro", menciona la periodista.
Cercanía
Evelyn Arch nació en Monje, provincia de Santa Fe. Antes de los 18 años se mudó a Rosario. Quería ser profesora de Letras pero por un problema personal no llegó a inscribirse a tiempo. Como quería empezar sus estudios ese mismo año recurrió a un test de orientación vocacional donde le dijeron que si quería leer y escribir, si eso era lo que verdaderamente le gustaba, podía ser periodista. "Así me encontré con un oficio que amo, porque en definitiva me la paso contando historias. Para mí es relevante el lenguaje, la manera de ponerme al lado del otro, la mirada sobre esa situación que estoy contándole a la gente. Cada una de esas instancias es única, las valoro, y es lo que más me gusta de este trabajo, además de poder hacerlo junto a un grupo maravilloso de compañeros. No sólo los del canal sino todo el conjunto de los colegas de Rosario", destaca.
De sus inicios en el periodismo cuenta que comenzó siendo productora de radio. "Llegué desde mi pueblo a estudiar a Rosario, pero necesitaba trabajar, era imprescindible para quedarme en esta ciudad. Después pasé por Cablehogar y ahí empecé a transitar las calles como cronista. En mi primera nota, después de una marcha, me senté en un banco a llorar. Fue en la calle donde me di cuenta de que había gente que quería cambiar las cosas y eso me conmovió mucho. Sentí algo especial en ese hecho de estar reflejando la potencia de lo que pasaba afuera, en la calle. También trabajé en Rosario 12 y ese fue un paso enorme. Aprendí mucho ahí con colegas muy generosos y prestigiosos".
Evelyn siempre escribió. El silencio de su pueblo la invitaba a la lectura y a poner en el papel lo que sentía. "¿Viste la hora de la siesta? Bueno, así es en Monje todo el día (se ríe). Extrañé mucho eso, lloré mucho cuando vine a Rosario. Los estudiantes de los pueblos deberían vivir en los barrios y no en el centro, porque de golpe ya no ves tanto verde, y hasta el ruido te hace mal. Extrañás la naturaleza, te molestan los ruidos... Para mí los barrios son pequeños pueblitos. Ahora vivo en Arroyito y ahí recuperé esa cosa de la cercanía, con el verdulero, con los vecinos. Me hace bien el hecho de que la gente que te rodea en el barrio te conozca, que piensen en vos...", relata.
Sobre el libro, donde la mayoría de las historias están atravesadas por la violencia, por el desamparo, donde hay niños que sufrieron dolores enormes, donde hay madres o padres que lo perdieron todo, dice: "En la Rosario de hoy la desigualdad no pasa sólo porque si sos pobre no accedés a determinados servicios, sino que está dada por una vulnerabilidad tal que te expone a que las balas te rocen todos los días. A quedar expuesto vos y tus hijos. Cuando los lunes a la mañana me toca ir a cubrir el crimen de un chico, uno más que cayó en las redes narco, un pibe que tiene entre 16 y 22 años, y al otro lunes voy a ese mismo barrio a cubrir otra muerte en circunstancias similares, parece que estoy contando la historia del mismo muerto. Y ahí veo cierto grado de naturalización. Entonces pensé: ¿por qué no decir algo más respecto de esto? ¿por qué no dejarlo también escrito? Es un manojo de injusticias del que necesitaba dejar un registro".
"Me pasó, por ejemplo, de ir a cubrir la muerte de un chico de 20 años que vendía drogas, que tenía dos hijos. Esperé al fiscal, lo entrevisté, y después conté la historia dura en algunos minutos. Pero en ese mismo momento, en esa cuadra, había un chico que miraba los dibujitos adentro de una casilla de paredes de lata. Y otros vecinos que iban y venían pisando esas calles en las que muere gente a diario. Entonces, al final, ¿cuál es la historia? Es sólo esa muerte violenta o son también todos esos chicos que crecen naturalizando la violencia, a los que tal vez el dolor extremo dejó de sorprenderlos. Y lo cierto es que cuando algo te deja de sorprender dejás de luchar contra eso... De ahí los relatos de Crónicas de la calle con los que espero, desde mi aporte, chiquito, que dejemos de pensar que esto que nos pasa no tiene arreglo. Como periodista necesitaba que eso que cuento en tres minutos dejara alguna otra huella".
Florencia O'Keeffe