El terremoto de magnitud 7,8 que sacudió Turquía y Siria es el más mortífero en la región desde el de 1939. Según los sismólogos, causó una ruptura de más de 100 km entre las placas tectónicas de Anatolia y Arábiga. El epicentro se situó a unos 26 km al este de la ciudad turca de Nurdagi, a una profundidad de unos 18 km en la falla de Anatolia Oriental. Una profundidad relativamente baja, que multiplicó el efecto destructivo del movimiento.
En comparación con el terremoto de 6,2 grados que sacudió Italia en 2016 y mató a unas 300 personas en la ciudad de Amatrice, el sismo entre Turquía y Siria liberó 250 veces más energía, estima Joanna Faure Walker, del University College de Londres. Solo dos de los terremotos más mortíferos entre 2013 y 2022 fueron de la misma magnitud que el del lunes 6 de febrero.
Un informe de la Universidad de Berkeley, California, detalla cómo se mueven las placas tectónicas que causaron el terrible terremoto en Turquía y Siria. El epicentro del sismo se ubica en la falla de Anatolia Oriental. Turquía es una de las naciones sísmicamente más activas de Eurasia.
La causa de la actividad sísmica es la colisión de varias de las placas que forman la superficie de la Tierra como un rompecabezas gigante que se mueve lentamente.
Gran parte de la porción asiática de Turquía es su propia placa, la placa de Anatolia. Esta pieza de rompecabezas relativamente pequeña está siendo comprimida entre dos gigantes del sistema tectónico de placas. Desde el sur con una velocidad de aproximadamente 2,5 cm por año, avanza la placa Arábiga que choca contra la placa Euroasiática, una enorme plataforma que se extiende a lo largo del norte de Turquía. De hecho, la placa Euroasiática es gigantesca: se extiende por miles de km desde el medio del océano Atlántico hasta el este de Siberia.
Atrapada entre estas dos placas gigantescas, la pequeña placa de Anatolia trata de escapar de las enormes fuerzas que la aprietan moviéndose hacia hacia el oeste (ver mapa). Como la mayoría de los movimientos tectónicos, este avance es lento pero no es suave. La placa de Anatolia roza y se mueve en su camino hacia el oeste, hacia Grecia y el mar Egeo. Los sismólogos de Berkeley apuntan la similitud de esta situación con la que afronta California en la conocida falla de San Andrés, donde se rozan las placas de América del Norte y del Pacífico. Una se mueve hacia el norte y otra hacia el sur.
En Turquía, la falla se llama de Anatolia del Norte (NAF). Algunos de los terremotos más fuertes jamás medidos en Asia Menor ocurrieron a lo largo de esta línea de demarcación sísmica. El peligro sísmico en Turquía sigue básicamente a lo largo de las dos principales líneas de falla, la falla de Anatolia del Norte y del Este. Estas fallas también son los límites de la placa de Anatolia. El borde oriental de la placa de Anatolia también raspa a su “torturador”, la placa Arábiga, formando la falla de Anatolia Oriental (EAF). A lo largo de esta línea, los dos bloques se mueven en forma de deslizamiento. Al igual que en otras zonas sísmicas del planeta, las fallas acumulan energía y la liberan violentamente, causando estos devastadores terremotos.