Marita es una nena que tiene un papá intermitente. Así lo define ella porque es un papá que aparece y desaparece, que a veces está y a veces no, como si fuera una bombita de la luz que se prende y se apaga. De estas ausencias y de las angustias e incomprensión que generan en las infancias se trata Un papá intermitente, el nuevo libro de Magela Demarco, ilustrado por Caru Grossi, publicado por la Editorial La brujta de papel.
Demarco es periodista y tiene trayectoria en la producción de literatura infantil desde la cual aborda problemáticas sensibles como la violencia doméstica, el abuso sexual infantil y los roles de género. Sus libros anteriores Sola en el bosque y Un papá con delantal dan cuenta de ello. “Escribo sobre las cosas que me convocan. En el caso del abuso, tanto la ilustradora Caru Grossi como yo vivimos ese proceso en la infancia y la adolescencia. En el caso de los papás intermitentes, hay más papás con estas características de los que a una le gustaría. O te pasó, o tenés a alguien cercano que lo vive. Conozco muchas mamás que tienen que cuidar solas a sus hijos porque los papás no están, con todo lo que eso implica. A veces esa mamá no cuenta con ninguna ayuda y no dispone ni de cinco minutos para ponerse a llorar en soledad, porque la crianza con responsabilidad lleva mucho tiempo, dedicación y entrega”, dice Demarco en una charla con La Capital, y señala que obras como estas hablan de una adaptación de la literatura infantil a las realidades de las infancias, lo que deja de manifiesto una complementariedad y convivencia con la literatura infantil clásica que la autora celebra.
Sacarlo afuera
Un papá intermitente también invita a dar lugar a la expresión de las emociones de las infancias. La protagonista de esta historia cuenta que hay días que “la ausencia de su papá aplasta más que un elefante y ocupa todo el cuarto”. Una situación incomprensible para muchos niños y niñas que en ocasiones se culpan o se sienten responsables por los comportamientos equivocados de los adultos. Como Marita, que le pregunta a su amiga: ¿qué habrá pasado que su papá no viene?, ¿qué habrá hecho ella para que esto suceda?
La escritora señala que en el cuento el foco no está puesto en ese papá ausente sino en qué puede hacer Marita para transformar esa angustia que siente. Y la apuesta por la expresión de los sentimientos y las emociones, en compañía de su mamá y sus amigos, parece ser la clave a la hora de superar esos días de tristeza. Ese es el objetivo de la guía de actividades que acompaña el libro, supervisada por la licenciada en educación Ivana Rugini. “La guía es una propuesta de expresar las emociones frente a las tristezas que conllevan las ausencias. Todos lidiamos con algún elefante pesado, por eso la guía invita a trabajar con el propio elefantito”, señala la escritora y enfatiza la idea de que esta propuesta adicional se presenta como una oportunidad para el abordaje de la educación emocional en el aula. Para hablar de lo que sucede, de lo que preocupa y de lo que muchas veces aplasta a los niños y a las niñas.
“Al igual que Sola en el bosque, hice este libro para ayudar a sacar afuera todo eso que nos guardamos, nos hace mal y nos enferma. Poder sacarlo es poder ponerle palabras, poder dibujarlo, poder cantarlo y gritarlo”, sostiene Demarco.
Un recurso para la ESI
En sus cuentos, Demarco se anima a las múltiples miradas y ofrece un trabajo interdisciplinario. Recuerda que cuando iniciaron con la ilustradora Caru Grossi la producción de Sola en el bosque, que aborda la temática del abuso sexual infantil y la violencia familiar, el cuento fue supervisado por psicólogas del Hospital Materno Infantil de Entre Ríos.
Las situaciones que Demarco plantea en sus historias conducen inevitablemente a reflexionar sobre la necesidad de una implementación efectiva de la educación sexual integral (ESI), y en todo caso, sus obras constituyen un buen recurso para ello. Cuando se habla de un papá ausente se hace referencia a la preeminencia de un modelo patriarcal donde el hombre no fue educado para paternar, y en el cual la crianza de los hijos es un tema que “naturalmente” compete a las mujeres. Un papá intermitente permite el abordaje de aquellos roles de género que se perpetuaron con el tiempo a través de una cultura patriarcal y que hoy comienzan a ponerse en cuestión. “La nena juega a la mamá «naturalmente» y entrena para la maternidad. Así aprende a proveer al otro de todas sus necesidades, mientras que lo usual es que el varón se ponga a competir con una pelota. El hombre puede paternar tanto como la mujer, un acto que es hermoso. Los hombres se están perdiendo un montón de cosas al no poder ejercer esto”, destaca la escritora, que afirma que su libro abre el juego y que para su elaboración se siguieron los lineamientos de la ley de ESI, según lo establecido por el Ministerio de Educación de la Nación.
Un papá intermitente no es una historia con final feliz. Pero como dice su autora, es un cuento en el que se asume la realidad y se buscan las mejores alternativas sobre lo que se puede hacer con ella. Los datos del presente no son alentadores. Es un hecho que la mayoría de las niñas y los niños que tienen papás intermitentes no cambiarán esa situación. “En 2019 un estudio arrojó que el 85 por ciento de los hogares monoparentales en realidad son monomarentales, porque el que falta es el hombre”, destaca la escritora y afirma que su cuento es para chicos y para grandes, porque puede aportarles también a aquellas mamás que están solas, y a todos los adultos que tuvieron papás intermitentes y que aún hoy están tratando de entender esa realidad. “El niño interior de uno continúa con una herida que hay que trabajarla siempre, especialmente con la autovaloración —afirma— porque el abandono del otro siempre implica en lo personal perder ese valor propio”.
Pero sobre todo el cuento de Demarco invita a expresarse, no solo a aquellas niñas y niños que estén lidiando con un papá ausente, sino también a quienes estén atravesando situaciones de angustia de las que nadie está exento. La idea es que aunque no siempre se pueda elegir, sí se puede elegir qué hacer con aquello que causa tristeza y transformarlo en otra cosa. Como Marita, que puso todo su arte en juego y dibujó un papá bombita y fue furor.