Mirandolina es una de las heroínas más apasionadas de la literatura universal y “da testimonio de la lucha de las mujeres por su emancipación”. Dueña de un hostal en la Italia decadente de la Ilustración, joven, atractiva, rodeada de pretendientes inoportunos y egoístas ella es, ante todo, una mujer que está dispuesta a pagar el precio de su libertad. Sobre este concepto gira “Mirandolina”, la obra teatral que sube mañana y el sábado, en El Cultural de Abajo (Entre Ríos 579), y todos los jueves y sábados del mes de marzo, a las 21, con reserva al whatsapp 3413838484. Se trata de una adaptación 100 % rosarina de la comedia clásica “La Locandiera”(La Hostalera), escrita por el dramaturgo italiano Carlo Goldini en 1750.
Con dirección de Vicenç Tuset, actúan Maru Lorenzo, Franco Perozzi, Juanchi Vidoletti, Mario Vidoletti y Federico Giusti, bajo la adaptación de Julieta Yelin y producción de Miranda Postiglione Martinetti, quien dio su mirada sobre este momento post pandémico del teatro local independiente: “Creo que luego de la pandemia y de estar parados mucho tiempo, el 2022 vino para recuperar todo el arte cultural rosarino, que es inmenso. Si bien el año pasado ya se comenzó con nuevas producciones o producciones anteriores que tuvieron que ser suspendidas por la pandemia mundial, el 2022 viene a hacer estallar y explotar, de una buena manera, a la cultura, tanto teatral, como de todas las artes escénicas. Les artistas estamos con muchísimas ganas de volver al ruedo, y de volver con todo”.
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Experimentado. Mario Vidoletti es una de las figuras de “Mirandolina”.
La propuesta escénica de “Mirandolina” da prueba del planteo de búsqueda de la escena independiente, en una síntesis expresiva que apuesta al riesgo pero le hace un guiño al rescate de cierto teatro tradicional, ya que la obra está planteada con el público rodeando la representación, evocando el ritual popular y festivo del teatro dieciochesco. “La adaptación del texto, el arte y las actuaciones nos acercan lúdicamente a un mundo complejo, tensionado por luchas sociales y reivindicaciones que aún hoy, y quizás más que nunca, tienen absoluta vigencia”, dijo Tuset en el marco de un diálogo con Escenario en la previa de este estreno.
Respecto a la historia de “Mirandolina”, Tuset dijo que “la obra de Goldoni es una comedia larga y ambiciosa, con muchos personajes y normalmente con más de dos horas de duración. Nuestra propuesta buscó siempre un marco más intimista, más cercano y nada solemne, redujimos el número de personajes y la extensión de nuestro montaje no pasa de la hora y cuarto. Pero luego estaba también la voluntad de darle mayor relieve a la protagonista, que para nosotros es uno de esos personajes únicos en el teatro, con una carnadura excepcional”.
Y agregó: “Si bien hay mucho de retrato social y de escarnio de las miserias humanas, como manda la tradición de la comedia clásica, nuestro foco está puesto en Mirandolina, en ese personaje excepcional que da testimonio de la lucha de las mujeres por su emancipación, aún en una fecha tan temprana como 1750. Aún una última razón, que es esa voluntad de dejarnos fascinar por la poética de la obra. Mirandolina -con esos ecos que trae el nombre de la comedia del arte- nos parecía un título mucho más evocador que el más prosaico y común de “La posadera”. Fue una forma de hacerle justicia, justicia poética ante todo, a la obra de Goldoni.
En cuanto a cómo surgió el proyecto, Tuset dijo que tanto a él como a Julieta Yelin siempre les gustó mucho el texto de Goldoni y les parecía que “había un hueco en el panorama teatral de Rosario para encarar un proyecto como ese, o sea trabajar un clásico de forma local, sin pretender una puesta «arqueológica», en busca del rigor histórico, pero tampoco una actualización que borre completamente su contexto de origen”.
“Lo que nos seducía como desafío —agregó el director— y se encuentra en el origen del proyecto fue la posibilidad de trabajar con un clásico dejándonos atrapar por lo que este tenía de fascinante y de evocador para nosotros, aquí y ahora. Eso exigió, por ejemplo, traducir de nuevo la obra, a cargo de Yelin, adaptando algunos elementos pero a la vez respetando y más aún disfrutando la poética que traía consigo. Fue en ese sentido un trabajo irreverente, lo que nos gustaba lo conservábamos y lo que no, lo modificábamos, como en un trabajo de doble traducción, no solo del texto, sino de su imaginario, de las imágenes, de las formas poéticas que lo componen”.
Por último, Vicenç Tuset destacó que “ese mismo espíritu afectó también a la puesta. Queríamos recuperar algo del espíritu del teatro de aquellos tiempos, con jerarquías mucho menos marcadas entre espectador y espectáculo, una relación mucho más fluida entre público y actores. Quebrar esa distancia fue uno de los motores que impulsó el proyecto y terminó dando lugar a la puesta actual en la que las butacas invaden el escenario del Cultural de Abajo”.