“Antes de la pandemia salíamos casi todos los fines de semana. Ahora nos juntamos más en casas de amigos o en fiestas a las que nos invitan por WhatsApp”, dice Luz, de 22 años, estudiante universitaria. Está sentada en un bar de la zona de La Siberia, con la vista clavada en el celular, atenta a los mensajes de los amigos, mientras analiza las nuevas costumbres de la noche rosarina. Manuel, con algunos años más, suma una broma: “Todos los lugares a los que iba cerraron, la pandemia me cortó las piernas”, subraya.
Ambos coinciden en que la noche rosarina no es tan atractiva como hace cinco o más años. Tampoco la ciudad es la misma. La pandemia de Covid-19 cambió definitivamente algunos hábitos de la nocturnidad. Los jóvenes salen menos, prefieren lugares más pequeños o fiestas temáticas y las redes sociales adquieren cada vez más protagonismo para planificar las salidas, según coinciden dueños de locales de entretenimiento y sus clientes. La carencia de transporte urbano suficiente o la falta de seguridad son dos factores que conspiran contra la posibilidad de diversión.
“Los horarios de los boliches son otro tema. No se activan a la hora que abren, sino que se ponen recién a las 2.30 o 3, casi cuando ya tienen que cerrar”, explica Sheila, de 24 años, con pulido léxico joven. Angie, 25 años, periodista y empleada gastronómica, comparte la inquietud. “El problema es que cuando cierran, a las cinco de la mañana, todavía es de noche. No hay mucho transporte y no es muy seguro caminar por la calle hasta encontrar un taxi”, suma.
En este contexto, en el Concejo Municipal volvió a asomar el debate para reformar la normativa que ordena la habilitación y funcionamiento de locales de esparcimiento nocturno. No es la única ciudad de la provincia donde se puso en discusión la regulación de la noche; en la capital provincial se convocó a una audiencia pública de la que participaron empresarios, referentes de los jóvenes y de los vecinos.
La ordenanza que rige el funcionamiento de la noche rosarina lleva el número 7.218 y ya cumplió 20 años. En sus 41 artículos establece, entre otras cosas, la ubicación, horarios de apertura y cierre, actividades, y dispositivos de seguridad para un amplio abanico de comercios que incluye desde boliches y bares, hasta peñas y circos.
Según entienden los concejales, la norma necesita aggiornarse para incluir los cambios culturales que en las últimas décadas transformaron la diversión nocturna, ofrecer opciones seguras para los jóvenes y garantizar la convivencia con los vecinos.
Para los empresarios del sector, con el paso del tiempo la norma se transformó en “una infinita sucesión de parches”. Es que, desde que se aprobó, tuvo unas 40 modificaciones.
Circuitos y pistas
La noche rosarina transcurre en dos circuitos bien establecidos: Pichincha y avenida Pellegrini. “Por afuera pasa muy poco. Algún boliche en la zona de la Terminal, otro en el centro. No más”, dicen los pibes y describen locales y públicos.
Para los universitarios, “el boliche” es Mercury, en San Martín y Tucumán. “Es un lugar relajado, con varias pistas, según la música que quieras escuchar, muy relajado y muy diverso”, lo describe Angie. En Pichincha el lugar para ir a bailar es Rooftop, en Brown y Francia, donde antes estaba Madame. El lugar ocupó el centro de la opinión pública hace poco más de dos meses cuando el hijo de la modelo Valeria Mazza sufrió una agresión.
Sin embargo, aclaran que ir a bailar todos los fines de semana se hace difícil. “Es muy caro. Tenés que hacer la previa en un bar, pagar la entrada del boliche, lo que consumas allí, el taxi a la vuelta. Se suman más de cuatro ceros”, detalla Luz. “Una entrada a una fiesta electrónica cuesta entre 5 y 6 mil pesos, más las consumiciones y los traslados. Ir a una de esas fiestas no baja de los 15 mil pesos”, asegura Angie.
También por eso, las juntadas o las fiestas en casas de amigos aparecen como más atractivas. También están los eventos con aires globales que surgieron amparados en las redes sociales: fiestas temáticas como las Bresh, que incluso se realizaron por zoom durante la pandemia; las Plop o la Milk, de disfraces.
Según un relevamiento de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica (Aehgar), en Rosario hay 1.748 locales gastronómicos. La oferta nocturna incluye 24 confiterías bailables, 14 bares con amenización musical y 19 cantinas.
“La noche rosarina tiene muchas opciones. Pero cambiaron los hábitos de los sectores más jóvenes”, asegura Carlos Mellano, presidente de la entidad. El público de los boliches, dice, ya no necesita salir a la calle para encontrarse. Hay nuevas formas de encuentro, posibilitadas por las redes sociales, y los escenarios son diferentes: puede ser un boliche, un bar o un espacio público.
El empresario advierte que el ordenamiento de la actividad nocturna es parte de la planificación de la ciudad. “La gastronomía, unida a propuestas culturales y a ofertas de entretenimiento para el público joven debe analizarse dentro de una decisión estratégica de crecimiento de la ciudad y, sobre todo, debe pensarse en un contexto de servicios en transporte público y seguridad que tiene que acompañar a los jóvenes”, indica.
Luego, apunta, la normativa “acompañará esa planificación permitiendo más claridad en las categorías de las habilitaciones, evitando la discrecionalidad en las inspecciones y garantizando una buena convivencia con los vecinos”.
Para el referente Juan Pueyrredón, si se quiere incentivar la movida nocturna, se debe garantizar la seguridad y el transporte del público que asiste a las discotecas, “porque de nada sirve agregar más locales si no hay jóvenes dispuestos a salir por la noche, más allá de que haya muchos locales o que estemos abiertos toda la noche”, explica desde Idear (Industria del Entretenimiento Argentino), la cámara que agrupa a discotecas.
De acuerdo a un relevamiento de la entidad, los locales bailables que actualmente están activos son unos 14. Antes de la pandemia, los boliches eran 26.
Los bolicheros aseguran que la menor oferta está relacionada con la baja de la demanda. Actualmente, advierten, los jóvenes que salen a bailar son un 40 por ciento menos que hace cinco años. Tanto es así, dicen, que “los boliches no repiten funciones”, pocos abren de jueves a domingo.
Pueyrredón asegura que es necesario consensuar una nueva ordenanza de nocturnidad, siempre y cuando sirva para mejorar la actual. “Nosotros no apoyamos ningún tipo de desregulaciones a la habilitación de locales”, aclara y señala que desde la cámara “se busca favorecer nuevas inversiones, pero para eso necesitamos también que el Estado cree las condiciones que inviten a los jóvenes a salir”.
La discusión sobre el ordenamiento de la actividad nocturna recién comienza.