Una de las tareas fundamentales del periodismo es hacer público lo que se quiere ocultar en tanto esa información sea de interés general y no esté vinculada a la vida privada de las personas.
Por Jorge Levit
Una de las tareas fundamentales del periodismo es hacer público lo que se quiere ocultar en tanto esa información sea de interés general y no esté vinculada a la vida privada de las personas.
El caso del millonario contrato de Lionel Messi, que publicó hace unos días el diario español El Mundo, es muy interesante para analizar y debatir sobre los límites entre lo público y lo privado.
Gracias al diario, que consiguió una copia de lo firmado entre el jugador y el club Barcelona, se supo que el monto del contrato del rosarino por cuatro años asciende al récord absoluto de poco más de 555 millones de euros. Debido a cláusulas especiales relativas a la obtención de algunos logros deportivos que no se cumplieron, el jugador podría cobrar un 90 por ciento de esa suma cuando su obligación con el club termine a mediados de este año.
Además de haber logrado un gran impacto periodístico mundial con la difusión del contrato, el diario español no fue desmentido ni por Barcelona ni por Messi, por lo que la rigurosidad informativa y la calidad periodística fueron excelentes. Se mostró una copia legítima del contrato, no se trató de ninguna “fake news” ni de interpretaciones forzadas de la realidad: fue divulgado el contenido de una información absolutamente veraz que no pudo ser negada ni rebatida ni siquiera parcialmente, como sí ocurre muchas veces en cuestiones políticas.
Los involucrados en el tema tuvieron la misma reacción: anunciar que demandarán al diario por haber publicado el contenido del contrato, con lo que ambos notablemente desconocen cuál es la función de la prensa. ¿Por qué los socios del Barcelona se tuvieron que enterar por el diario de cuánto gana su jugador estrella? ¿Por qué el club ocultó el acuerdo millonario con el rosarino pero que ahora algún despechado por alguna razón que aún no está clara lo filtró a la prensa?
Siempre cuando se trata de informaciones guardadas bajo siete llaves pero que finalmente trascienden, las fuentes generalmente están vinculadas muy estrechamente con los protagonistas de los temas en cuestión. Así fue con el famoso “garganta profunda” del caso de espionaje en la sede demócrata del edificio Watergate que causó la renuncia de Richard Nixon a la presidencia de los Estados Unidos. El informante de los periodistas del diario The Washington Post había sido, se supo décadas después y antes de su muerte, el subdirector del FBI que había sido menoscabado por las autoridades federales porque no le habían otorgado el ascenso a director, lugar al que fue nominado un allegado del presidente.
El diario español seguramente tuvo una fuente de primer nivel que le facilitó el contrato y aunque es probable que nunca se sepa quién fue, no hay más que mirar en el entorno de la conducción del Barcelona, cuya fragilidad institucional se manifiesta desde hace tiempo y que incluso ha llevado a la renuncia de su presidente.
Sin embargo, de lo que se trata no es de conocer quién fue la fuente del diario sino valorar la especie periodística y advertir que la relación laboral entre un club deportivo y el mejor jugador del mundo trasciende la esfera de lo privado y es de carácter público. Tal vez Messi pueda argumentar que esa relación pertenece al ámbito de su vida privada, es decir, la difusión de cuánto gana como profesional, pero al tener un vínculo contractual con una institución abierta al público como Barcelona, que cuenta con decenas de miles de asociados, esa pretensión se desvanece.
Tampoco se cuestiona aquí el elevado monto de la contratación porque tal vez el jugador haya producido, con creces, ingresos superiores a los que el club le abonará por esos cuatro años de contrato, además de éxitos deportivos.
En Europa, donde existe más transparencia en el fútbol que en la Argentina, se conocen con mayor facilidad las cifras de las transferencias de los jugadores, cuánto ganan los técnicos más famosos y cuál es el salario de los jugadores. No hay nada que ocultar en tanto no se trate de evadir al fisco.
En nuestro país es más fácil conocer la vida amorosa de los famosos, algo absolutamente privado, que los sueldos de cuerpos técnicos y jugadores de primera. Tal vez haya sido el secretismo que imperó durante décadas en la propia AFA desde donde se mantuvieron políticas “non sanctas” en el país y también en su participación en instituciones del fútbol internacional. Con sólo repasar rápidamente la saga de escándalos que rodeó al fútbol argentino y sus máximos dirigentes es suficiente.
La trama oculta del futbol nacional llega a límites caricaturescos cuando surgen diferencias entre los clubes y representantes por el pase de algún jugador al exterior. A veces falta o sobra un millón de euros y otras no está claro el monto de la transferencia, sobre la que se oculta su verdadero valor. Pero esto no significa un estigma para el fútbol argentino sino una muestra de cómo funciona este país, donde todo el mundo lo sabe, las propiedades se escrituran por debajo de su valor real, gran parte de la economía se desarrolla en negro y todos buscan la forma de evadir impuestos o protestan cuando a los más millonarios se les aplica una contribución por única vez para mitigar los efectos de la pandemia.
El fútbol no es una isla, es el reflejo de la sociedad que, trasladado a la política, tampoco publicita con claridad sus gastos, cómo se financian las campañas electorales, cómo se distribuyen los subsidios del Estado y por qué el nepotismo es una práctica común de todos los gobiernos.
En este caso, de Messi con el club Barcelona, lo pretendidamente privado se hizo público cuando no debería haber ningún motivo para que se oculte. La prensa cumplió su función y el público, agradecido.