El Congreso se convirtió en epicentro del debate sobre la violencia digital con la presentación del "Proyecto de Ley Ema", una iniciativa que busca dotar al sistema judicial de herramientas efectivas para castigar la difusión no consentida de material íntimo y otros delitos cibernéticos. El proyecto, que ya genera adhesiones de legisladores y organizaciones, toma su nombre de Ema Bondaruk, una adolescente de 15 años cuya vida fue truncada por la difusión viral de un video personal.
El proyecto y la guía forman parte de una propuesta integral que impulsa la diputada Mónica Macha, que también incluye la Ley Olimpia (sancionada en 2023, que incorporó la violencia digital como modalidad de violencia de género en la Ley 26.485) y la lucha por la Ley Belén, para que el Código Penal contemple delitos como la difusión no consentida de material íntimo, la “sextorsión” y el “porn deep fake”.
La madre de Ema, Laura Sánchez, es una de las principales impulsoras de este proyecto. A través de la “Guía Ema”, Sánchez busca concientizar y brindar herramientas a las escuelas para que sepan cómo actuar frente a estos casos, ya que la falta de reacción en el ámbito educativo contribuyó a la desesperación que sintió su hija.
Lo real y lo virtual
La "Ley Ema" subraya una realidad innegable: "lo virtual es real". Las agresiones que se inician en plataformas digitales tienen consecuencias devastadoras, que pueden derivar en aislamiento, depresión y, en los casos más extremos, en la muerte. Los impulsores del proyecto destacan que es fundamental que el castigo de estos delitos deje de depender de voluntades individuales y se convierta en un compromiso estatal real y efectivo.
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La aprobación de esta ley podría sentar un precedente importante en la justicia en la era digital. No solo busca ofrecer una respuesta penal a quienes cometen estos delitos, sino también serviría como una medida de prevención crucial en un contexto donde las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para la agresión y la impunidad. La “Ley Ema” es un paso adelante para que las víctimas de violencia digital puedan proteger su intimidad y dignidad, y para que tragedias como la de Ema no vuelvan a repetirse.
El caso de Ema Bondaruk
El 18 de agosto de 2024, Ema Bondaruk, una adolescente de 16 años de Longchamps, se quitó la vida en su casa luego de que un compañero de su escuela, el Colegio Mariano Moreno, difundiera sin su consentimiento un video íntimo en el que aparecía junto a otro joven.
La difusión del video comenzó el jueves anterior, cuando un compañero de 14 años lo compartió en grupos de WhatsApp. A pesar de los esfuerzos de Ema por detener la propagación, incluyendo solicitudes directas a quienes lo compartían, las imágenes continuaron circulando.
El viernes, Ema se mostró visiblemente angustiada al llegar a casa. Su madre recordó que la joven expresó sentirse incomprendida y preocupada por las consecuencias de la viralización.
El sábado, la adolescente había acordado encontrarse con su exnovio para hablar sobre la situación. Sin embargo, al regresar a su casa después de hacer compras, Laura encontró a su hija sin vida.
La "Guía Ema"
La guía incluye acciones para la prevención y sensibilización de esta problemática, sugerencias de medidas reparadoras en casos que involucren a estudiantes, sanciones institucionales, medidas de protección, estrategias de capacitación para el alumnado y las familias, para docentes y para directivos, recomendaciones para la actuación en casos como el que afectó a Ema, y también para su detección temprana.
“Lejos de estandarizar respuestas, la Guía Ema busca ofrecer orientaciones sensibles, contextualizadas y con enfoque de derechos para actuar frente a estas situaciones, que suelen generar gran conmoción y confusión dentro de las comunidades escolares”, explicó Mónica Macha, presidenta de la Comisión de Mujeres y Diversidades de la Cámara de Diputados y la legisladora que presentó el proyecto.
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Las violencias digitales sexuales constituyen una de las formas más graves y extendidas de vulneración de derechos en entornos digitales. En estos escenarios, niñas, niños y adolescentes pueden ser víctimas de diferentes prácticas que atentan contra su integridad sexual, privacidad y bienestar emocional. Estas violencias, deben ser comprendidas como reales, con efectos concretos en la vida cotidiana de quienes las sufren, más allá de que ocurran en el plano virtual.
Además, se ven atravesadas por desigualdades de género, ya que afectan de manera diferenciada a las niñas y adolescentes mujeres e identidades de la diversidad sexual (lesbianas, gays, travestis trans, intersex, queers, no binaries — LGBTIQ+—), reforzando estigmas, discriminación y control sobre sus cuerpos y sexualidades.
Frente a este escenario, es indispensable que las instituciones educativas puedan identificar estas prácticas, actuar con perspectiva de género y garantizar espacios seguros de contención, información y prevención.
La guía completa se encuentra en este link.