Es increíble el poder de convicción mental, el dominio de los sentidos y la reubicación de la
orientación que el ser humano posee sobre sí mismo. Hace dos semanas levantarme a las 6 me
resultaba realmente una misión imposible de concretar. Por más fuerza de voluntad que juntase no
había despertador, ni claridad, ni llamado divino alguno que lograra despegar aquella nube de mi
brazo y aquellos ojos de sus párpados. Hoy, a las 7 nada parece haber cambiado, pero todo por
dentro sentimos algo extraño. Yo por lo pronto logré concluir con mi misión y adelantarme a mi gata
cuando viene a llorar en mi balcón, sacar al perro antes que bendiga las plantas y ver a los
rayitos del sol abrirse ante las primeras luces de su reloj. Quizás, si cambiara la maceta de
lugar, otra vez me ganaría. O tal vez somos más fácil de controlar que una planta de jardín, que un
perro y hasta que mi tortugo Manuelón.
María Soledad Spensieri
DNI 31.890.210