La tarde del 11 de mayo no fue un día más para Néstor. El dueño de la zapatería Ivan Lor, uno de los comercios más tradicionales del barrio Empalme Graneros, volvió a levantar las persianas de su negocio cerrado desde hacía casi dos meses, y a las pocas horas un grupo de clientas estaban haciendo cola para pagarle las cuotas de los créditos que habían sacado en el verano para comprar un par de zapatos o zapatillas para los pibes. Las atendió emocionado, se acordó de su papá cuando rearmó el comercio después de la inundación del 86.
La anécdota la cuenta Fernanda Romero, presidenta del paseo comercial que se extiende en unas diez cuadras de la avenida Juan José Paso, entre Camilo Aldao y Cullen. "La mayoría de los comerciantes de Empalme, son hijos o nietos de quienes vivieron la inundación, tuvieron su negocio con dos metros de agua adentro y salieron adelante", señala la mujer, haciendo una comparación entre la catástrofe natural que marcó al barrio y la actual crisis sanitaria generada por el Covid-19.
Pese a la fuerte pérdida de ingresos y a la caída del consumo producto de la pandemia, los centros comerciales de los barrios son los que mejor resisten. Tanto en Empalme, como en Echesortu o en avenida San Martín, las ventas por el Día del Padre rasguñaron el nivel de años anteriores y, a diferencia del centro o de las grandes superficies comerciales, no hay locales cerrados. Según coinciden los referentes de estos paseos, el impacto del virus revalorizó los comercios de cercanía que no sólo mantienen la clientela "fiel" desde hace tiempo, sino que han ganado nuevos consumidores.
"Empalme debe ser uno de los lugares donde menos bajó la venta por la cuarentena", asegura Romero y explica que la unión de los comerciantes en las primeras fases del aislamiento fue clave. "Rápidamente nos adaptamos a la venta on line, lo que nos permitió estar enteros a la hora de abrir las persianas. Y lo mismo hicimos cuando tuvimos que adaptarnos a las normas sanitarias y armar los protocolos de prevención", cuenta y remarca que de esa forma "pudimos capitalizar clientela que antes iba al shopping o al centro y se da cuenta de que acá encuentra los mismos productos, con mejor atención y mejores precios".
La misma metáfora
El presidente del Paseo Comercial San Martín Sur, Osvaldo Enguelberg, también apela a una metáfora relacionada con el agua cuando quiere explicar el momento que se vive en el corredor que va por esa avenida, desde 27 de Febrero hasta Uriburu. "Creo que estamos todavía en el pico de una inundación; pero el verdadero problema se ve después, cuando miramos lo que queda cuando baja el agua", señala el dueño de un comercio textil que lleva varios años en el barrio.
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Si bien remarca que la situación varía de acuerdo a los rubros o la estructura de cada negocio, "en términos generales podemos decir que hemos trabajado mejor de lo que podíamos esperar de acuerdo a la realidad sanitaria. Hasta ahora no hemos notado una merma sustancial en los volúmenes de venta. Desde que pudimos volver a abrir, estamos atravesando un momento relativamente bueno, si tenemos en cuenta de donde partimos y la situación imperante a nivel sanitario", afirma.
En el centro comercial de zona sur, destaca, no se ha evidenciado el cierre de comercios ni una merma "sustancial" en las ventas. En parte sostenidas, por la masa de dinero destinada por el Estado a paliar las consecuencias de la crisis sanitaria, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), o el Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP). "La existencia de estos beneficios y el hecho de que la gente evita trasladarse por prevención, hace que el comercio de cercanía tome un rol muy importante", afirma.
Enguelberg recuerda que el surgimiento de los centros comerciales barriales fue una respuesta amasada durante los años 90, que les permitió resistir la crisis económica y el desembarco de maximercados y shoppings en la ciudad. Por eso, considera, la pospandemia también puede ser una oportunidad para estos pequeños locales. "Si somos inteligentes, podemos articular acciones para fortalecerlos", destaca.
Caras y gustos conocidos
Saúl Eluk abrió su negocio de indumentaria el 28 de marzo de 1980 en pleno paseo Echesortu. Desde entonces, dice, tuvo temporadas buenas, regulares, malas y malísimas. "Por suerte, estas no son las peores", dice y considera que en esto influyó y mucho el posicionamiento del centro comercial, su ubicación en el centro geográfico de la ciudad, y "el tercer gran empujón" fueron los paros de los trabajadores del sistema de transporte público.
Según describe, mientras en todo el país las ventas por el Día del Padre cayeron un 44 por ciento, en el paseo comercial "pudimos mantenerlas y superar la inflación interanual".
El centro comercial tiene su epicentro en calle Mendoza y Avellaneda, pero se extiende desde Pellegrini a Córdoba, y desde Paraná hasta Francia. Allí existen unos 500 locales de distintos rubros. La mayoría se ha mantenido en pie después de la cuarentena y "en los que han cerrado ya están abriendo otros comercios", señala Eluk.
Y destaca los beneficios de los comercios de proximidad, "donde se conoce la cara y los gustos de los clientes" y ayudar a los comerciantes que "de noche todavía dejan las luces de las vidrieras encendidas para que las familias del barrio puedan ir a tomar un helado tranquilas". Aún en plena pandemia.