Dos años de pandemia que tuvieron en vilo al turismo y la actual crisis económica son un trago amargo para El Viejo Belgranito, el hotel de Eva Perón al 6.300 que abrió sus puertas en 1938. La familia que lleva adelante el alojamiento, personas ya grandes y cansadas del negocio, decidieron colgar el cartel de venta. En el comercio queda una parte de la historia de la vida cotidiana de las primeras décadas del siglo XX en la ciudad.
El edificio del Belgranito es casi un emblema de la zona oeste de la ciudad. El hotel se inauguró en 1938, en Eva Perón y Cullen, cuando Rosario no llegaba a los 500 mil habitantes y el barrio Belgrano aún estaba poblado de quintas. Durante mucho tiempo fue un hotel alojamiento muy concurrido por los trabajadores del mercado de Fisherton o los soldados del, por entonces, Regimiento 11 de Infantería.
"Era un hotel que trabajaba por turnos, con buen servicio y muy económico. Por eso era famoso entre los laburantes", recuerda Tito Gómez, el actor que hoy lleva adelante el albergue, junto a su esposa y su cuñada. Tito, conocido por algunos por participar de películas con Porcel y Olmedo y por otros por ser parte de las producciones del director Gustavo Postiglione, recibió el Belgrano como parte de la herencia familiar.
Su padre alquiló primero el hotel varios años hasta que por fin pudo comprarlo en 1962. Por entonces, recuerda Tito, en la misma manzana del alojamiento había un vivero que producía flores y árboles frutales. La avenida de Circunvalación era de tierra, el pavimento llegaba apenas hasta Córdoba, y la calle Campbell ofrecía la imagen de un gran bulevar sin pavimento sombreado de árboles enormes.
A la venta
En la página web del Ente Turístico Rosario promocionan el Belgranito como un hotel de una estrella con Wi-Fi, estacionamiento, aire acondicionado, TV por cable y desayuno.
Desde la Asociación Hotelero Gastronómica lo describen como un clásico de la ciudad. "El hotel Viejo Belgranito, es parte de la historia y la cultura de Rosario que sigue vigente", asegura en el sitio web institucional, y continúa describiendo los servicios "habitaciones, simples, dobles, triples, cuádruples, con conexión Wifi para que pueda estar conectado todo el tiempo. Ubicado solo a 10 minutos del centro de la ciudad, en una de las avenidas más importantes como es la avenida Córdoba".
El edificio, ubicado en la esquina y con su frente pintado de color amarillo, está sobre un terreno de 144 metros cuadrados y más del doble de superficie construida. Tiene 17 habitaciones con baño privado, una amplia cochera y dependencias de servicio.
El hotel se ofrece a la venta con todo sus muebles y enseres: toallas, muebles, camas, televisores, aire acondicionados, etc.
Tito está al frente del emprendimiento desde el 93. "Es un negocio familiar, a mi padre le propusieron alquilar el hotel, después lo pudo comprar y cuando el se retiró empezamos a trabajarlo con mis hermanos", cuenta Tito. Actualmente, gestiona el albergue junto a su esposa y una cuñada.
"Los tres ya estamos grandes, nuestros hijos no están interesados en seguir el negocio, así que decidimos ponerlo a la venta", explica. Llevar adelante un hotel familiar no es sencillo, son muchas horas de trabajo, casi sin fines de semana y sin vacaciones. "Queremos descansar", se sincera.
Un negocio de otras épocas
En las habitaciones del hotel, dice, se escribieron miles de historias. Originalmente el hotel se llamó Belgrano, en homenaje al barrio donde se encontraba, y funcionaba por horas, como albergue para parejas. El nombre actual, "El Viejo Belgranito", lo lleva desde los 90, cuando empezó a funcionar como hotel donde siguen llegando parejas, pero a pasar el día.
"Todo el mundo conoce al Belgranito, es un hotel histórico muy conocido, en otra época trabajaba por turnos y tenía mucho público entre los trabajadores de la zona", señala Tito mientras repasa algunas anécdotas: "hemos atendido a maridos que venían a buscar a sus mujeres y mujeres que llegaban a buscar a sus esposo. También huidas rápidas y furiosas por las puertas de servicio, como todos los hoteles del mundo".
Y una vez, recuerda, hasta recibieron a un hombre acompañado de una joven que golpeó a la puerta muy canchero preguntando: "Está mamá?". Tito asegura que había engañado a su acompañante diciendo que le iba a presentar a su familia. "Eso fue hace 50 años eran otros tiempos", comenta. Nadie sabe cómo terminó la historia.
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El negocio funcionó como motel hasta los 90. Sus habitaciones fueron testigo de los embates de la Liga de la Decencia, de las redadas de policía durante la última dictadura militar y de los festejos por la llegada de la democracia, y con ella de una sociedad más abierta y permisiva con la sexualidad.
Pero, de todas esas idas y vueltas, la pandemia y la crisis económica posterior significaron un golpe duro. "Puso en jaque no sólo a los hoteles sino a todo el mundo. Estos últimos meses, los precios y los costos del servicio son un desastre. Y nosotros ya estamos cansados, grandes y con ganas de dedicarnos a otra cosa", señala Tito.
Y afirma que no es el único hotel que está en venta en la ciudad. "Muchos son consecuencia de un recambio generacional, otros por cuestiones económicas", explica y afirma que pese al repunte turístico que vive la ciudad en los últimos diez años acrecentó los ingresos de los emprendimientos hoteleros de mayor jerarquía.
"Actualmente quien viene a Rosario se aloja en un cinco o cuatro estrellas, quienes actualmente gastan en turismo son las personas de mucho poder adquisitivo. De ahí, para abajo no viene nadie _señala Tito_ Nuestros clientes, trabajadores, ya no se toman vacaciones".