Blanca espera primera en la fila para saludar a la campeona. A las 16.40, está detrás de las puertas todavía cerradas, al lado de otras mujeres con las que ya habló y por delante de dos cuadras de fila de santafesinos y vecinos de toda la región que esperan ingresar al hall de la Legislatura de Santa Fe para despedir a la mujer cuyo nombre es precedido por innumerables adjetivos que hablan de fuerza, motivación, lucha y una gran historia. “Fue, es y será siempre nuestra guerrera”, dice Blanca. Es la guerrera, la luchadora, la campeona, la jetona, la valiente, la que grita verdades, la que no tiene miedo, la cara rota, la deportista, la sobreviviente, la Locomotora: Alejandra Oliveras.
Blanca se enteró por la tele sobre la despedida a la campeona y, a las 13.30, llegó a la explanada de la Legislatura de donde cuelgan hace dos semanas dos banners gigantes que anuncian la reforma de la Constitución provincial, que está en marcha. “Ojalá hubiese estado acá, sabés cómo nos hubiese ayudado ahí adentro, porque le gustaba ayudar a la gente pobre”. Blanca habla de la Locomotora convencional. Esa a la que votaron casi 80 mil santafesinos para que ocupara una banca en la Convención, que empezaba el mismo día que tuvo el ACV que derivó en su muerte.
Blanca, como muchos de los santafesinos que hicieron dos cuadras de cola para despedirla, solo la vio una vez en su vida. “La crucé en la peatonal, me dio un abrazo tan fuerte”, recordó. Esos abrazos se repitieron mucho, en varias declaraciones de una tarde soleada de invierno en la capital provincial.
Los vecinos y Locomotora
En una época donde todo parece más individual, más tacaño, más para uno y menos para otros, esa Locomotora que fueron a despedir tantos vecinos era todo lo contrario. Era “buena mina, bromista y motivadora”. Así la describieron en sus carteles los chicos del club Centenario.
A las 16.40, minutos antes de que Blanca atravesara las puertas, el cajón cerrado ya estaba ubicado en el centro del hall de la Legislatura, con una foto en blanco y negro de Locomotora. A sus costados, ocho sillas para los familiares que aguardaban en un salón contiguo. Dentro del palacio, también estaban las coronas de flores que enviaron la familia Mattioli y la Municipalidad de Santo Tomé, donde vivió por muchos años.
Afuera, al lado de las puertas y decorando el ingreso, estaban las flores que enviaron Rosario Central, la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), el Chiqui Tapia, Ariel Sclafani y Caren Fruh (sus compañeros de lista), Cristian D'Amico (referente de Newell's) y el Frente de la Esperanza.
A las 17, cuando se abrieron las puertas, la fila detrás de Blanca era de un poco más de dos cuadras. “Estoy mal, es una pasadita, la vi pero no la pude tocar”, dijo la mujer al salir del hall. Detrás de ella, salieron otras dos que viajaron desde Santo Tomé. Otra vez, vecinas que nunca la vieron pero sí la conocían.
La dirigencia en la Legislatura
Media hora después, la fila desapareció pero quedó gente circulando por la explanada de la Legislatura. Los que llegaban entraban, la saludaban y seguían. Entre ellos, estuvo el gobernador Maximiliano Pullaro, quien ingresó sin dar declaraciones, habló largo rato con los familiares de Locomotora y salió por las puertas de atrás. También pasaron por el hall la vice Gisela Scaglia; el ministro y actual convencional Fabián Bastia, la presidenta de Diputados, Clara García; el senador y el presidente de la Convención, Felipe Michlig, y intendente de Santa Fe, Juan Pablo Poletti.
Entre los temas de conversación en la explanada hubo uno que se llevó todo el protagonismo: la denuncia de la abogada Patricia Apesteguy, representante del fisicoculturista Aldo Parodi, quien advierte sobre las circunstancias de la muerte de Locomotora y detuvo el crematorio del cuerpo de Oliveras, que estaba previsto para este miércoles.
Con el pasar de las horas, la ciudad se fue oscureciendo pero la gente siguió llegando a la Legislatura. La luz cálida que se salía por la puerta comenzó a brillar aún más a la par de las luces azules y rojas que iluminan habitualmente el exterior del edificio: los colores de la bandera de Santa Fe, de la provincia que la cobijó.
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Porque este martes, a pesar de no haber nacido acá, quedó claro que es nuestra. La campeona es de los vecinos que la cruzaban, la saludaban, que le pedían fotos. Es del almacenero que le vendía papitas y vino a despedirse, de la señora que la cruzó en la peatonal y llegó primera a despedirse.
Del excombatiente de Malvinas que la siguió con la bandera argentina desde la sala de velatoria donde hubo una despedida íntima, de la chica que recordaba con la amiga el rojo con el que se pintaba los labios, de los cientos de chicos que visitó e inspiró en los clubes, de las mujeres a las que impulsó y de los miles que vieron sus videos y que festejaron sus campeonatos.