El primer ministro japonés, Fumio Kishida, fue evacuado ileso después de que un hombre joven lanzó un artefacto explosivo en su dirección, mientras hacía campaña en un puerto pesquero del oeste de Japón. La custodia de Kishida y la policía forcejearon con el atacante y lo derribaron, mientras los pocos asistentes al acto corrían y gritaban. El episodio puso en evidencia la frágil seguridad que reciben las autoridades japonesas, a nueve meses del asesinato del ex premier Shinzo Abe, también durante una acto de campaña. Japón acoge por estas horas a los ministros de Exteriores del Grupo de los Siete, lo que remarca aún más el déficit nipón en la materia. Pero hay también un factor de costumbres: los dirigentes políticos japoneses hacen campaña desde hace décadas al como estaba haciendo ayer Kishida: un pequeño acto en un galpón de una ciudad portuaria. Sin escenario que lo distanciara de la gente, que además era apenas un puñado de medio centenar de personas. Abe murió en una acto similar, a metros del hombre que le disparó en el pecho. Para la custodia es casi imposible dar seguridad en estas condiciones.
Ayer, un agente de policía resultó herido leve y Kishida continuó haciendo campaña. Pero la caótica escena recordó la debilidad del cinturón de seguridad del premier japonés. Todos recordaron de inmediato el asesinato, hace apenas nueve meses, del ex primer ministro Shinzo Abe, que también se produjo durante una gira de campaña y sigue resonando en la política japonesa. Kishida visitaba el puerto de Saikazaki, en la prefectura de Wakayama, para apoyar al candidato local de su partido gobernante en unas elecciones locales. La explosión se produjo justo antes de que comenzara su discurso.
Un joven fue detenido en el lugar de los hechos después de que supuestamente arrojara “el objeto sospechoso”, declaró a la prensa el secretario jefe del gabinete, Hirokazu Matsuno. Matsuno se negó a hacer comentarios sobre el motivo y los antecedentes del atacante, afirmando que la policía sigue investigando.
Las imágenes de televisión muestran a Kishida de espaldas a la multitud. De repente, su equipo de seguridad señala al suelo cerca de él, y el primer ministro se da la vuelta, con cara de alarma. La cámara gira rápidamente hacia la multitud justo cuando varias personas, entre ellas agentes de policía uniformados y de civil, se acercan a un joven que lleva una mascarilla a y sostiene lo que parece ser otro artefacto, un largo tubo plateado.
Mientras se desploman sobre el hombre, luchando para quitarle el tubo de las manos, se oye una gran explosión cerca de donde Kishida había estado de pie. La multitud se dispersa presa del pánico mientras la policía se lleva al hombre a rastras. El caos del momento es evidente y deja una sensación de pérdida de control de la situación por parte de los custodios del primer ministro, pese a que actuaron con premura. Es que los escenarios habituales de campaña en Japón se prestan para estos atentados. Los dirigentes políticos salen de campaña y organizan modestos actos como el de Kishida en Saikazaki, donde no había un escenario que pudiera actuar de barrera física entre el político y el público. Bastó una pequeña cantidad de gente, no más de medio centenar, para que el atacante pudiera infiltrarse con al menos dos artefactos explosivos.
No quedó claro de inmediato de qué artefacto explosivo se trata ni cuántos llevaba el agresor, pero se cree que era una bomba de humo o “de tubo”, posiblemente con una espoleta retardada.
Pese a la explosión, no se registraron heridos en el incidente salvo un policía, levemente lastimado. Kishida no resultó herido y continuó con sus actos de campaña. La investigación en el lugar de los hechos continuó hasta altas horas de la noche. Según los medios de comunicación japoneses, el detenido se negó a declarar con la policía hasta que llegó su abogado.
Kishida no mencionó la explosión y regresó a la región de Tokio, no sin antes hacer campaña en la localidad de Chiba para otro candidato. “Las elecciones son el núcleo de la democracia, y nunca debemos tolerar las amenazas o la obstrucción mediante la violencia”, declaró el secretario del gabinete Matsuno.
Dijo que se había dado instrucciones a la policía nacional para que se esforzara al máximo en la protección de los dignatarios que visitan Japón en el período previo a la cumbre del Grupo de los Siete, que se celebrará en mayo.
El asesinato de Abe, que conmocionó a una nación que se enorgullece de la seguridad pública y de los controles de armas extremadamente estrictos, se produjo mientras pronunciaba un discurso de campaña en la ciudad de Nara. En medio de la indignación nacional, la policía reforzó las medidas de protección tras una investigación que descubrió fallos en la seguridad de Abe.
También se ha reforzado la seguridad en Japón con motivo de la llegada de numerosos diplomáticos de las democracias más poderosas del mundo para las reuniones de ministros de Asuntos Exteriores del G-7 que se celebran hoy. Kishida será el anfitrión de la cumbre de líderes del G-7 que se celebrará del 19 al 21 de mayo en Hiroshima, su ciudad natal.
Una testigo declaró que se encontraba entre la multitud cuando vio que algo salía volando por detrás. Tras un fuerte ruido repentino, huyó con sus hijos. Otro testigo dijo que la gente gritaba y que vio cómo apresaban a alguien justo antes de que se produjera la explosión.
El atentado se produce antes de que se celebren elecciones locales en todo el país, incluidas varias elecciones parciales para escaños parlamentarios vacantes, cuya votación está prevista para el 23 de abril.
En el asesinato de Abe, el ex primer ministro recibió un disparo con un arma de fabricación casera durante un discurso de campaña. El autor, Tetsuya Yamagami, está imputado de asesinato y varios delitos más, incluida la violación de la ley de control de armas. En Japón hay poquísimos homicidios anuales, y menos por armas de fuego, casi inhallables dada su estricta prohibición. Yamagami declaró que había matado a Abe, uno de los políticos más influyentes de Japón, por los presuntos vínculos del ex primer ministro con un grupo religioso. Yamagami dijo en redes sociales que le guardaba rencor porque su madre había hecho donaciones masivas a la Iglesia de la Unificación que llevaron a su familia a la bancarrota y arruinaron su vida.
Japón, con 125 millones de habitantes, tuvo un solo muerto por arma de fuego en 2021 y apenas 10 casos penales relacionados con armas de fuego, con un saldo de un muerto y cuatro heridos. Tokio, con 14 millones de habitantes, no registró ni un solo incidente armado, ni heridos ni muertos durante 2021, aunque se incautaron 61 pistolas. El asesinato de Abe provocó la dimisión de los principales jefes de la policía local y nacional y un endurecimiento de las directrices de seguridad para líderes políticos y otras personalidades. El gobierno de Kishida esperaba centrar la atención mundial este fin de semana en la ciudad balneario de Karuizawa, donde se reunirán hoy los ministros de Exteriores del Grupo de los Siete. Se espera que los cancilleres de Japón, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá, Italia y la Unión Europea se centren en la preocupación por la guerra de Rusia en Ucrania, el aumento de la beligerancia de China y la provocadora serie de pruebas misilísticas de Corea del Norte.