La visita del Papa Francisco a Brasil dejó huellas imborrables. Después de algo más de un mes de aquel momento, una historia vuelve a estremecer. Un grupo de chicos rosarinos con Síndrome de Down fue recibido por el Sumo Pontífice cuando esperaba, entre la multitud, que pasara el automóvil que lo transportaba. Para sorpresa de la delegación de la escuela especial Santa María, que depende del Colegio Madre Cabrini, un gendarme del Vaticano se acercó a la delegación y le dijo que le daría un lugar especial. Así fue que el argentino Jorge Bergoglio saludó y besó a los tres adolescentes (Martina Maliandi, de 17 años; Camila Nérida, de 16; y Manuel Costello, 14 años) que se abrazaron y lloraron. Sus acompañantes recordaron el momento como "movilizador" más aún por el "efecto sorpresa" de algo que jamás pretendieron y, mucho menos, imaginaron.
El año pasado, a instancias de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (22 al 29 de julio de 2013), la representante legal del Madre Cabrini en la ciudad, la hermana Gabriela, pensó en concretar un viaje a Brasil. Si bien en principio se analizó que concurrirían sólo los estudiantes del secundario, una de las vicedirectoras del Santa María, Claudia Grappa, propuso incluir a los chicos con discapacidad.
"Hemos salido con ellos en otras oportunidades; fuimos a campamentos y algunos encuentros; pero nunca hicimos un viaje tan largo que separara a los chicos tantos días de sus familias", sostuvo el médico pediatra de la institutción, Guillermo Mengarelli.
De este modo, el periplo se concretó desde el sábado 20 de julio al miércoles 31 de ese mes. La premisa fue también fue que todo saliera bien, que nadie se enfermara, sufriera una crisis o extrañara. Y así ocurrió.
A raíz de las normas oficiales del Vaticano, cada adolescente debía estar acompañado por un adulto, por lo que seis personas emprendieron el viaje. Salieron en colectivo desde Rosario rumbo al aeropuerto internacional de Ezeiza y, de allí, en vuelo a San Pablo para luego conectar con Río de Janeiro. Una vez en la ciudad carioca, se hospedaron en el colegio Regina Coeli (Barra de Tijuca) perteneciente a la congregación cabriniana.
Mengarelli recordó con detalles el extenuante viaje de los rosarinos: "Desde la salida hasta el arribo final, tardamos 24 horas. Insólito". El día de la llegada era domingo por la noche.
Luego, tras jornadas de reflexión y preparativos, el martes siguiente ya estaban realizando las actividades de rigor. Los referentes de la escuela brasileña donde se alojaban les dijeron que el Papa pasaría el miércoles a seis cuadras del lugar para visitar el Hospital Franciscano y bendecir un pabellón. No lo dudaron y caminaron hacia la zona a lo largo de la calle Conde de Bomfin. Habían partido a las 11 para estar lo más cerca posible del trayecto del Pontífice y verlo cerca de las 15, como estaba previsto. Pero Francisco llegó recién a las 18. Llovía y el cansancio golpeaba; sin embargo los tres chicos rosarinos se hacían notar por su fervor y parecían tener más fuerza que nunca. De pronto, un genderme del Vaticano se les acercó y les dijo que quería que tuvieran un lugar privilegiado junto al Papa.
"Lo que pasó es difícil de explicar desde la lógica. Nuestra intención era sólo verlo pasar, ni siquiera teníamos un presente preparado, aunque improvisamos unos regalos", sostuvo Mengarelli.
El gendarme preguntó cuántas personas formaban parte del grupo de rosarinos. Había algunos chicos del colegio secundario, pero se optó por el ingreso de los representantes de la escuela especial.
Mengarelli todavía está sorprendido. "Estábamos en un lugar de privilegio sin darnos cuenta porque había tres ingresos posibles del Papa y justo nos pusimos por el que finalmente entró".
Fue así que los movieron del impresionante cordón humano y los hicieron colocar dentro del hospital. Cuando el Papa salió de la actividad que mantuvo allí, el grupo rosarino fue lo primero que encontró. Se detuvo, hubo abrazos y besos para los chicos e incluso algún intercambio de palabras. La otra vicedirectora, Mónica Cano, explicó que llegaron desde Rosario y entregó a Francisco prendedores de la escuela y una reliquia consistente en un pequeño trozo del hábito original de Madre Cabrini.
Grappa relató que para el Papa era innegable que se trataba de argentinos. Mojados y desalineados por la espera bajo la lluvia, además de la bandera que sostenían, llamaron sin dudas la atención. Entonces, Francisco miró a Manuel y le dijo: "Se ve que hace mucho que estás esperando".
Se llevaron todas las miradas
Según el relato de los miembros de la escuela Santa María que fueron a Brasil, no era moneda corriente ver chicos Down entre los participantes de la visita pastoral de Francisco. Por eso, los rosarinos se llevaron todas las miradas, los aplausos y los saludos. Los medios extranjeros hablaron con ellos, quienes, además, se hicieron notar todo el tiempo. Fue, por cierto, un grupo muy activo lleno de energía en un viaje, a todas luces, inolvidable.