Habrá once candidatos compitiendo por acceder al palacio de Planalto en Brasilia. Sin embargo, solo cuatro cuentan con apoyos electorales relevantes: Simone Tebet por el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), Ciro Gomes por el Partido Laborista Democrático (PLD), Jair Bolsonaro, presidente y jefe del Partido Liberal y Luiz Inácio 'Lula' da Silva conductor histórico del PT, el Partido de los Trabajadores, en alianza con Geraldo Alckmin, cofundador del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSB).
Dentro de estas cuatro opciones es evidente que los candidatos competitivos son dos. Por un lado, Jair Bolsonaro, actual presidente que aspira a revalidar su gestión, y aunque la mayoría de las encuestas lo relegan a un segundo lugar, el ultraderechista insiste en la irrealidad de los guarismos. Al otro lado del río bravo, el claro favorito, Lula Da Silva quien luego de transitar 580 días en la cárcel de Curitiba vuelve a la discusión política tras la anulación de su condena. El viejo dirigente sindical intenta hacerse con el ejecutivo por tercera vez apelando a la nostalgia de sus mandatos en los inicios de los 2000 que permitieron a una gran cantidad de brasileños salir de la pobreza.
Si ninguno supera el 50 por ciento de los votos válidos (descontados los sufragios emitidos en “blanco”), será una segunda vuelta el 30 de octubre. Lula aspira a la consagración en la primera vuelta, y es por ello que intenta convencer al electorado de Ciro Gomes y Simone Tebet, sobre todo, apunta su artillería discursiva a convencer a los votantes que piensan sufragar en blanco de que no lo hagan. Bolsonaro prepara el terreno para denunciar fraude, y además, corre el rumor que ante la derrota provoque un golpe con sectores militares aliados y que sus simpatizantes saldrán a las calles a impugnar tal situación, apuntalando así un escenario a la Donald Trump.
Ahora bien, los modelos en disputa, o al menos, la agenda que promueve uno y otro candidato no escapa del parteaguas ideológico que enfrenta no solo la política regional sino también la del resto del mundo occidental.
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Un artista que lleva una camiseta con la imagen del ex presidente de Brasil y ahora candidato presidencial Luiz Inacio "Lula" da Silva, baila durante una fiesta callejera en apoyo de "Lula".
Foto: Silvia Izquierdo / AP
El actual jefe del ejecutivo promete que de renovar sus funciones acelerará el proceso de privatizaciones de empresas públicas, que buscará obturar los reclamos del colectivo LGTBI+ para proteger, según su posición, a las familias y el derecho a la concepción de la vida. Para cerrar el combo derechista. En lo que respecta a la seguridad, pugnará por la libre portación de armas para asegurar la legítima defensa. En su plataforma económica garantiza, una mayor competitividad para el sector minero agrario mediante el desconocimiento de leyes ambientales y reclamos de pueblos originarios.
Bolsonaro ha cooptado la agenda de la derecha y la ultraderecha en su país, agita el fantasma del comunismo y del "combate entre el bien y el mal” para capturar al electorado conservador. Con el objetivo de capitalizar el para nada despreciable “voto evangélico”, que en Brasil representa ni más ni menos que al 31 por ciento de la población, combate el progresismo cultural y sexual. En sus actos públicos ha manifestado en repetidas ocasiones el mantra “Brasil por encima de todo y dios por encima de todos”.
Profundizar y acelerar el proceso de transformación parece ser la tarea de Bolsonaro, muchas de las propuestas mencionadas tienen referencia en los discursos de las derechas globales, tal es así que la jefa del ultraderechista mitin político “Fratelli d’Italia” conducido por la filofascista, Giorga Meloni, levanta exactamente las mismas banderas.
Por su lado el líder del PT despliega un programa que se encuentra en las antípodas del enarbolado por el mandatario brasileño. Sus principales estandartes son la lucha por la conservación de la amazonia, el respeto a las costumbres aborígenes, fortalecer la industrialización carioca para asegurar el empleo y el salario, respetar las elecciones sexuales y propugnar la libertad religiosa. Lula opina al respecto en uno de sus actos “El estado no debe tener religión , el estado no debe tener iglesia, el estado debe garantizar el funcionamiento y la libertad de cuantas iglesias de tantas iglesias como la gente quiera creer”
El Centro de Estudios Comparados (CEC), dependiente de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario publicó un tweet que sintetiza la dicotomía electoral que atraviesa Brasil. Bolsonaro busca concentrar a los votantes convencidos de la corrupción de los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff ataco al candidato del PT en pleno debate público. "Su gobierno estuvo marcado por la cleptocracia, un gobierno basado en el robo. Y ese robo fue para ganar apoyo dentro del parlamento". Da Silva posicionado en su revival asesta" Habría que informar al presidente que fue en nuestro gobierno en que Petrobras ganó el tamaño que ganó con la capitalización y R$ 70 mil millones para que Petrobras creciera".
https://twitter.com/CentroUnr/status/1574382933405638661
Los halcones salieron a jugar y no hay lugar para las palomas en el país vecino, es por ello que las opciones centristas quedaron obturadas por dos posiciones contrapuestas, y al parecer irreconciliables.
La violencia política infunde el miedo en aquellos que quieren demostrar sus adhesiones partidarias, la espiral de violencia ya se cobró tres vidas durante la campaña electoral. El último asesinato pre proselitista se dio en el estado de Paraná y llama la atención por su brutalidad: un hombre, de 59 años, quien está identificado, pero con paradero desconocido, entró a un bar el pasado sábado preguntando “¿Quién es votante de Lula aquí?”, otro hombre respondió “yo” y el agresor apuñaló al hombre.
Los discursos de odio y la construcción de un enemigo en el supuesto “comunismo” del PT se cuelan en el país. El domingo se verá en qué punto incide en la decisión de los más de 150 millones de votantes habilitados para sufragar. Entre tanto, el Senado de los Estados Unidos aprobó por unanimidad la resolución en "defensa de la democracia" que apunta contra el actual mandatario brasileño y advierte que de no reconocer este los resultados, el gigante del norte romperá relaciones con Brasil. Con los jugadores sobre el campo una queda claro que suceda lo que suceda el gigante latinoamericano marcará la agenda política , social y económica en el resto del continente.