Reunir a setenta niños y niñas de 3, 4 y 5 años en un mismo espacio y que cada uno pueda elegir en armonía a qué jugar y aprender de propuestas didácticas, parece un desafío inalcanzable. Sin embargo, ambientes amplios conectados entre sí y espacios diseñados para el aprendizaje de ciencias, comunicación y construcción, logran que un chico de tres años se siente a armar un rompecabezas con otro de cinco o que juntos amasen el pan para la merienda. Una modalidad de enseñanza diferente que incorporó este año el nivel inicial del Complejo Educativo Cristiano de la Iglesia Evangélica Misionera Argentina (Iema). Sin división por sala, mayor autonomía e integración, se parece muy poco al jardín tradicional.
En un ambiente distendido y con música funcional, cada niño y niña elige libremente su espacio de juego. Cada mañana cuando llegan al jardín reemplazan sus zapatillas por un calzado más cómodo, y se preparan así para comenzar la jornada: la incursión por los diferentes rincones lúdicos, y su participación en los talleres, sin importar la edad. Además de la interacción con sus compañeros, las propuestas lúdicas y didácticas despiertan curiosidad e interés y favorecen la progresión en los aprendizajes. Aunque difiera en algunos aspectos, afirman que parte de este proyecto educativo está inspirado en la pedagogía Montessori, el método educativo ideado por la educadora y médica italiana María Montessori a finales del siglo XIX. "En el caso del jardín la cantidad de alumnos es mayor, se trabaja en equipo y con el aporte de la tecnología", remarca la diferencia la profesora Daniela Suárez, docente de lengua de primaria y profesora en ciencias de la educación.
"Los chicos son protagonistas y el docente se ocupa de guiar y facilitar su aprendizaje", señala. Para desarrollar este sistema, y en el marco del 25º aniversario, el Complejo Educativo Iema inauguró este año un edificio para el nivel inicial de la Escuela de Enseñanza Privada Nº 1.406, con mobiliario y nuevos materiales didácticos. La institución cuenta también con secundario y terciario. Asisten alrededor de mil alumnos provenientes de diferentes barrios de la ciudad y localidades cercanas.
Desde la institución, docentes y directivos reunidos con LaCapital fundamentan los lineamientos del proyecto que desafía la tarea del maestro respecto al modo de dar la clase, la práctica e incorporación de los conocimientos por parte de los alumnos y la aceptación de las familias de un modelo que difiere del tradicional. "No podíamos continuar con la misma modalidad de enseñanza, notábamos que los chicos se distraían mucho, y simplemente permanecían sentados frente al docente o profesor. Por eso iniciamos este cambio educativo que comienza en el jardín y que se extiende a todos los niveles educativos de la institución", señalan los educadores.
En esta propuesta, los docentes actúan como guías y facilitadores, observan e intervienen para promover una mejor convivencia. "En el jardín se prepara a los niños para enfrentar los desafíos cotidianos como cambiarse el calzado, preparar el desayuno o la merienda que casi siempre incluye el amasado y horneado del pan, y lavar los utensilios. Es por eso que los mobiliarios de cocina y mesadas fueron adaptados a la altura de los chicos", detallan.
El nivel inicial de la Escuela Nº 1.406 también propuso a partir de este año la enseñanza de robótica, para estimular el pensamiento lógico, la resolución de problemas y la creatividad. "La escuela siempre estuvo vinculada con la tecnología en todos sus niveles. En la secundaria a través de la orientación en informática y en el terciario con la especialidad en multimedia. Encontramos en la robótica un motor para desarrollar las demás disciplinas. Por el lado de la construcción a través del diseño, el arte, y por el lado de las ciencias exactas con las matemática", especifica Pablo Dalmagro, director general del complejo educativo.
Modelo de cambio
En los últimos años, se inició en el Complejo Iema, de Balcarce 2640 y fundado por los pastores José María y Mabel Silvestri, una experiencia que definen de cambio profundo: se implementó un modelo que responde a los requerimientos de la vida actual, el desarrollo tecnológico, los desafíos del mundo laboral y sobre todo, las características singulares del niño y adolescente de hoy. Para eso iniciaron la remodelación de las aulas, el rediseño de los espacios con mobiliario adecuado para el trabajo en equipo, y la flexibilización de los tiempos para estimular el desarrollo de los diferentes tipos de aprendizajes. En el nivel primario, por ejemplo, se pusieron en marcha las aulas temáticas, de lengua, matemática, ciencias sociales, naturales y laboratorio. "Los chicos trabajan en equipo y rotan por los distintos salones", sintetizan desde la institución. También destacan la ayuda que recibieron por parte de padres y madres que se comprometieron con este proyecto, y ayudaron a pintar y reacondicionar las aulas.
A clases sin mochila
"Buscamos que los chicos se interesen por el conocimiento, la autogestión, el trabajo en equipo y por proyectos. Antes nos parecía posible reunir a chicos de distintos grados en un mismo salón, hoy notamos que esta práctica es favorable, y sucede todo lo contrario de lo que uno podía pensar por tener mayor libertad: quieren hacer más", admite Suárez.
Las familias también debieron modificar su forma más común de pensar la escuela. "Tanto en el jardín como en primer grado les costó entender que no debían preparar la mochila como todos los años al comenzar las clases, y que con un cuaderno y un lápiz sería suficiente porque lo demás lo encontrarían en la escuela", remarca la vicedirectora Gabriela Scott.
Este proyecto del Complejo Iema titulado "La escuela del futuro ya está en marcha" se presentó el año pasado en el concurso "Maestros Argentinos", organizado por el Ministerio de Educación y Deportes de la Nación, y fue preseleccionado entre los veinte más destacados del país.