En el transcurso de las últimas décadas, muchos científicos argentinos de las
más diversas ramas emigraron al exterior en busca de mejores oportunidades para desarrollarse.
Europa y Estados Unidos fueron los principales destinos que acogieron la fuga de cerebros que
sufrió el país. Una lenta sangría que comenzó en la Noche de los Bastones Largos de 1966, y que
continuó durante la última dictadura y en los años del neoliberalismo noventista. Pero una serie de
programas aplicados en los últimos años permitieron que más de 700 científicos pudieran retornar,
de los cuales una veintena radicaron sus investigaciones en la Universidad Nacional de Rosario
(UNR). En el marco del Día del Investigador Científico —celebrado cada 10 de abril—
La Capital consultó a dos de estos académicos repatriados, quienes si bien
marcan la brecha entre investigar en el país y en el exterior, destacan los avances logrados en
este área durante la década pasada.
En 2003 la entonces Secretaría de Ciencia —hoy convertida en ministerio— lanzó el
programa Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior), que promueve el
retorno de investigadores argentinos, a los que se les paga el pasaje, gastos de mudanza o subsidio
de retorno; reforzando también el vínculo entre científicos locales y los que viven en el exterior.
A fines de 2008 la iniciativa se transformó en ley, convirtiendo a esta propuesta en una política
de Estado de mediano y largo plazo.
Repatriar a "El Eternauta"
Desde Raíces señalan que en total son 714 los licenciados, doctores e ingenieros repatriados.
Entre ellos se encuentra Lucas Borras, docente e investigador de la Facultad de Agrarias de la UNR.
Borras egresó con el título de ingeniero agrónomo de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en donde
también obtuvo un doctorado en fisiología del cultivo. Pero en 2003 decidió emigrar a los Estados
Unidos, donde se desempeñó en una empresa de California y en la Universidad Iowa. A mediados del
2008 decidió retornar a la Argentina, gracias a la ayuda de Raíces, del Conicet —en
donde es investigador adjunto— y de un programa de la Agencia Nacional de Promoción
Científica y Tecnológica.
"Me decidí por la UNR por mi trabajo en cultivos extensivos, ya que el campus de la Facultad de
Agrarias tiene 600 hectáreas en donde tengo los espacios de calidad para los experimentos a
disposición", señala. El joven investigador cuenta que si bien las oportunidades laborales en el
país del norte eran buenas, la propuesta de desempeñarse en la facultad de Zavalla fue uno de los
motivos que lo convenció para regresar, no sin antes traerse también consigo el póster de El
Eternauta que decoraba una de las paredes de su oficina en Iowa. "También a él lo repatriamos",
comenta entre risas.
Un millonario en Francia
Lautaro Diacovich, confeso hincha millonario y graduado en biotecnología de la UNR, asistió en
2006 como espectador al mundial de rugby jugado en Francia. Ver a los Pumas en el césped del país
galo logró calmar en parte su extrañamiento de la Argentina, de donde partió ese mismo año para
realizar estudios posdoctorales en Marsella.
"Si uno decide quedarse en el exterior puede tener más opciones de trabajo y recursos, pero está
también la parte afectiva que en mi caso y en el de mucho otros es muy importante", argumenta
Diacovich, quien actualmente se desempeña en el Instituto de Biología Molecular y Celular de
Rosario (IBR), como investigador asistente del Conicet.
Avances y deudas
Tanto Lucas como Lautaro —ambos de 35 años— destacan las ventajas y comodidades de
desarrollar actividades científicas en los centros e institutos del exterior, aunque también
reconocen las mejoras hacia la ciencia alcanzadas en los últimos años.
"El nivel académico argentino es muy alto, y a pesar de todos los inconvenientes que se van
superando, como la falta de dinero y de recursos, la calidad de las publicaciones es muy
importante, de nivel internacional", sostiene Diacovich. A la hora de trazar un paralelo entre sus
investigaciones en Francia y en la Argentina, sobre todo remarca el tiempo: "En Francia uno
solicita un reactivo y como las fábricas están allí te llega en dos o tres días, mientras que acá a
veces tenés que esperar semanas o meses, a lo que se le suma que los precios están en euros o en
dólares", ejemplifica el especialista del IBR.
Rescata además que la actual gestión nacional "se ha preocupado bastante sobre los sueldos de
los becarios y en ampliar la entrada de jóvenes a la carrera de investigador del Conicet", aunque
apunta que este crecimiento no fue acompañado de los recursos suficientes para sostener ese
crecimiento. Lucas Borras, por su parte, afirma que en materia científica "al país lo veo mucho
mejor que cuando me fui en 2003, cuando cobraba 600 pesos como becario". A la hora de establecer
diferencias, reconoce indudablemente las ventajas de las universidades norteamericanas en cuanto a
insumos y recursos, pero aclara que "en la Argentina hay mayor independencia científica y libertad
para trabajar".