En la reciente marcha por el Día de la Memoria un pequeño grupo de personas se sumó a para gritar Nunca Más y exigir cárcel común para quienes cometieron crímenes de lesa humanidad. Llevaban una pancarta que decía "Historias desobedientes. Hijas, hijos y familiares de genocidas". Primero provocaron sorpresa, luego marcharon entre aplausos.
Uno de los integrantes de ese grupo es Erika Lederer, de 41 años. Es hija de Ricardo Lederer, el obstetra con grado de capitán del Ejército que fue el segundo jefe de la maternidad clandestina montada durante la dictadura en Campo de Mayo. Por las manos de este médico ("no le digo papá", aclara) pasaron decenas de niñas y niños recién nacidos, arrancados a sus madres secuestradas y entregados con documentación falsa a apropiadores militares, policiales y civiles.
"Mi viejo quería ser milico, pero como no veía bien estudió medicina. Se bancó toda la carrera para, de esa forma, entrar al Ejército. Fue amigo de Camps, de Rico y de Seineldín. Participó de los alzamientos carapintadas de los 80", cuenta Erika.
Muchos años antes de que decidiera hacer pública su historia y se pusiera a disposición de sobrevivientes y familiares de víctimas "para aportar lo que sirva para llegar a la verdad", Erika leyó en el "Nunca Más" que a su viejo lo apodaban El Loco debido a sus pretensiones nazis de "depurar la raza".
"Para mí siempre fue muy fuerte que sea obstetra, porque dar vida no tiene nada que ver con todo lo que pasaba ahí. Eso es algo que me acompañó muchos años", dice, luego agrega: "Era el que daba a luz a muchos de los bebés que todavía no conocen su identidad y que los hermanos y las abuelas esperan".
"Ya siendo madre -memora- al tiempo que leía el Nunca Más abrazaba a mis hijos por miedo a que me los saquen. El era el horror mismo", dice de su padre.
Erika decidió hacer pública su visión de las cosas y convocó a que otras hijas e hijos de genocidas hicieran lo mismo. Su primera convocatoria pública la hizo el año pasado por Facebook, poco después de que Mariana Dopazo, la ex hija de Miguel Etchecolatz, también se diera a conocer públicamente.
Erika se hizo la prueba de ADN para saber si realmente era de hija de un represor. "Recuerdo que volvía del trabajo y me llamaron del Banco Nacional de Datos Genéticos para decirme que no era compatible con los perfiles que estaban allí. Y dije: "Pagaré terapia por los siglos de los siglos pero tengo una certeza", que es algo fundamental para poder vivir como sujeto.
Todo comenzó cuando publicó su historia por Facebook. "Hoy somos un pequeño grupo entre las que estamos Mariana Dopazo, Rita Vagliati y Alejandra Eboli. Nos llevó tiempo darnos un nombre y ahora somos "ex hijxs", porque no les permitimos que sean nuestros padres y no hay posibilidad de perdón ni de reconciliación", sostiene.
Revela que decidió contar su historia cuando se discutía el 2x1 para los genocidas, los anuncios de prisiones domiciliarias en serie para que se vayan a sus casas y el freno intencional de algunos de los juicios por delitos de lesa humanidad: "Encendieron en mí una luz de alarma y me obligaron a tomar partido".
Erika cuenta que "a los 9 años, al tiempo que dejé de creer en Papá Noel también dejé de creer en el discurso hegemónico paterno. Fue cuando escracharon a mi viejo en Página 12 por ser amigo de Ramón Camps, con una foto y todo. No podía creer que mi apellido estuviera mencionado en el diario por eso. Empecé a dejar de creer en la eticidad del Padre y se produjo un quiebre que permitió que ingresen otras cosas en mi vida. Ya a los 10 u 11 años él se empezó a dar cuenta de cómo pensaba yo, era una «zurda» y mi discurso empezaba a tener el descrédito familiar, al punto de que no se me llevaba a reuniones sociales porque podía «haber lío».
Luego de enterarse de lo que hacía su padre, afirma que "le hice muchos planteos, pero la respuesta siempre era que conmigo no se hablaba porque era la zurda de la familia".
"Cuando entendí que si mi viejo me cagaba a palos de la manera que me cagaba a palos siendo su hija, lo que más quería en el mundo, no quería imaginarme lo que hacía con un tipo al que detestaba. Yo decía: Si yo no le doy asco y me quiere y me hace esto, no me quiero imaginar lo que hacía con alguien que le daba asco".
Dice que se fue de su casa cuando volvió de unas vacaciones y encontró su pieza requisada: "El había encontrado un periódico de izquierda que me lo había dado un novio de entonces. Me ligué una paliza tan feroz, por un periódico, que dije «me voy».
Ricardo Lederer se mató de un tiro en agosto de 2012 porque estaba por caer preso. "Todos ellos son cagones. Unas semanas antes de que eso pasara le dije «si tuvieras algo de dignidad y fueras tan gallardo por qué no vas y te quedás en (la cárcel de) Marcos Paz, bancátela y seguí diciendo que lo que hiciste estuvo bien». Pero no se la iba a bancar. Menos aún se iba a bancar estar en cana".
"La noche anterior a que se quitara la vida le vinieron a avisar que iba a caer en cana. Fueron a su casa en un auto negro, una cosa bien de mafia. Por eso queda claro que no hay que darles la prisión domiciliaria, porque existe un peligro real de fuga", sostiene.
En el tiempo que lleva como miembro de la agrupación Hijxs y Ex Hijxs de Genocidas Erika ya declaró como testigo en un juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo, uno de los centros clandestinos de detención más grandes montados por la dictadura y donde su padre "prestó servicios" regenteando parte de la tenebrosa empresa de apropiación de niñas y niños hijos de desaparecidos.
valentía. "Tenía que hacerme cargo de que era hija de esa mierda".
Recomposición de legajos
La Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) entregará mañana 67 legajos reparados de alumnos y graduados asesinados, torturados o desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. La intención es "dejar constancia en los legajos de los reales motivos que determinaron la interrupción del desempeño laboral o estudiantil de todos aquellos que fueron víctimas de la última dictadura", indicó la UNLP en un comunicado.