Pocas cosas en la vida son tan difíciles como abandonar aquello que tanto se desea. “Puchos, obra de teatro en tres sesiones” gira sobre esa problemática. Un adicto al cigarrillo busca en terapia los motivos para dejar de fumar. Batalla contra sí mismo, contra el cigarrillo y hasta contra el mundo para lograrlo. Para hablar de esta puesta, que se verá este viernes, a las 21, en el Teatro de La Manzana (San Juan 1950), La Capital dialogó con el actor protagonista de este unipersonal, Esteban Ameriso; y la directora y psicóloga, Sofía Dibidino: “Lo más interesante es todo el intento del personaje de renunciar a algo, que en realidad tapa otros malestares, y pensar los beneficios y perjuicios de ese deseo autodestructivo para que pueda preguntarse por otros” (Dibidino). “Mi personaje vive en una excusa constante” (Ameriso).
—¿Cómo hicieron para abordar una temática tan compleja como las adicciones y darle un costado de empatía sin caer en lo condenatorio o prejuicioso?
—Sofía Dibidino: “Puchos, obra de teatro en tres sesiones” nace del interés compartido con Esteban de llevar a escena la situación de un paciente en análisis. El tema de la adicción al cigarrillo como motivo por el cual el personaje llega a la sesión nos resultó atractivo porque es, dentro de las adicciones, una de las más masivas y, junto al alcohol, son las socialmente más aceptadas o naturalizadas en tanto drogas “legales”. Entonces, por un lado nos resulta interesante reflotar el tabaquismo como problemática y, por otro, lo que la propuesta viene a mostrar es un personaje que, como cualquier persona que aborda una terapia, va reconstruyendo su propia historia y desarrollando preguntas que son esas existenciales que nos atraviesan a todos: los recuerdos de la infancia, la relación con los padres, la búsqueda de la vocación, el peso de los mandatos sociales, lo fallido de los vínculos amorosos. En este sentido creo que la propuesta se aleja de lugares condenatorios -en los que, como decís, suelen estar las personas “adictas”- para mostrar a alguien que va logrando hablar sobre sí mismo, abriendo preguntas y es ahí donde los espectadores, analizantes o no, fumadores o no, en alguno de los lugares o interrogantes por los que transita el personaje pueden empatizar, identificarse.
—¿Hay algo personal ahí?¿Alguno de los dos es o fue fumador? ¿De no ser así, cómo llegaron a expresar la angustia de quien renuncia a algo que desea tanto?
—Esteban Ameriso: No soy fumador, probé a los 14 o 15 años como todo adolescente que está conociendo y desafiando límites, pero no me interesó. Para esta obra tuve que aprender a fumar e investigué mucho el universo de los fumadores, un gran desafío como actor. El personaje está intentando dejar de fumar y, como todos los que alguna vez hicimos análisis, se pregunta si realmente la renuncia (en este caso al pucho) le permitirá conseguir lo que quiere (que no sabe bien lo que es) o si no será que tiene al tabaquismo como excusa y eso le sirve, le da comodidad para estar en un lugar (que no sabe bien si es el que quiere). El personaje siempre está dejando de fumar, siempre está con un último pucho. Busca constantemente un motivo importante para no fumar más, pero como todos los motivos son importantes, no lo puede dejar. Vive en una excusa constante. No me referencié en un fumador o en alguien que conozca que tenga una adicción porque como dice el personaje en un momento: “¿Quién no depende de algo o de alguien hoy en día?”. Entonces busqué en mí, pensé en las cosas que no puedo dejar de hacer, y otra vez cito al personaje de la obra: “por más que me pase cualquier cosa”.
—Dibidino: A veces fumo pero no soy adicta al cigarrillo. Hago uso y no abuso, digamos. En la obra el tema de la adicción al cigarrillo también es una metáfora y de alguna forma una excusa para relatar esto sintomático que todos tenemos de relacionarnos con algo/alguien que puede “satisfacer” y al mismo tiempo oprimir/destruir. Tanto Esteban como yo, ambos hijos de psicoanalistas y asiduos analizantes, hemos experimentado eso en muchos momentos de la vida y nos interpela como característica humana. Lo más interesante de la propuesta es todo el intento del personaje de renunciar a algo (el pucho), que en realidad va descubriendo que tapa otros malestares, digamos que su proceso es “poner en palabras para poner en la balanza” y pensar los beneficios y perjuicios de ese deseo autodestructivo para que pueda preguntarse por otros.
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Dupla. La directora Sofía Dibidino y el protagonista Esteban Ameriso..
—En un unipersonal no queda otra que poner el cuerpo, con los riesgos que implica. ¿Cómo trabajaron con Sofía la cuestión de mantener la misma energía en escena para transmitir la problemática de la obra?
—Ameriso: La obra tiene más de un año y medio de ensayo. Durante todo ese tiempo, Sofía buscó que mi cuerpo, mi actuación, genere matices: momentos de exaltación, otros de introspección, otros más cómicos, otros más tiernos. Trabajamos mucho los quiebres, las rupturas, lo impredecible, lo ambiguo. Salir de la monotonía y las represiones cotidianas para generar una actuación que den ganas de ser vista y que a su vez sea orgánica. Pero hay algo que me pasa durante la función, que es lo que nos pasa a todos cuando hacemos algo que nos gusta mucho: te puede doler la cintura, podés estar triste porque discutiste con tu pareja, cansado porque tuviste una semana brava de trabajo, agobiado por la situación del país, lo que sea, pero una vez que me subo a escena (una vez que empezamos a hacer lo que nos gusta demasiado), por alguna cuestión mágica, el cuerpo se olvida de todo y durante la hora que dura la obra, entro en un estado en el que estoy muy energizado y todo funciona de una manera casi perfecta. Al otro día estoy roto, pero no importa.
—Dibidino: El uno a uno (una directora - un actor) permite un trabajo minucioso y profundo en el cual durante el proceso de construcción, abordaje y ensayos, el norte fue lograr una actuación que plantee matices, estados, rupturas. En este sentido es una fiesta para ambas partes, una situación ideal en la que, a mi modo de ver, se logra un resultado rico, pleno y lleno de detalles. Entonces, en el trabajo final de la obra completa, digamos que son justamente dichos cambios los que hacen posible que, tanto las escenas como la expectación, se sostengan durante la hora entera. Ese tránsito por diversos momentos, climas y quiebres- en la que la puesta en escena va intercalando elementos de humor y tragicomedia con momentos más dramáticos- alejan al material de la monotonía y lo acercan más a lo impredecible. Creo que dichas transformaciones y variaciones de intensidades que atraviesan el cuerpo y la voz de Esteban -quién tiene un enorme compromiso y deseo de actuación- sumados a esos lugares en los que el espectador se puede identificar, van alimentando permanentemente la expectación. Por supuesto que para el actor implica un gran trabajo, un esfuerzo físico- emocional- vocal, para el que se entrena especialmente con distintos recursos que le permitan administrar la energía en escena. De todos modos, un unipersonal no deja de ser siempre un desafío importante en cada función para cualquier actor/actriz.
—El teatro independiente siempre exige un esfuerzo más, peor en Rosario donde hay que competir con tantas obras y shows que llegan de Buenos Aires. ¿Qué hace falta para que el teatro local alcance mayores convocatorias y pueda saltar a las grandes salas de la ciudad?
—Ameriso: Como elenco que hace teatro independiente nos interesa que el público general se vuelque a las 19 salas de teatro independiente que tiene Rosario. No podemos competir con los shows que llegan de Buenos Aires, eso va a seguir estando, ya tienen su público y está bien. Saltar a una sala grande estaría buenísimo, pero lo que queremos es que el público general siga creciendo, nos venga a ver y consuma las producciones locales independientes, que son todas de calidad, te lo aseguro. Las y los artistas de la ciudad trabajan mucho para que así sea. Finalmente, el arte y la cultura deberían ser considerados un valor por el Estado, como lo son la salud y la educación. La Municipalidad y la Provincia nos apoyan, pero los necesitamos más presentes.