“Para mí es todo Atalaya, me dio todo en los peores momentos de mi vida. Tanto cuando era chico como después de más grande. Y siempre me refugié en el club, es mi familia y mi casa de verdad”. Quien lo dice es Facundo Maruelli, el héroe del que todo el básquet rosarino habla.
Su triple agónico le dio un campeonato a Atalaya, en la final de la Copa 99 Aniversario ante Temperley, que corona una vida ligada a su club de barrio.
Es que Atalaya estuvo en sus peores momentos. En la muerte de su mamá, lo contuvo a él y a su hermano. Ahí están sus amigos de toda la vida? Lo criaron y lo formaron, tanto en lo deportivo como en lo personal. Por eso, hay revanchas que da la vida. Y en esta oportunidad, el Kq tuvo la suya: pudo darle una copa más a su Azul querido.
Sin dudas, Facundo representa ese pibe en el que el rol social del club se cumplió con creces. Ese lugar que se transforma en hogar y te contiene. Te saca de la calle, de la esquina. Un escudo que malcría, colores que se aman y se defienden a muerte. Hay pibes en que el club es algo más, pero hay otros, como él, que literalmente les cambia la vida.
El ida y vuelta con Facundo Maurelli
—En estos días todos te tildan de héroe. ¿El miércoles con ese triple, te sentiste así?
—No, héroe no, pero sí es algo importante para el club, para mis compañeros. Si bien es un torneo de mitad de año se lo vivió como una final muy importante. Más que se trataba de los dos clubes del barrio, que si bien no es un clásico, se vive muy pasional. Así que no se si héroe pero sí fue algo clave.
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—¿Y cómo viviste el partido en sí, y la épica de terminar ganándolo con un triple agónico?
—Al principio no estuvimos bien. En el equipo arrancamos muy mal. Creo que 11 abajo. No jugué un gran partido, ni siquiera un buen partido. Pero siempre me mantuve en foco. Llegamos a estar 22 puntos abajo. Y eso es lo bueno del equipo, que hay veces aparece uno o otro. Yo tuve un pésimo partido y me tocó volver a entrar quedando un minuto y tiré el tiro que salió.
Un tiro inolvidable que no lo esperaba
—¿Te imaginaste el momento? ¿Ese tiro lo habías visualizado?
—Yo sabía que la pelota podía llegar a tocar, me imaginaba eso pero la jugada no era para mí, era para que Joaquín Baridón vaya para abajo. Nosotros fuimos a buscar un doble, y al cerrarse mi defensa, yo me tiré un poco más para atrás y me tocó.
—¿Fue el tiro más emblemático de tu carrera?
—No he tenido oportunidades así, como esta. Me ha tocado algún tiro, pero quedando 50 segundos. Y en otro tipo de partidos. Este tenía todos los condimentos. Estaban las dos hinchadas. bamos 22 puntos abajo, estuvimos solamente arriba en el marcador dos segundos. Por todo eso, creo que sí, fue el más importante.
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—Con Temperley pasa algo especial. Si bien no es el clásico, es un duelo súper picante.
—Es especial. Más que nada para ellos que para nosotros porque nuestro clásico es Sportmen. Pero también es un club muy pasional como el nuestro que vive mucho el básquet y lo viven de una manera muy especial como lo vivimos nosotros. Entonces eso hace que haya más rivalidad o pica que está bueno y le pone condimento, siempre y cuando no pasen cosas que no tienen que pasar.
—En esta final, se opacó un poco con los incidentes.
—La cancha estaba explotada. Y son dos clubes de la Sexta. Yo no trato de meterme en lo que pasa en la hinchada porque son cosas que te mueven del partido. Si bien están todos mis amigos, mi familia trato de aislarme un poco de todo eso que pasa para no perder el foco del partido.
Qué significa Atalaya en su vida
—Justamente lo mencionaste familia, amigos? ¿Para vos qué es Atalaya?
—Para mi es todo Atalaya, me dio todo en los peores momentos de mi vida. Tanto cuando era chico como después de más grande. Y siempre me refugié en el club, es mi familia y mi casa de verdad. Cuando a mi me tocó perder a mi mamá, el club a mí y a mi hermano nos becaron de por vida. Y eso me marcó para siempre. Por eso también la gente me aprecia y haberle dado esta alegría es algo único.
—¿Este broche es como devolverle al club esa contención?
—Me han dado todo. Nunca me faltó nada gracias al club. Y no sé cuánto más tengo de básquet pero es una manera de devolverle todo lo que me dieron estos años. Si bien me ha tocado ser campeón siempre tuve un rol secundario, y esta vez me tocó tener el tiro y ser yo el que la meta. Sólo queda disfrutarlo.
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—Volviendo a tu historia con Atalaya, ¿vas desde chico?
—Desde los siete años que estoy en el club. Empecé primero por la pileta, después hice dos meses de taekwondo y el abuelo de un amigo me empujó a la práctica de básquet y no paré. Mis amigos son de acá. Conseguí trabajo por gente del club, todo lo que hago en mi vida algo tiene que ver con Atalaya.
Los clubes, en un rol indispensable
—Y así como te pasó a vos que Atalaya te contuvo ¿Cómo pensás los clubes en su rol social?
—Esa es la función del club. Conmigo y con mi hermano funcionó a la perfección porque gracias a eso no estuvimos en la calle haciendo cosas que no teníamos que hacer. Y ahora desde mi lugar, muchas veces ayudó o si veo a alguien fuera de foco trato de decirle. Porque lo han hecho conmigo. Tanto el club como el básquet para mi fueron la contención. Por eso cuando metí el triple quise salir corriendo a abrazar a toda la tribuna de Atalaya. A toda la gente que le debo todo.
—Si pudieras decirle algo a Atalaya. ¿Qué le dirías?
—Totalmente agradecido de cómo me formaron como deportista y como persona. Soy un agradecido de todo lo que me dieron. Sólo gracias. Nada más que eso.
Facundo es más que un triple sobre la chicharra. Es el ejemplo vivo de lo que un club puede hacer por un pibe. De cómo la pasión puede ser casa, refugio y destino.