Matías Enz tenía diez años cuando el 30 de noviembre de 1983 fue succionado por un ducto en la pileta La Dulce del Jockey Club de Rosario. Estuvo seis minutos bajo el agua y se desvaneció. Por suerte, lograron sacarlo y vivió para contarlo. Cuarenta años después, 2 de enero de 2024, en ese mismo lugar y de la misma manera murió Facundo Gorga, también de 10 años. Matías quedó profundamente conmovido al enterarse lo de Facundo y las heridas de aquel hecho volvieron a abrirse. Hoy cuenta su historia ante La Capital.
"Yo me ahogué como se ahogó Facundo, me morí. Mi bañero, como yo lo llamo, me sacó y me trajo de la muerte. Estoy acá de milagro y me siento conectado con Facundo, con lo que le pasó. Pasé por todas las sensaciones de la muerte. Y fue en las mismas condiciones, en un ducto, a diez metros del suyo, que no tenía rejilla", comienza a relatar Matías, cuarenta años después de aquel episodio pero con una memoria repleta de detalles como si hubiera pasado ayer.
Matías tenía en ese momento casi diez años. El 30 de noviembre de 1983 se encontraba en la pileta La Dulce, en el country del Jockey Club, jugando con sus amigos. "Estaba jugando con dos amigos a lo que juegan los chicos. Tocar el fondo, nadar. Y uno de los tres descubre un agujero que chupaba y creaba una sensación de agua fluyendo que era agradable. Bajaba uno, bajaba el otro y bajé yo. Me acuerdo cuando metí la mano".
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Facundo Gorga murió en la pileta del Jockey Club de Rosario el 2 de enero de 2024
Los recuerdos de Matías son nítidos, evocan detalles, sensaciones. Metió la mano, pero la fuerza del ducto hizo que su brazo quedara atrapado por completo, sin poder salir. "Quedé totalmente pegado contra la pared. En mi caso fue el brazo, en el caso de Facundo fueron las piernas. En los primeros diez segundos dije «Qué bueno esto, ahora salgo». Empecé a hacer fuerza pero era imposible volver a la superficie. Hacía un efecto sopapa y no podías salir".
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"De a poquito, cuando se te empieza a ir el oxígeno, te das cuenta de que estás en problemas. Más o menos a los 10 ó 15 segundos empezás a preocuparte. Es una sensación de desconcierto. Yo estaba jugando, ¿qué hago con un brazo atrapado acá abajo?. No tocaba el fondo ni llegaba arriba. Veía los piecitos de mis amigos flotando, estaban colgados ahí arriba. Trataba de salir. Si llenás la bañadera, te metés y te tapas la nariz para aguantar lo máximo que puedas vas a experimentar lo que se siente: intentas tragar aire que no existe. Pero después quedate tres segundos más, y otros tres, y otros tres, y cuando no des más, pensá que eso sigue por un minuto y medio más cada vez más fuerte. Intentas que entre algo, lo que sea, pero no hay nada. Aire, aire, aire. No podés, y viene la desesperación y el desconcierto. Pero por otro lado, es silencioso abajo del agua, es extrañamente pacífico", recuerda Matías.
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La Dulce, una de las piletas del Jockey Club Rosario, donde se ahogó Facu en 2024 y Matías casi pierde la vida en 1983.
Imagen de archivo
Y describe la falta de oxígeno como insoportable: "Se va incrementando, el cuerpo cada vez te pide más aire. Debajo del agua grité el nombre de mi primo, a quien veía flotar arriba, para que me ayude. Vi las burbujas que subían y no salía ningún sonido. Recuerdo pensar que había perdido muchas burbujas en ese grito y que era un tonto por haberlo hecho". Y también se acuerda lo que pensó al ser un nene de diez años al borde de la muerte: "Tengo que salir de acá porque mi mamá se va a poner triste. No me puedo quedar dormido".
"Mis amigos pensaban: cuánto que está aguantando Matías, qué grande. No había nadie cerca, no vi nadie nadando. Sólo vi la vastitud de la pileta celeste y los rayos de sol que se colaban a través del agua. Habrán sido las tres, cuatro de la tarde. Y las patitas de mis amigos flotando arriba. Después de un minuto y medio, de a poco, te vas atontando. Ya no sentís mucho. Veía, pero no razonaba, y de a poco me iba yendo. No ves nada más allá de eso. Lo que sí es que, al dormirte, el cuerpo te da una última oportunidad. Me acuerdo de abrir los ojos, ver toda una imagen fuertísima de lo que estaba pasando y pensar: «No me puedo quedar dormido, tengo que seguir intentando salir». Habrán sido tres o cuatro segundos de una lucidez increíble. Y después me desvanecí".
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La pileta La Dulce, del Jockey Club, donde Facundo quedó atrapado. Ahí mismo se lo recordó tiempo después.
Sus amigos tardaron en darse cuenta de lo que pasaba. Los minutos seguían corriendo y Matías ya se encontraba inconsciente en el fondo de la pileta del Jockey succionado por el ducto. Finalmente, uno de sus compañeritos bajó y notó que tenía los ojos en blancos. Ahí fue cuando salió corriendo a dar aviso. El bañero, José Moscato, lo rescató.
"Se tiró y me trató de sacar, fue imposible. Subió los dos metros para arriba, tomó aire, instintivamente, bajó de nuevo, me insufló aire. Con lo que le quedaba para no volver a subir y pensó: «A este chico yo le arranco el brazo, pero lo saco de acá». Me agarró del brazo libre, puso los dos pies contra la pared y se estiró con todo el cuerpo. Sintió un ruido atroz y pensó que me había explotado el brazo, pero me sacó".
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Ya en el borde de la pileta, Matías no tenía pulso ni respiraba. Los pulmones se le habían llenado de agua. Sin embargo, las maniobras del bañero lograron salvarlo. Y volvió a la vida. Durante mucho tiempo, él y su familia celebraron el 30 de noviembre como un segundo cumpleaños, un recordatorio de su regreso al mundo.
"Yo me siento muy conectado a Facundo, a pesar de no haberlo conocido. Sé lo que le pasó, sé cómo se murió. Yo sufrí lo que él sufrió. Lo que pensó seguramente fue similar, lo que trató de hacer seguro fue casi igual. Recuerdo de chico, de lo mal que quedé, creer que me había muerto ahí en esa pileta. Pensaba que me había muerto y que había quedado un Matías muerto ahí con su familia llorando y que mi vida era un universo paralelo".
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María José Chena y Gabriel Gorga junto a su hijo Facundo
La negligencia a través de los años
El padre de Matías decidió, en aquel lejano 1983, no realizar ningún juicio contra el Jockey Club. Habló con la comisión directiva y les dijo que, si bien no presentaría ningún cargo, debían colocar una rejilla para que no volviera a suceder otro accidente en la pileta La Dulce. Pasó un mes de ese accidente y la rejilla no la habían puesto. "Yo casi me morí y el ducto seguía abierto. Tengo historias de gente que iba a explorar el agujero para ver cómo era. No cayó otro de casualidad. Al mes mi papá volvió indignado al club y les dijo que si no ponían la rejilla les iba a hacer un juicio", relató. Finalmente, pusieron "una reja inadecuada, enorme, que ese oxidó rápidamente y al año siguiente muchos chicos aparecían sangrando al lastimarse mientras jugaban".
"En el 2018 mi mejor amigo me llamó desesperado: «Matías pasó otra vez, no lo puedo creer. Casi te morís y pasó otra vez. A un señor de nuestra edad le pasó lo mismo, un caño lo chupó en la misma pileta, pero pudo salir. Voy a hablar con Charles Roberts (presidente del Jockey Club)». Estaba muy afectado. A los dos días me llamó de nuevo. «Fui. Estaba tomando un café. Le dije que no podía pasar de nuevo, que tenía que hacer algo»", dijo Matías. Si bien Roberts escuchó el reclamo, la rejilla no fue colocada.
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Reclamos en la sede céntrica del Jockey Club de Rosario por la muerte de Facundo.
"Y en 2024 mi amigo me llamó de nuevo, llorando desconsolado. Me contó lo de Facundo y me dijo: «Pasó otra vez, y yo podría haber hecho más para que esto no sucediera, podría haberle insistido aún más a Roberts». Es increíble que la persona que avisó, que no tiene ninguna responsabilidad, sufra y se sienta culpable. Y la persona a la que se le había avisado y tenía responsabilidad (en referencia a Roberts) no sufrió de esa manera o no se percató", reflexiona ahora Matías.
La muerte de Facundo movilizó profundamente a Matías. No sólo por la conexión que siente con el nene que murió en aquella pileta en 2024, sino porque nota que la soberbia y la impunidad atraviesan los años.
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"Veo paralelos en términos de ineptitud, soberbia, negligencia en los tres casos. Por ejemplo, desde la comisión directiva del club querían echar al guardavidas que me salvó porque, en medio de la desesperación por sacarme del agua, insultó a una persona que estaba inmóvil sin ayudar y que resultó ser uno de los miembros de la propia comisión, quien se sintió ofendido por haber sido tratado así frente a otros socios", recuerda Matías.
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Alejandro Fantino junto a los padres de Facu reclamando justicia en la sede céntrica del Jockey Club.
Foto: Héctor Rio / La Capital
"Yo con todo esto me interesé y estuve hablando con muchos empleados del club. Pregunté cómo es trabajar ahí y me dicen: «Tenemos todos miedo, si vemos un problema de seguridad y lo reportamos nos dicen que nos callemos o nos echan, que no vayamos con pavadas, que no sabemos nada». Los empleados tienen miedo y eso es terrible. La soberbia es peligrosa. Lo que le pasó a Facundo se va a repetir y me lo dice la gente que trabaja ahí. Ese club tiene suerte en materia de seguridad, podría haber pasado antes con otra cosas y lamentablemente se va a volver a repetir".