Ciudad de México. — Cuenta una anécdota que un presidente del régimen que gobernó México sin interrupción de 1929 a 2000 le preguntó a su asistente: "¿Qué hora es?" Y la respuesta fue: "La que usted diga, señor presidente". Quizás sea sólo una leyenda, pero se la usa como retrato de lo que el historiador Enrique Krauze llamó la "presidencia imperial" del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido que hoy volverá al poder en México, después de una ausencia de 12 años, con el rostro joven de Enrique Peña Nieto.
Peña Nieto, de 46 años, afirma que el PRI, que dejó una huella de autoritarismo y corrupción en la historia, ha cambiado. El sucesor del conservador Felipe Calderón prometió ejercer una presidencia "moderna, responsable y abierta a la crítica". "¡Soy el PRI que viene!" fue el grito con el que sus simpatizantes lo vitorearon la noche del 1º de julio, cuando ganó la presidencia con el 38,21 por ciento de los votos, dejando en tercer lugar —detrás de la izquierda— al oficialista Partido Acción Nacional (PAN), que en 2000 había conseguido ganar la presidencia e iniciar la alternancia.
Peña Nieto promete un programa a favor de la libre empresa, la eficiencia y con rendición de cuentas. Está promoviendo reformas que podrían aportar nuevas e importantes inversiones privadas en la crucial pero quebrantada industria petrolera de México, monopolizada por la estatal Pemex. Un monopolio basado en el tabú nacionalista de la intromisión extranjera en el negocio petrolero, que hoy ya resulta insostenible.
Otro país. Los dirigentes del PRI reconocen que vuelven al poder en un México radicalmente diferente al del apogeo del partido. La nación tiene una economía de mercado abierta, una prensa mucho más libre y más agresiva, una oposición que puede comunicar a la velocidad de Internet y una población que sabe que el PRI puede ser echado del gobierno.
Y además, el PRI de Peña Nieto ya no goza de mayoría absoluta en el Congreso. Sin embargo, sigue siendo el partido con más gobernaciones y ciudades en el país. Pero algunos críticos ya ven indicios de un anhelo de los días pasados de una "presidencia imperial". Una iniciativa de ley propuesta por Peña Nieto concentraría al aparato de la policía y la seguridad bajo el control de la Secretaría de Gobernación (ministerio del Interior), una institución que durante mucho tiempo fue utilizada por el PRI para coaccionar o presionar a los opositores, arreglar elecciones e intimidar a los medios de comunicación. Los dirigentes del PRI dicen que la medida unificaría a un fracturado aparato de seguridad y ofrecería una estrategia más coordinada en el combate a los cárteles de las drogas en México, que han asolado al país bajo la presidencia de Felipe Calderón (2006/2012).
La anécdota de "la hora que usted diga, señor presidente" es una analogía también de la ideología difusa del PRI, al servicio del presidente de turno. Hoy es una agrupación de centro. Antes fue de izquierda nacionalista y luego neoliberal. En 1938 el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera, hoy Peña Nieto impulsa terminar con el monopolio estatal de Pemex. Luis Echeverría fue en la década de los 70 un presidente populista que estableció relaciones diplomáticas con China comunista, y Carlos Salinas de Gortari fue en los 90 un mandatario neoliberal que firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
México entró a partir de 1929 en un sistema político que Mario Vargas Llosa denominó la "dictadura perfecta". Había elecciones cada seis años, siempre ganaba el mismo partido y, además, el candidato ganador era el favorito del presidente saliente. A esta designación del sucesor se la llamó "el Dedazo". Eso sí, el presidente que se iba tenía prohibido cualquier intento reeleccionista. El PRI estableció un sistema corporativo con sectores como el obrero y el campesino. Todavía hoy los sindicatos más poderosos, como el petrolero, con líderes casi vitalicios, están ligados al partido.
Un terremoto clave. La represión del movimiento estudiantil de 1968 en vísperas de los Juegos Olímpicos y el terremoto de 1985 fueron dos hitos en los afanes de democratización de México. El sismo dejó pasmado durante días al gobierno priísta de Miguel de la Madrid. La sociedad civil tomó en sus manos la remoción de escombros y la ayuda a damnificados. Y se dio cuenta de su poder. En 2000 ocurrió finalmente la alternancia, con la victoria del conservador Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN). El PRI tenía todo listo para el festejo y tuvo que desmantelar, desconsolado, los parlantes y el escenario preparados para la celebración. Entonces se vaticinó la muerte del antiguo dinosaurio. Pero ahora el PRI está de regreso. (DPA y AP)