Los velatorios no son largos, hay menos pompa fúnebre, los arreglos florales no son profusos, se acepta cada vez más la cremación como último destino y las viceoconferencias entre los deudos, así como videos homenaje son algunas de las tendencias que se afirman en la actualidad para los ritos mortuorios.
En una generación, la actitud dio un vuelco llamativo: lo que ordenaba la conciencia individual o colectiva es rechazado y un claro ejemplo de eso es el luto, que ya no se manifiesta exteriormente. Por otra parte, lo que era rechazado, ahora se recomienda, como la actitud de no realizar el velatorio o utilizar la cremación como opción.
Estas y otras conclusiones devienen de un estudio presentado en el Foro Nacional de Tanatología realizado en Rosario en junio pasado.
El trabajo sobre las tendencias actuales y la evolución de los rituales funerarios fue realizado por Mec Consultores Asociados se hizo a pedido de la empresa Servicios Caramuto de Rosario, y arrojó resultados que permiten detectar profundos cambios socio culturales sobre cómo se paran los argentinos ante la muerte.
"El siglo XXI trajo consigo una forma de vida «líquida», como la describe el sociólogo Zygmunt Bauman, marcada por la inestabilidad y las indefiniciones. El auge de la individualidad marcó el debilitamiento progresivo de la red de lazos sociales. La glorificación del cuerpo, de la salud y de los jóvenes constituyen el centro del sentido de la vida. El bienestar, el disfrutar la vida y el evitar el dolor son las metas de la subjetividad contemporánea. Existe la sensación de que todo puede ser construido y cambiado desde uno mismo, así es que se vive en una época que vira hacia el eclecticismo religioso. En ese contexto, el aumento de la esperanza de vida y los adelantos científicos intentan «resistir a la muerte», alimentando la íntima fantasía o coqueteo con la inmortalidad", describió Ariel Secondo, director de Mec, en base a las conclusiones que se desprendieron del estudio.
Asimismo, una de las características que se refleja en la actualidad es que la muerte ha dejado de ser una cuestión humana y religiosa para pasar a ser un problema de funcionamiento del cuerpo. Nace de esta forma una nueva dialéctica entre naturaleza y ciencia. "Es cuestión de no vivir la muerte como algo tan dramático y doloroso y empezar a convivir con la idea de que es otra instancia de la vida", coincidieron personas que integraban uno de los grupos expuestos al análisis.
Los especialistas sostienen que "en el pasado se pensaba: «Algo de mí se ha ido con el». Ahora, se ve una nueva tendencia: «Algo de él se ha ido con la muerte». Antes, con los rituales funerarios (velatorio y entierro) se iniciaba el trabajo del duelo y la presencia del cadáver ayudaba a la confirmación de que ese ser querido no existía más. En cambio ahora, a partir del momento de la muerte del otro, con baja esperanza de que haya algo después, en un mismo acto el sujeto contemporáneo separa la vida de la muerte, los vivos de los muertos, la persona que murió de su cuerpo". Sin embargo, hacen una salvedad: "Lo verdaderamente intolerable sería la muerte de un hijo, la fatalidad de un accidente, o el fallecimiento de las personas jóvenes. Ahí ocurre una invasión del dolor frente a algo que no encuentra sentido".
Cambios. La seguridad que brindaba el rito colectivo ha sido desplazada por la incertidumbre y la inquietud en el plano personal. Hoy, el velatorio y el entierro separa la muerte de la elaboración del duelo. En estos casos se produciría cierto rechazo a la simbología propia de la muerte, algo que se traduce también en un rechazo a quedarse con la imagen del cuerpo muerto como última imagen. Así, se afronta otra actitud ante la elaboración del duelo, caracterizada como personal, íntima, singular, que compromete una dimensión de tiempo subjetiva, un trabajo psicológico, separándolo de las costumbres que acompañan a la muerte como puede ser el hecho de llevar luto. Se pone en juego otro tipo de despedida y de homenaje.
El estudio realizado demostró que no se está en presencia de una muerte "sin rito", o camino a la desaparición de los rituales funerarios, sino que la tendencia varió, los rituales se modernizaron y adquieren así nuevas formas y nuevos significados.
Antes los velatorios eran prolongados, en sitios solemnes, con mármoles y bronces que daban un aspecto lúgubre al entorno. Los entierros tenían lugar en su mayoría en cementerios públicos, cargados de imágenes, placas y monumentos.
En cambio ahora, los velatorios tienden a ser más breves, cerrados por la noche o incluso se prescinde de él. Se hacen en lugares que se asemejan más al living de una casa, con comidas y desayunos, una menor cantidad de arreglos florales.
En ese marco aparecieron los cementerios privados que proponen un contacto con la naturaleza y se dio una creciente tendencia a la cremación junto con el rechazo a bóvedas y nichos.
"En lo que respecta a Rosario se está en un momento de transición. La sociedad local hoy recibe la influencia de las tendencias que se generan en los grandes centros urbanos como Buenos Aires, y reconoce una flexibilización de las normas que obligaban a extender el velatorio a 24 horas o las creencias que prohibían la cremación. Se aceptan las demandas de las nuevas generaciones, que atraviesan la despedida de un ser querido de un modo diferente a sus mayores", amplió Alejandra Poloni, directora de Mec.
En lo que respecta a los lugares donde la muerte tiene una presencia inevitable como los cementerios o las salas velatorias, se le da un privilegio a la claridad visual, a la armonía y la ligereza: utilización del color blanco, como símbolo del equilibrio.
La tendencia es la no exhibición del cuerpo (ataúd cerrado, sin uso de maquillaje y ropas que simulen estar vivo), junto con velatorios más cortos.
Según usos actuales, comienzan a tener cabida la música y servicio de comidas, y el uso de video conferencias con familiares que estén en el exterior, o el homenaje del ser querido desaparecido a través videos, o fotografías.
Entre esas nuevas tendencias se ve un mayor requerimiento de los servicios de cremación, cuestión que genera opiniones polarizadas ya que entran en juego al menos tres factores: el simbólico (representa la exteriorización de la última voluntad o deseo de un ser querido), el racional (menores gastos, desvincula a los deudos de la tareas que representa el cuidado de las tumbas), y el imaginario (no tomar contacto visual con el cuerpo muerto, ni con su tumba).
Ficha técnica
El estudio de usos y costumbres funerarias se concretó con personas que han perdido un ser querido en los últimos dos años, pero se excluyeron a quienes hayan pasado por esa situación en los últimos 6 meses. Se abordaron cuatro grupos cuya segmentación se correspondió a niveles socioeconómicos medio altos y medios, y a dos franjas etarias, de 25 a 40 años y de 45 a 60 años. Todos los grupos estuvieron integrados por hombres y mujeres.