Parece absurdo, pero es una realidad: Rosario, motor urbano de la provincia y el país, para podar o plantar árboles debe enviar planes anuales a la provincia y que ésta la autorice. Una ciudad con más de un millón de habitantes no puede decidir de forma autónoma y debe pedir permiso para intervenir su arbolado.
¿Se entiende de que hablamos cuando hablamos de autonomía? De que estos hechos que parecen absurdos están lejos de ser sólo anecdóticos. Son el reflejo de un sistema desactualizado, que obliga a una ciudad del siglo XXI a operar con reglas pensadas para una época que ya no existe.
Rapidez, abaratamiento, planificación, participación, sólo por citar algunas cosas, son las cosas que permiten la autonomía. Son cosas tangibles, concretas.
Rosario tiene historia, presente y un enorme potencial. Nació sin acta de fundación, pero con una decisión colectiva: ser una gran ciudad. Se desarrolló con esfuerzo, con producción y con el talento de su comunidad. Y hoy sigue siendo motor económico, cultural y científico del país, no sólo de una provincia. Pero hay algo que todavía nos falta, y es la posibilidad de decidir plenamente sobre nuestro destino.
La reforma constitucional de Santa Fe que impulsa el gobernador Maximiliano Pullaro representa una oportunidad histórica para toda Santa Fe, pero también para Rosario, que ve una oportunidad de saldar una deuda histórica para lograr la autonomía. Una deuda que no es con una gestión, ni es con la política. Es una deuda con la ciudad de Rosario y con su gente.
El federalismo argentino se construyó desde las ciudades. Y las más grandes del país fueron siempre punta de lanza en los procesos de modernización. Hoy, una vez más, sabemos que no hay transformación posible si los gobiernos locales no tienen las herramientas para planificar, decidir y ejecutar con autonomía. Es una condición básica para poder dar mejores respuestas a los problemas de la gente.
Rosario con autonomía: lo que ganamos todos
Pongamos ejemplos simples pero contundentes.
Hoy, para que el municipio pueda emitir bonos y financiar obras públicas, debe esperar autorizaciones de la Provincia y de la Nación. Solo en 2022-2023, esa espera le costó a Rosario más de 8.000 millones de pesos. Con autonomía, esas obras se podrían concretar más rápido, con menos costo y más impacto en los barrios.
La autonomía es una actualización necesaria para una ciudad como Rosario. Una actualización que nos permita funcionar con lógica propia, con capacidad real de decisión y con herramientas eficaces para atender lo urgente y lo importante.
La autonomía es una cuestión de eficiencia. Pero además, es una condición para tener una democracia moderna y cercana. Porque los problemas reales —los que afectan la vida cotidiana— se manifiestan en las ciudades. Y si los municipios no tienen poder para resolverlos, la gente empieza a descreer del sistema.
Rosario tiene espalda, tiene equipos, tiene una ciudadanía activa. Lo que no tiene todavía son las normas adecuadas. Es hora de alinear lo que la ciudad es con lo que puede ser.
Este no es un reclamo nuevo. No lo inventó esta gestión. Lleva décadas en la agenda pública. Rosario fue pionera en pelear por su lugar, por su voz, por su derecho al autogobierno. Y hoy, por fin, ese horizonte está cerca.
Pero quiero ser clara: la autonomía no es la solución mágica a todos los problemas. Es una herramienta. La diferencia la hace siempre la voluntad política, la gestión honesta y el compromiso con lo público. Y ahí, Rosario también está preparada. Y sin necesidad de pedir permiso.