Y señala que actualmente en el país hay más de 2,3 millones de jóvenes en esa situación, lo que indica la existencia de "una demanda de vivienda insatisfecha, un mercado de alquileres que no termina de absorber sus necesidades, y una economía que no les permite proyectar su independencia", sostiene y advierte que "si no se atiende, este fenómeno genera un efecto en cadena: limita la autonomía personal, afecta al mercado inmobiliario, dificulta la planificación urbana y debilita el desarrollo social en general".
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De acuerdo al informe, en los últimos nueve años, el porcentaje de personas de entre 25 y 35 años que sigue viviendo en el hogar familiar se mantiene entre el 40 y el 36 por ciento. En esta serie, el año 2021 presenta el índice más alto (40,9 %), mientras que el 2024 es el más bajo (36,7%).
El trabajo señala que "el registro del 36,7 % no solo es el más bajo desde 2016, pero sigue siendo una proporción elevada: aproximadamente cuatro de cada diez jóvenes siguen dentro del círculo familiar, lo cual contrasta con la expectativa cultural de formación de hogares independientes en esa etapa de la vida".
La baja del 2% respecto de 2023 es una señal de mejora, aunque el porcentaje sigue siendo 1,2 puntos superior al promedio del período 2016–2023. Esto indica que, si bien el fenómeno está disminuyendo, aún no ha vuelto a los niveles promedio de la última década, lo que mantiene cierta preocupación sobre la evolución del acceso a la vivienda.
Detrás de estas cifras están las historias de aquellos jóvenes que no acceden a ingresos suficientes para sostener una vivienda o no logran una estabilidad en el trabajo que permita ahorro o acceso al crédito para cubrir los gastos asociados con la independencia.
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Santa Fe, con más oportunidades
El acceso a la vivienda depende de múltiples factores económicos, territoriales y estructurales. "El más evidente es el ingreso: muchos jóvenes no cuentan con salarios suficientes ni estabilidad laboral como para afrontar un alquiler o iniciar un proceso de compra. Incluso quienes tienen empleo formal o formación universitaria enfrentan dificultades", señala Álvarez de Celis.
Aun así, no todo el territorio nacional presenta una realidad homogénea. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), los jóvenes que entre los 25 y los 35 aún conviven con sus padres son el 21 % de la población de esa edad. En la otra punta del ránking, en Salta el 55 % de la población de esa edad aún no pudo independizarse.
Santa Fe integra las cinco provincias del país donde los jóvenes encuentran más oportunidades de acceder a una vivienda, junto con Caba, Tierra del Fuego (22 %), La Pampa (24 %) y Río Negro (25 %). Son parte de los territorios donde, por diversas razones, como mercados laborales más dinámicos, mejores porcentajes de ingresos o presencia de importantes centros educativos, los porcentajes de jóvenes no emancipados son menores.
En Córdoba, el 31 % de quienes están entre 25 y 35 años sigue compartiendo el hogar familiar, en la provincia de Buenos Aires son el 37 %, en Mendoza el 40 % y en Entre Ríos el 42%.
Ingresos, trabajo y estudio
Estas asimetrías pueden explicarse en la estrecha relación entre los ingresos de los hogares y la capacidad de emanciparse. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, el porcentaje de jóvenes no emancipados es el más bajo del país, también se registran ingresos familiares más altos que el promedio nacional, lo que permitiría a los jóvenes enfrentar con mayor facilidad los gastos de alquilar o acceder a financiación para comprar una vivienda.
La presencia de instituciones de educación superior en las ciudades, también suele reducir el porcentaje de jóvenes no emancipados ya que fomentan la migración de jóvenes de localidades más pequeñas que se independizan para empezar a estudiar una carrera terciaria o universitaria.
La existencia de oportunidades laborales es otro de los factores que permiten explicar la existencia de un mayor porcentaje de jóvenes con acceso a una vivienda. En el sur de Argentina, las tasas de emancipación son más altas, probablemente debido a la migración laboral en lugares como Vaca Muerta, en Neuquén, o Tierra del Fuego, donde los ingresos promedio son significativamente altos.
"En el norte del país, donde los ingresos son más bajos y el acceso a vivienda es más precario, las tasas de no emancipación son más altas. En contraste, en ciudades como Buenos Aires, Córdoba o centros productivos del sur como Neuquén o Tierra del Fuego, los niveles de emancipación juvenil son mayores por las mejores oportunidades laborales y educativas", resume el director de Tejido Urbano.
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Un fenómeno global
La dificultad para emanciparse no es un fenómeno exclusivo de Argentina, "aunque aquí se presenta con más fuerza por condiciones estructurales", apunta Álvarez de Celis y señala que a nivel global, sobre todo tras la crisis de 2008 y la pandemia, el acceso a la vivienda se volvió más complejo para las nuevas generaciones.
En Estados Unidos, por ejemplo, el porcentaje de jóvenes que viven con sus padres pasó de menos del 20 % en 1999 a más del 30 % en 2014. En Europa, la situación varía: en países como Alemania o Países Bajos, los niveles de no emancipación juvenil son bajos, entre el 11 % y el 13 %. Pero en otros como Italia, superan el 50%, un nivel cercano al argentino.
"Lo que vemos es que se trata de una preocupación generacional en muchas partes del mundo. Sin embargo, en Argentina el fenómeno se agrava por salarios bajos, empleo precario, escaso acceso al crédito y un mercado de alquileres que no termina de estabilizarse", destaca y señala que se necesita de políticas públicas que permitan facilitar el acceso al alquiler, promover el crédito accesible y ampliar la oferta de vivienda adecuada.
En otros países hay políticas que pueden inspirar. "Algunos gobiernos ofrecen subsidios al alquiler para jóvenes, vivienda pública destinada a primeras emancipaciones, y sistemas de garantías estatales para facilitar créditos o contratos. En lugares como Alemania o Países Bajos, el mercado de alquileres funciona con reglas claras, previsibles y transparentes, lo que genera confianza para quienes buscan independizarse", destaca.
Para el director de Tejido Urbano es necesario pensar políticas habitacionales con enfoque generacional. Es decir, construir unidades accesibles y bien ubicadas (un desarrollo urbano inteligente), crear líneas de crédito específicas para primeras viviendas y fortalecer herramientas como las garantías, el asesoramiento legal o herramientas que mitiguen el riesgo.
Además, destaca, las políticas de empleo y educación también impactan: si los jóvenes acceden a mejores trabajos y estabilidad, sus posibilidades de sostener una vivienda aumentan. Por eso, "avanzar en una estrategia integral que articule vivienda, trabajo y territorio es clave para revertir este fenómeno de forma sostenible. A fin de cuentas, la posibilidad de formar un hogar también depende del modelo de desarrollo que como país decidamos construir", concluye.