Más de medio siglo de trayectoria musical, un centenar de discos publicados, cuna y escuela para grandes músicos, 22 premios Grammy; uno de los tipos que grabó el indispensable "Bitches Brew" de Miles Davis, además de fundar Return To Forever, uno de los tres grupos emblemáticos del jazz rock de los 70, en fin, una leyenda viva del jazz a sus 73 años. Chick Corea, de él se trata, actuó con toda esta historia y también su presente —The Vigil, un grupo de jóvenes y talentosos músicos— en un teatro El Círculo colmado de un público cuya edades oscilaron entre los 25 y los 60 años. Seguramente, todos estos Chick Corea, como una sucesión de fotos polaroid de la historia del jazz de los últimos 50 años, son los que provocan algo para nada habitual en nuestros escenarios: una tremenda reacción del público a partir de un grupo de música instrumental.
Los entramados y melodiosos preludios de Corea en piano acústico en cada uno de los siete temas (salvo en "Portals to Forever", al final, que arrancó con un largo solo de percusión) no sólo fueron una introducción al tema central de cada una de las largas composiciones, sino una confirmación de que el veterano músico norteamericano mantiene en forma su potente identidad, caracterizado por la melodía, la expresividad y el sonido.
Mal pronóstico de muchos de que Corea inundaría la sala de jazz rock, el músico prefirió el formato semi-acústico en la mayoría de los momentos, casi en la misma proporción del resultado de la vieja discusión sobre si lo que más perduró en el tiempo fueron los viejos discos del bebop —regrabados en su gran mayoría en los últimos años— o los LPs del jazz rock de los 70, ciertamente no muchos más de cinco los recordables y relanzados en la actualidad.
Quizá por esa levedad tan momentánea como desgastante que llevó en sus entrañas el jazz rock, en su historia posterior a los 70 el mismo Corea pareció entender las razones y volvió a tocar música acústica y así regresó al piano de cola, dejando el Rhodes y el minimoog para los instantes de pura nostalgia. Así, bajo este clima, fue su concierto en su regreso a Rosario después de aquel sólo piano de 1995. Esta vez, acompañado por su viejo camarada, Tim Garland, un saxofonista más exquisito que potente, y los jóvenes talentos el percusionista venezolano Luisito Quintero, el cubano Carlitos Del Puerto en el contrabajo, Charles Altura en guitarras y el baterista Marcus Gilmore.
Del 1 al 7. El show arrancó con un tema de 20 minutos, "Tempus Fugit", del pianista Bud Powell, figura fundamental del bebop. En la versión de Corea sobresalió, además de su preludio, las extensas improvisaciones individuales de cada instrumentista a modo de presentación, las breves improvisaciones a dúo con Corea marcando el camino, y las distintas disoluciones del sexteto, generalmente, en el trío clásico acústico de piano, contrabajo y batería.
Luego Corea presentó un tema del nuevo disco, "The Vigil", "Royalty", donde sobresalió un saxo tenor muy cool de Garland y el punteo desgranando melodías del contrabajo de Del Puerto, como tocando bajo el aura de Eddie Gomez. Un tema cadencioso y rememorativo del cool jazz que fue apagando su propio fuego lentamente.
Jobim y el tango. Siempre queriendo ser comunicativo con el público, a pesar de la barrera del idioma, Corea intentó explicar su relación con Jobim y cómo el nombre Antonio se repite en sus propios nombres (Antonio Carlos Jobim y Armando Antonio Corea). Del brasileño tocó "Desafinado", y lo hizo bajo un sello muy personal, en un tono más cerca del inclasificable Hermeto Pascoal que de Stan Getz, el saxofonista de la Costa Oeste que unió jazz y bossa en los años 60.
En este intermedio de fusiones con los ritmos sudamericanos no pudo faltar el tango. Corea recordó a Gardel y a Piazzolla y a su propia madre, y a ella la homenajeó con "Anna's Tango". En este tributo, el teclado de Corea soleaba más que milongueaba, como un tango aflamencado, y sólo el clarinete bajo de Garland sonaba aporteñado. Después dedicó "Ziriab" al recuerdo de Paco de Lucía, y el clima flamenco se acentuó. Una frenética versión con el saxo soprano de Garland simulando ser el cantaor y el piano-guitarra de Corea soleando bajo un teatro a media luz y acompañado por la guitarra española de Charles Altura.
El extensísimo "Portals to Forever" fue el sexto tema. Es también un track de "The Vigil". Un revoltijo difícil de explicar. Un largo arranque percusivo de Quintero; sonidos de la selva; un bajo eléctrico sumándose a veces, y luego el piano eléctrico de Chick Corea, por primera vez en la noche. En mitad del tema, un recalcitrante jazz rock; luego, gracias a la versatilidad de Corea y como si fuera un fugaz repaso por su historia musical, los músicos entran y salen de escena permitiendo diversas formaciones, Corea toma un palillo y toca percusión (en sus inicios tocaba la batería); el jazz rock, afortunadamente, pierde fuerza en la última parte de la composición, vira a un cierre de jazz tradicional, con piano y contrabajo, aunque la irrupción de una guitarra eléctrica, de sonido rockero, intenta... Un enredo a contrapelo del mismísimo concierto.
El cierre fue con "Spain", el tema que Corea incluyó en el álbum de Return to Forever "Light As A Feather" (1973), inspirado por la versión de Miles Davis "Concierto de Aranjuez". El pianista pidió que se encendieran todas las luces del teatro y así, el concierto de más de dos horas y cuarto de duración, tuvo un final interactivo, donde apareció el aspecto más juguetón y comunicativo del músico nacido en Massachusetts. Una vez más, Chick Corea y su tremenda historia —llena de virtuosismo pianístico y claroscuros estilísticos— pasaron por El Círculo. Su lado luminoso fue el que prevaleció.