El amor tiene razones que la razón no entiende. Hasta ahí nada nuevo y es que, pese a las tantas cosas que adelantan los relojes biológicos, la nanotecnología, el microscopio molecular y las neurociencias, la pichicata de feromonas, el abuso de endorfinas y la duración del músculo cardíaco, tan diferente del músculo liso que maneja los esfínteres, a su vez tan diferente del músculo músculo que es el único que, a veces, manejamos, lo cierto y lo riguroso es que el amor y su costado mas incendiario, la pasión, sigue siendo el costado que verdaderamente maneja buena parte de nosotros, con nosotros a la sociedad. Con la sociedad a quienes elegimos para que deliberen y gobiernen en nuestro nombre. Ellos también mas pasionales que cerebros. Mas músculo liso y fibra cardíaca que cerebro y neurona.
En un libro de poemas que ya quedó invalidado (Poemas para leer después de los 40) sostenía dos cuestiones casi, casi autoreferenciales (la poesía es pura referencia, no embromemos) Una: pasados los cuarenta se da por terminado el amor de los cuerpos esbeltos. Otra que es dura pero real: las fiestas son terribles para los amantes.
Se del caso de un amigo, al que llamaremos Juan (todos los amigos deberían llamarse Juan, de ése modo las anécdotas e historias vencerían un tiempo mas al compañero Alzheimer y la simple y sencilla senectud, que no es lo mismo) Juan, el pobre Juan al que un día, en el living de su Casa Uno, al abrir la puerta, se le apareció una escena. Frente a la mesa, en sendas sillas, la titular de esa vivienda junto a la titular de la Casa Dos. Hizo lo único posible: Se desmayó.
Otro Juan viajaba en tren a la casa de su "Matrimonio Uno" a un pueblo cercano, suburbano, cuando los trenes eran el mejor medio de transporte terrestre. Lunes, martes y sábado. Lo completaba con una partida de cartas en el club del pueblo hasta casi el amanecer. Volvía a esa casa, desayunaba con sus hijos y tomaba el tren hacia la ciudad. El resto de los días en la casa del "Matrimonio Dos". En la ciudad. Así por años. Un día enfermó y la cosa no tuvo arreglo.
En los dos casos mencionados no aplicaba el consejo de Roberto Fontanarrosa Laprouyán. "Negar todo".
El bolero, ese lamento que acerca el tango a los corridos mejicanos, a la triste canzoneta napolitana y algún cante jondo lloriqueador sostiene:" Te vas porque yo quiero que te vayas... a la hora que yo quiera te detengo..." Al lado Javier Solís insiste:"Perdoname mi vidaaa". Tambien una cueca confesional: "Dos puntas tiene el camino y en las dos alguien me aguarda..." y Chico Novarro que no duda:..." hace falta que te diga que me muero por estar siempre contigo..."
Un tango es una declaración jurada: " y todo a media luz, a media luz los dos..." Con la referencia al ambiente hasta en el mas mínimo detalle: " ... y un gato de porcelana para que no maulle el amor". Por razones de compases los cantantes pronuncian: " pa que no máaulle el amorrr". Pero eso es fonética.
Contra este panorama, de posicionamientos cercanos a las vicisitudes algo cierto: el mejor estado del hombre es "enamorado". Dicho como especie.La especie humana tiene sus puntos en alza cuando esta en la etapa del enamoramiento. Con la nenita / nenito de la escuela. Con el del conservatorio. Una canción yanqui dice que todos en algún momento amamos a alguien. Una obviedad, pero también una advertencia.
Con los amores del tipo que sea. Hasta el amor por el político a quien queremos, le creemos y aceptamos.
Algunas cuestiones se creen antiguas. Como esperar la carta los sábados. O emperifollarse porque mañana vendrá. No han cambiado tanto las cosas. Acaso Juan y Juan o María y María y / o varios Juanes y varias Marías que hacen al número y al modo, pero no a la esencia.
El sujeto que somos tiene un eje: el amor. Un solo sistema cerrado de te quiero y contigo pan y cebolla. Que acaso cambie recipientes y estadíos, pero no se rinde.
Enamorados hasta el punto de equivocarnos (pero eso lo sabemos después) y aceptar sacrificios (... "que llegué hasta la traición por su hermosura")
El amante, el verdadero amante sabe que tiene apenas un minuto y que ése minuto empata una vida y que el resto ( de su vida) estará dedicado a esperar ese minuto otra, otra vez. El mejor insulto que escuché en mi vida se atribuye a los gitanos. Un insultototal / total:...¡"ojalá te enamores!". Es real. Verificable. Sucedió. Sucede. Sucederá.