Yo estuve ahí. Apelo a lo autorreferencial pero es inevitable, porque cada persona que presenció esa noche de viernes 6 de marzo de 1981 el show de Queen en el estadio Rosario Central vivió un sentimiento tan íntimo como intransferible. Mañana se cumplen 40 años de ese concierto y, aunque hoy se vea como un acontecimiento del pasado, en aquel momento se vivió como un viaje al futuro. Porque era como viajar a la Luna que yo tomara la E en la esquina de mi casa, en Iriondo entre Cochabamba y Pasco, y en menos de media hora llegara al Gigante de Arroyito para ver en vivo a Queen. El mismo grupo que escuchaba en el altillo de mi casa y acompañaba palo y palo en la batería Dixie destartalada en la parte final de “Bohemian Rhapsody” iba a estar allí, adelante mío. Era de otro planeta. Y sucedió acá, a la vuelta de la esquina.
Es sumamente complejo reconstruir un hecho tan conmovedor, de tanto disfrute, a cuatro décadas y en una página de diario. Pero también es apasionante echar un vistazo por aquella piel de gallina que sentí en el momento en que el presentador dijo, a las 22.30: “Con puntualidad inglesa, ¡Queen!”.
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Brian May junto a su hijo Jimmy, en el momento en que entraba al estadio de Central en 1981.
Archivo Diario La Capital
Recuerdo que el estadio estalló en un griterío, claro, griterío no tan desaforado, era Queen pero también era 1981. La Dictadura había calado hondo hasta en nuestra forma de expresarnos y la mirada represiva omnipresente siempre se sentía cerca. Pero a la vez no puedo dejar de mirar con cierta ternura a la inocencia de aquellos 19 años, ese momento de la vida en que todo está por descubrirse.
Y el show de Queen era un descubrimiento. Porque nunca habíamos visto en vivo y encima en nuestra ciudad a una banda que estuviese en lo más alto a nivel mundial, que salía en la tapa de la revista Pelo y que también se escuchaba en todos los boliches cuando íbamos a Ponciano y Sambae. Incluso era la banda de sonido de nuestro viaje a Bariloche en el 78 con mis queridos compañeros de la Dante.
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Freddie Mercury entrando en el Gigante de Arroyito para el show de aquel 6 de marzo de 1981.
Archivo Diario La Capital
No tengo en la memoria la lista de temas completa pero sí me quedaron sensaciones de algunas canciones. Ver a Mercury en cueros, con pantalón de cuero rojo, moviéndose libre y desprejuiciado ante chicos y chicas con tan pocas libertades y tantos prejuicios era revelador, casi como una afrenta.
Con “Love Of My Life” no pude parar de llorar en todo el tema; en “Bohemian Rhapsody” esperaba el coro gospel que había visto en los videos y me sorprendió que pusieran una cinta grabada, pero era lógico ya que era imposible reproducir en vivo la multiplicidad de voces que habían hecho en estudios. Con “We Will Rock You” bailamos tímidamente en las plateas y con “We Are The Champions” volví a llorar porque ya sentía nostalgia del tema de cierre de Grisú en Bariloche tres años atrás.
Los rockeros de la primera hora, que nos copaba oír a Led Zeppelin, Deep Purple más todo Beatles y los primeros discos de Queen, estábamos algo disconformes con esta versión más popera de la banda inglesa en “The Game”, que era justo la gira con la que llegaban por primera vez a la Argentina. Por eso mirábamos de reojo cuando los chetos revoleaban el flequillo (recordemos que era la época de la grieta chetos versus pardos) con “Another One Bites The Dust” y “Crazy Little Thing Called Love”, y ni se movían cuando sonaba “Death On Two Legs”, con guitarras más heavy al frente.
Cuando sonó el último bis, no tengo el recuerdo de qué tema era pero sí la sensación de estar en el aire, como flotando sin saber si era cierto que todo aquello pasó delante de nuestras narices. El viaje al futuro había terminado. Era como bajarnos del cohete y volver de la Luna a la Tierra. Mercury te decía “Good Bye” y al rato estabas esperando la E para volver a casa. Tan raro y también tan mágico. Como si cada persona que estuvo ese viernes de marzo de 1981 fuésemos el personaje Marty McFly de “Volver al futuro”. Hoy me siento un pasajero de ese viaje en el tiempo. Y Queen sigue sonando más allá de este planeta.