Andrés Ciro Martínez es uno de los pocos frontman de la escena del rock argentino que piensa cada show como una puesta artística, en donde cada tema tiene un video en pantalla gigante y hay un concepto que oscila entre lo teatral y lo performático. Al frente de su grupo Ciro y los Persas, ofreció un show sin fisuras en la noche del martes y hoy, miércoles, cerrará la cuarta función en el Anfiteatro de Rosario con localidades agotadas (1.400 personas por show, como exige el protocolo).
A lo largo de dos horas y una veintena de canciones que recorrieron parte de su etapa solista y su obra con Los Piojos, Ciro volvió a ratificar su condición de artista distinto, mezcla de pibe de barrio y estrella de rock, de poeta del nuevo lunfardo y protagonista exclusivo de una película imaginaria que todavía se sigue filmando.
Y que tiene pasta de sobra para levantar a todos y todas de las sillas con un estribillo infinito: “¡Qué placer verte otra vez!”
No dio respiro el show de Ciro. En una noche en la que también se lució un set solista de su hija Manu Martínez, la idea era ir al hueso con hits de ahora, de antes y de mañana. Por eso impactó cuando en medio del show apareció montado sobre una bicicleta a la que identificó como “la misma Bianchi con la que toqué en Babilonia con Los Piojos en el 92. Era la misma bici y la misma galera”.
En ese viaje en el tiempo se permitió también convocar al querido bajista “piojoso” Micky Rodríguez para tocar quizá el único tema flojo de la noche: “Media caña”. Pero ese lapsus del show quedó borrado por tanta entrega y tanta energía desplegada en perlitas como “Taxi Boy” y esa armónica endemoniada; “Insisto”; “Tan solo”; y “Antes y después”, sí, la de “qué placer verte otra vez”, y la gente de pie revoleando remeras y esquivando la luz del láser que exigía respetar las normas en tiempos de pandemia.
Fue sorprendente y elogiable la actitud del público. Porque de la misma manera en que salían eyectados/as de las sillas cuando sonó “Como Alí” (¿cómo se hace para no saltar y cantar en el momento de “emborrachar mi corazón y rebotar quiero yo”?), volvían al toque a sus sillas después del estribillo.
Ciro advirtió en un momento que Rosario es uno de los pocos lugares del país que autorizan tanta cantidad de público (en referencia al Anfiteatro), y pidió que se cuiden los protocolos para que los shows continúen. Pero la gente cumplió con las normas mucho antes de sus palabras, y bien vale destacarlo.
En la parte final llegarían “Me gusta”, “Ciudad animal”, “Pacífico” y la eterna “Astros”, esa que reza “que un buen trago no viene mal cuando pega la vida con tanta sed”. Como siempre, el final fue el Himno Nacional Argentino, con su armónica. Ciro demostró que un traguito de su música aliviana las penas. Y si es en un ritual piojoso versión 2021, mucho mejor.