Tras la muerte de su padre, Maribel asume junto a su madre, la administración del negocio familiar de quiniela clandestina. Una noche descubre indicios de que su padre, una especie de Tony Soprano de Temperley, tenía una familia paralela y un hijo no reconocido llamado Facundo. Así que empieza a buscarlo por Facebook. Esta es, o parece ser, la historia que cuenta "Algo viejo, algo nuevo, algo prestado", tercer largometraje del cineasta argentino Hernán Roselli, que se estrenó en 2024 en Cannes y se coló en algunas listas de las mejores películas del año pasado. Este martes 20, a las 20, se podrá ver el Cine Club Rosario (Auditorio AMR, España 401), con presencia del director.
La historia de “Algo viejo…” trasciende cualquier posibilidad de sinopsis, porque no se puede hablar de lo que pasa en pantalla sin hablar de lo que pasó detrás. Hernán Roselli estaba terminando su segundo largo, “Casa del Teatro”, cuando a mediados de 2018 recibió un regalo inesperado: Maribel Felpeto, amiga del barrio y la adolescencia, le dio cajas con horas de material de archivo en VHS, filmado por su padre Hugo, cineasta amateur, entre 1986 y 2000.
A partir de ese registro particular de “la fundación de una familia” en el sur del conurbano bonaerense, el director construyó una narrativa híbrida, donde tensa los límites entre la ficción y lo documental para contar una historia que evoca en simultáneo una de gangsters de Scorsese, un melodrama familiar, y un thriller policial al estilo “The Wire”. Y hay un elemento clave: los miembros de la familia Felpeto interpretan a las versiones ficcionadas de sí mismos, construyendo un verosímil espectacular.
La fascinación del archivo
“Cuando vi el material que me acercó Maribel, me sorprendió mucho. Se trataba de un material que no eran simples videos familiares de archivo, sino el trabajo de un cineasta amaetur. Había una puesta en escena, un desglose de las situaciones en diferentes planos, y para mí que trabajo como editor era una especie de tesoro tener cientos de horas de material grabados de esa forma. La historia de la fundación de una familia a lo largo de diez años por lo menos”, contó Roselli en diálogo con La Capital.
Si bien en 2018 ya había “un montón de referencias de películas de archivo o que hacen invención sobre un material de archivo” como “La guerra de un solo hombre” de Edgardo Cozarinsky, todavía no se había estrenado el documental de Agustina Comedi, “El silencio es un cuerpo que cae”. Esa película, en la que la directora reconstruye la historia de su padre a través de cintas caseras grabadas por él mismo, inauguró una suerte de auge por el cine hecho en torno a material de archivo. Un auge que se profundizó con el devenir de ciertas condiciones materiales como “la pandemia” y “la falta de financiación”, según consideró el propio Hernán.
Embed - ALGO VIEJO, ALGO NUEVO, ALGO PRESTADO (Hernán Rosselli, 2024)
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Pero había algo en el material de los Felpeto que le impedía al realizador desarrollar un proyecto simplemente testimonial. “Venía con ganas de retomar el proceso de mi primera película ‘Mauro’, y de trabajar, a partir de cosas que yo conocía y me resultaban cercanas, con la libertad de la ficción. Que es lo que a mí me gusta del cine. Así fue que empieza a aparecer esta idea un poco ambiciosa de que el material de archivo dialogue con una ficción en tiempo presente, y cómo imbricar esos dos tiempos para construir un relato que se vaya retroalimentando”, apuntó el realizador.
“Cada vez que aparece una suerte de nuevo realismo, siento que se empujan un poco más allá los límites del lenguaje del cine. Tomando la realidad con la referencia, empujamos un poco más allá los límites de la ficción, del cine como artificio. Porque aunque no parezca el realismo es acaso el artificio más grande”, agregó.
Este registro original y potente llevó a que se estrene en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes en 2024, y tenga un intenso recorrido por festivales antes de convocar al público local. Desde diciembre del año pasado, se proyecta de forma continuada en el Malba y tuvo muy buena recepción también en el público argentino.
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“Lo que más me sorprendió del recorrido de la película fue acaso su punto de partida, que fue la Quincena de Realizadores en el festival de Cannes, una sección muy competitiva. Es un lugar en el que todos quieren estar y muchas veces van cambiando su línea editorial en relación al tipo de películas que programan. Esta era una película híbrida, que combinaba materiales documentales, y se me ocurría que era medio extraña para la Quincena. Y es una película bastante chica en escala. Si bien tuve libertad total y filmé a lo largo de muchos años, y eso de algún modo es un lujo, es una película que no hace despliegue de su valor de producción, que es algo que muchas veces tiene las películas que están en Cannes”,
Participar de Cannes no es sólo prestigio, sino la posibilidad concreta de exponer el material a posibles coproductores y vendedores internacionales. “Eso nos permitió en principio terminar la película, porque el Incaa ya estaba paralizado completamente. Fue uno de los momentos más felices de mi vida: poder viajar con parte del elenco, que aparte son amigos de muchos años, y parte del equipo”, compartió el realizador.
La respuesta del público festivalero fue un buen augurio para la llegada del filme a su tierra natal. “La recepción en Argentina también tuvo algo de sorprendente. Yo sabía que si le había ido bien en la recepción internacional, le iba a ir todavía mejor acá porque había algo del lenguaje y de la forma en que la película se plantea en un territorio concreto que sabía que iba a ser poderoso en el público argentino. Pero hace seis meses que está en el Malba, y eso es una alegría muy grande”, detalló Hernán.
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Cine situado
Una de las fortalezas de “Algo viejo”, que le da cierta potencia universal, es que cuenta con cercanía y sensibilidad genuina una historia profundamente situada en su territorio. “Es un poco la vieja frase de Tolstoi de ‘pinta tu aldea y pintarás el mundo’. Trato de partir de lo que conozco muy bien, que es un enclave de lo que se conoce como el conurbano sur de la ciudad de Buenos Aires, que tiene sus señas particulares y muy diferentes a la zona oeste o la zona norte. Es el lugar donde viví hasta los 27 años y donde tengo un montón de amigos y amigas. Creo que la clase media baja que se retrata en dos de mis películas es algo que conozco muy de cerca”, explicó el realizador.
“Mauro”, su ópera primera, podrá verse el miércoles 21, a las 21, en el Bar Bon Scott (Pichincha 131), en el marco del ciclo “Lisergia y gratuidad”, organizado por la cineasta rosarina Ornella Abadía. De esta manera, en jornadas consecutivas se podrá hacer un doble programa desagregado de la obra de Roselli.
“Para mí es una película escuela, es la película con la que aprendí a hacer cine. Fue un proceso muy largo, de varios años de rodaje, filmando con Mauro Martínez, que también es un amigo. Es una película que tiene varios puntos de relación con ‘Algo viejo, algo nuevo, algo prestado’ porque Mauro también es un amigo mío de muchos años, compañero de la secundaria, se ciñe un poco a la actividad en los límites de la legalidad, y se para en un lugar en los límites de la ficción y lo documental. Es una película que quiero mucho y que me ha dado muchas alegrías”, dijo Roselli.
A su vez, celebró la posibilidad de proyectar su más reciente filme en el Cine Club de Rosario, el más antiguo del país que continúa en actividad. “Estoy un poco formado por la cultura del cine club y me encanta, creo que es la forma de difundir el cine. Muchas se discute cómo hacer para difundir un cine más allá del mainstream, de los grandes tanques, y creo que el cine club es la forma de contagiar el amor y la curiosidad por la historia y el arte del cine, por las diferentes cinematografías. Porque es un grupo de amigos o de personas que por amor al cine pasan películas”, cerró.