Thiago González tenía 14 años cuando junto a su primo Brayton Villa, de la misma edad, participaron del intento de rescate de un preso en el hospital Provincial. Por dinero, y mandados por otro recluso, hicieron de campanas en esa emboscada fallida de noviembre de 2023 que terminó con el asesinato del policía Leoncio Bermúdez. A Brayton lo mataron en junio de 2024 y a Thiago el pasado 23 de mayo. "Se apartaron y querían hacer las cosas bien, pero no los dejaron", aseguró a La Capital la madre del último. En la causa por el crimen del policía consta que el chico sabía de un arreglo "con la yuta" por dos millones de pesos para liberar "al jefe".
El caso vuelve a exponer distintas aristas de la cara más visible y violenta de la criminalidad. Por un lado la utilización de menores que luego son descartados bajo la sentencia de muerte impuesta por esa suerte de ley paralela que rige en la marginalidad. Por otro, la incapacidad de las áreas del Estado designadas por leyes vigentes para el abordaje de menores no punibles, como era el caso de Thiago y Brayton cuando fueron identificados por su participación en aquel plan de rescate en el hospital Provincial.
Lo que queda es la reproducción de un drama social que no empezó ni terminó con la vida fugaz de estos dos adolescentes. Ambos formaban parte de un grupo que respondía a las órdenes de mayores y solían juntarse en un asentamiento de Ayacucho al 6700. Un sector que lleva varios asesinatos de menores y donde, según constató este diario en una recorrida, los vecinos viven entre el narcomenudeo y la pobreza extrema.
"Todo arreglado"
Según Fiscalía, a Thiago lo mató Benjamín "Tutu" G., de 18 años, un amigo que la madrugada del 23 de mayo lo convocó por Instagram a ese sector de Ayacucho al 6700. Lo detuvieron horas después y el fiscal Alejandro Ferlazzo le imputó homicidio agravado. Toma fuerza la hipótesis de un ataque a traición, un ajuste interno dentro del grupo que ambos habían integrado. Una trama que determina la complejidad del contexto en que estos jóvenes se involucraron en el delito.
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En la investigación por el asesinato del policía Leoncio Bermúdez hay conversaciones sobre aquella previa. "Hay que rescatar a uno de los jefes. Está en el hospital hay buena teka", le dijo Thiago a "Tutu", justamente el joven ahora acusado de matarlo. Después aseguró: "No hay que matar ni nada, está todo arreglado con la yuta, dos millones de pesos pagaron y el jefe sale solo". Ese mensaje consta en la causa y fue enviado el 14 de noviembre de 2023 tres horas antes del asesinato de Bermúdez.
Según la investigación, a Thiago lo contactó Gabriel Joel Ibarra, un recluso de Piñero y compañero de pabellón del preso Guillermo Lencina, al que iban a rescatar. Ibarra es uno de los cuatro imputados por el crimen del policía, resultado de aquel plan trunco. En la causa aparecen tres sospechosos más de los que no se conoció su identidad y se sabe que hubo dos agentes penitenciarios que custodiaban a Lencina. Los únicos que quedaron libres e identificados fueron Thiago y su primo Brayton, posteriormente asesinados.
El dolor de una madre
Mariela, la madre de Thiago, contó a La Capital que su hijo era muy amigo del chico que ahora está imputado como autor del crimen. "Por eso se fue a la madrugada confiado. Eran amigos desde hace años. Mi hijo le decía hermano, no le decía ni amigo ni cumpa, hermano le decía", contó.
La mujer dice que, por el solo hecho de ser la madre de Thiago, puede estar en riesgo. Aceptó hablar con La Capital porque los días posteriores al asesinato de su hijo se vio afectada, así como había pasado tras el crimen de su sobrino Brayton, por los comentarios que leyó en redes sociales y portales de noticias. "Se dijo que fue justicia divina, que estaba bien que los hayan matado. Pero eran chicos, se dejaron llevar por otra gente que les endulzó los oídos", indicó.
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Ella no niega las acusaciones que en los últimos años recayeron sobre su hijo y entiende que su explicación no lo justifica. Pero es su manera de plantear que el asunto es más complejo. Cuenta, por ejemplo, qué pasó con Thiago y Brayton una vez que fueron identificados en la causa por el crimen de Leoncio Bermúdez. Como no eran punibles, el juez de Menores dispuso la intervención de la Secretaría de Niñez. "Nos prometieron que nos iban a ayudar con esto o aquello pero nunca pasó. Le preguntaron a Thiago qué quería hacer para cambiar, él dijo un curso de barbería o jugar a la pelota. Algo que nunca se cumplió", contó Mariela.
Una vida que se escapa
Thiago terminó la primaria en la Escuela Nº 756 “José M. Serrano” y su madre lo anotó para cursar la secundaria en la E. E. T. Juramento a la Bandera, pero empezó primer año y después dejó. Jugaba al fútbol en el club Deportivo Amistad, pero también abandonó cuando empezó a frecuentar otros ambientes. Datos que parecen haber perdido sentido tras el desenlace de una vida marcada por la violencia en su último tramo.
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La mujer recuerda que hace unos tres años su hijo se acercó a aquel rincón de Ayacucho al 6700. "Siempre se escapaba. Varias veces lo fui a buscar a la madrugada. Empezó a juntarse con gente mayor que él. Le hablaba para que no lo hiciera, pero se me reveló. Yo hacía lo que podía y no podía darle todo lo que él empezó a pedir: zapatillas o ropa de marca, yo no tengo trabajo y tengo otros cuatro hijos chiquitos", contó Mariela.
"Quisimos ayudarlo y sacarlo de esa vida a la que no entiendo como fue que llegó así", se preguntó la mujer. "Cuando murió Brayton yo lo seguí llevando a Thiago a Niñez pero nunca nos dieron esa ayuda que prometieron. Después ya no quiso ir más y se tiró mucho a la droga", agregó. En los últimos meses lo había visto mejor, cambio que vinculó a la relación con su novia. "Después de lo que pasó con mi sobrino siempre sentí el miedo de perder a mi hijo, pero no me esperaba esto ahora", lamentó Mariela.
Ayacucho 6750
La dirección Ayacucho 6750 comprende a todas las viviendas del asentamiento precario que crece hacia el este de la avenida, sobre la barranca del Saladillo. Un domicilio que figura en varias investigaciones por homicidios y otros hechos violentos. A metros de allí fue asesinado Thiago y días después detenido el presunto autor del crimen, con domicilio en ese lugar.
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La lista de jóvenes asesinados allí se extiende en los últimos años. Uno de esos casos es el de Yair León, un chico de 15 años que en octubre de 2021 desapareció de su casa del barrio Molino Blanco. Según la Fiscalía, lo mataron en una casa de Ayacucho 6750 que era un punto de venta de drogas y varios chicos se habían juntado allí para cuidarla. Un joven de 23 años fue imputado pero el cuerpo nunca apareció.
También en una vivienda de ese asentamiento fue asesinado Adriano Palacios en agosto de 2022. Tenía 14 años y lo ubicaban como vendedor de drogas en la casa donde terminó asesinado de un disparo en la cabeza. Por último, en julio de 2024 fue asesinado en ese lugar Nehemías Aarón Traverso, de 16 años, quien tiempo atrás había sido demorado por portación de armas junto a Benjamín "Tutu" G., ahora preso por el crimen de Thiago.
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Pocos días después del asesinato de Thiago, en una recorrida por esas calles, vecinos muy escuetos dieron cuenta de cómo se vive en Ayacucho 6750. Un asentamiento que nace al costado de una de las principales arterias de ingreso a Rosario en el que parece regir una ley paralela. Algunos lo manifiestan con advertencias: "Tené cuidado a quién le hablás", "Ojo con lo que preguntás", "Me meto adentro porque están mirando, disculpame".