Al contrario de lo que muchos piensan, las bibliotecas populares no son instituciones públicas: las gestionan asociaciones civiles sin fines de lucro que reciben apoyo del Estado desde 1870, por iniciativa del mismísimo Domingo Faustino Sarmiento. En Rosario están diseminadas en el territorio, en especial fuera del macrocentro, con el objetivo de promover la lectura y prestar libros, aunque sobre todo funcionan como polos culturales en cuyo seno los vecinos estudian, se integran, socializan. La cuota mensual ronda los dos mil pesos por familia.
La presidenta de la asociación que las nuclea, María Luisa Carletti, cuenta que les preocupa la reciente transformación de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) en una dirección general, por la pérdida de la autarquía del organismo y por la disponibilidad del fondo especial que les corresponde por ley. Estos recursos son clave para el mantenimiento y la supervivencia de las entidades, que en cada barrio y desde hace décadas se sostienen “a pulmón”.
Carletti misma trabaja como voluntaria en la Biblioteca Popular La Florida, de la que además es tesorera. “En Rosario la mayoría no cuenta con bibliotecarios por no tener ingresos suficientes. Lo importante es abrir la puerta todos los días”, afirma con “la camiseta puesta” porque sabe que hay vecinos que de otro modo no acceden a los libros y que éstos “abren la cabeza”.
Sólo hay dos municipales
La importancia social de la red es innegable teniendo en cuenta que sólo existen dos bibliotecas municipales (la Argentina, frente a la plaza Pringles, y la Estrada, en Echesortu). De las 26 “populares”, como se denomina este modelo de gestión, seis carecen de local propio. La más antigua es la de la Asociación de Mujeres, creada en 1872 en 3 de Febrero al 700 y cuyo proyecto dio lugar a la fundación de una escuela, mientras que la más reciente espera reconocimiento oficial (empezó en el garage de una casa de Darragueira al 300, en zona norte, y se llama Crucero Ara General Belgrano). Para la presidenta de la asociación rosarina que aglutina a las bibliotecas populares existe entre todas un denominador común y es que los vecinos de los barrios difícilmente se trasladen a buscar libros al centro. ¿Por la distancia o porque cada sede estrecha lazos con su comunidad a través de talleres, espectáculos y presentaciones de libros, entre otras propuestas? A su vez, “la situación varía porque en las barriadas más humildes no son muchos los socios que pagan”, señala Carletti.
La Capital dialogó con representantes de dos de las bibliotecas populares más jóvenes, nacidas al calor de la crisis de 2001, y que en poco más de 20 años se transformaron en referentes en sus zonas de influencia. Están una en cada punta de la ciudad: la Gastón Gori al noroeste y la Pocho Lepratti en Tablada. Sus trajines y desafíos son caja de resonancia de la tarea de toda la red, con cientos de miles de libros en su acervo, miles de socios y talleres abiertos a la comunidad. “Cuando surgimos de la asamblea de vecinos que se hacía en la plaza Fausto Hernández (Chazarreta y Rodó), Fisherton cumplía 110 años y no tenía biblioteca. Un grupo de chicos de sexto grado pedía que hubiera una y empezamos a reunir libros y a buscar un lugar”, cuenta Mariela Aviani, presidenta de la institución que hoy alberga 36 mil volúmenes y está rodeada por nueve escuelas. “Pensamos que el nombre debía ser el de un santafesino o santafesina a quien homenajear en vida. Se lo propusimos a Gastón Gori y no sólo estuvo de acuerdo, vino a la inauguración con su familia”, recuerda del escritor, ya fallecido, que les decía: “Una biblioteca popular es un lazo que ahorca la ignorancia”.
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Desde el 30 de noviembre de 2002 la asociación civil ocupa en comodato un edificio de Vialidad provincial de Juan José Paso 7990. “Gracias a eso podemos existir porque los subsidios son muy específicos, para compra de libros, y no alcanzan para todos los gastos. Por ejemplo, nos robaron la bomba de agua y hubo que reponerla; hace dos años estamos sin gas y tenemos que comprar garrafas. Nos encantaría que hubiera una bibliotecaria. Somos 14 personas que nos hemos capacitado en catalogación y atendemos de lunes a sábado, excepto los jueves, brindando nuestro trabajo de forma voluntaria”, resume Aviani, sin atisbo de quejas. Sí lamenta que la Conabip pase de “ente autárquico a apéndice de una secretaría”, según establece el decreto N345/25.
Mientras explica que los talleres (de arte, incentivación a la lectura, escritura, teatro, tango, danza folclórica y ajedrez) funcionan por iniciativa de voluntarios o a la gorra, una nena le lee un cuento a otra, en voz alta. “A veces nos preguntan: ?¿Qué hacen ahora que la gente no lee??. Y la verdad es que acá hay mucho interés y participación de los vecinos, que incluso piden títulos. Ahora se inició un club de lectura de niños y adolescentes entre 11 y 17 años. Se juntan los lunes y sábados, están re entusiasmados y nosotros felices porque es autogestionado por ellos mismos”, sonríe la presidenta de la Gastón Gori. Mas tarde dirá que “la biblioteca popular es un refugio de cultura, un lugar de encuentro que tiene que ver con los lazos, con la pertenencia. Y es gratuita”. Los socios se llevan los libros a domicilio; consultarlos en la sala de lectura no tiene costo.
En el otro extremo, al sudeste, la actividad también es frenética de lunes a viernes y los sábados hasta el mediodía. En el corazón del barrio Tablada (Chacabuco 3085), funciona desde octubre de 2002 la Biblioteca Pocho Lepratti, con un acervo de 20 mil libros. Ofrece, entre otros, talleres para niños y niñas (de arte, apoyo escolar, música) y para adultos mayores de 60 años, algunos en el marco del programa provincial Nueva Oportunidad. Desde 2020 la institución entrega bolsones de mercadería para 50 familias de la zona, actualmente a través del Banco de Alimentos Rosario.
Pero hay más, cuenta su vicepresidente, Carlos Núñez. “En 2010 fundamos el Jardín de Infantes La Hormiguita, que lleva adelante una práctica de educación inicial para niños de dos a cuatro años. Y hace 14 años fundamos la radio comunitaria La Hormiga, en el 104.3 del dial”, agrega el dirigente sobre los distintos espacios que florecieron alrededor y al amparo de la biblioteca, donde además se presentan libros, recitales, números artísticos, y desde el año pasado solistas y bandas musicales pueden ir a grabar sus producciones.
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Bautizada con el nombre del militante asesinado por la policía en la represión de diciembre de 2001, la Pocho realiza de momento una campaña de suscripción. La cuota mensual es de 1.500 pesos y permite el retiro de libros para toda la familia. Núñez explica que se sostienen con el trabajo voluntario de los vecinos y el apoyo financiero, para materializar algunos talleres, de la Municipalidad, la provincia y la Conabip. Esta confluencia de esfuerzos entre la sociedad civil y el Estado es única en el mundo desde hace 155 años. ¿Qué pasará a partir de ahora? “En la medida que rebajen de categoría a las bibliotecas populares, se pierden muchas cosas valiosas”, afirma Núñez.
“Todas las actividades están atravesadas por la promoción de la lectura. También vamos por el lado de la comunicación, lo artístico, lo educativo, la cultura popular, es decir la orientada a la comunidad, no la cultura de elite. Buscamos que haya un mejoramiento en las condiciones de vida de las personas y las familias”, resume sobre el espíritu que anima la incansable labor de las bibliotecas.
Cambios por decreto para un organismo cultural con 155 años de historia
Las bibliotecas populares argentinas son en total 1.500, de las cuales unas 200 se encuentran en la provincia de Santa Fe. El sector está movilizado y en alerta frente al decreto N°345/25 del 22 de mayo, que modifica y fusiona organismos, instituciones y entes de cultura, entre ellos la Conabip (en el marco de la desregulación del Estado que impulsa el gobierno de Javier Milei).
Creada por el expresidente Sarmiento en 1870, ahora la Conabip será una “unidad organizativa” dentro de la Secretaría de Cultura de la Nación, en lugar de un ente autárquico. No administrará ni distribuirá los recursos asignados por el presupuesto general de gastos y el Fondo Especial. Por otra parte, la Junta Representativa que funcionaba como organismo técnico asesor y consultivo de requerimientos provinciales y locales pasa a ser no vinculante.
Circula un formulario digital de la Red Internacional por las Bibliotecas Populares para expresar apoyo (https://bit.ly/Redxbibliotecas), mientras que otros cifran sus esperanzas en que la Comisión Bicameral Permanente de Trámite Legislativo del Congreso argentino puede frenar antes del 4 de junio la reestructuración, también denominada “apagón cultural”.