Pasaron 14 años de la última vez que Juan se puso la camiseta de Duendes en un partido oficial pero ese es un dato estadístico, nada más. Lo concreto es que Juan se reincorpora a un equipo que hasta el momento mostró mucha irregularidad, lo que hace que el desafío sea mayor, ya que tendrá que adaptarse rápidamente al resto de sus compañeros y sacar su mejor versión.
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Los chicos de Duendes y la foto con el ídolo Juan Imhoff, que vuelve a casa.
Héctor Río
La decisión de volver a ponerse la camiseta de Duendes
—¿Cómo fue esa sensación de volver a pisar la cancha de Duendes en una práctica, sabiendo que el final está cerca?
—En el primer entrenamiento sentí como una electricidad que me recorría el cuerpo. La sensación fue única y, sinceramente, hacía mucho que no sentía eso y me di cuenta de que es algo que no es para un lapso corto de tiempo. Creo que el sentir que el final está cerca, hace más especial el momento y hace que uno dé más de sí mismo. Cuando pisé la cancha por primera vez muchas imágenes volvieron a mi mente, como flashes, pero yo estaba ahí para jugar y pensé que mi responsabilidad es dar más de lo que di cuando arranqué.
—¿Lo tomás como un partido despedida?
—Yo no creo en los partidos despedida. Lo importante era no jugar un partido que marque el retiro sino volver. Yo no vuelvo a retirarme. Vuelvo. Yo no vengo para decir “se terminó, no estoy para más, juego estos partidos y armamos una fiesta”. No. Yo vuelvo a jugar a Duendes, después veremos qué pasa. Cuando termine el último partido y me tenga que volver a Francia veré si sigo jugando o no juego más.
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—Muchos piensan que son dos partidos y se termina el amor.
—No, claramente. Juego estos partidos porque puedo hacerlo por una cuestión contractual. Yo pedí autorización en mi trabajo, dejé mi casa, todo, para venir a jugar. Se dio que justo en este mes, cuando yo podía, hubo una fecha libre y otra de receso. Al que piensa que vengo a retirarme, lo invito a que venga a ver un entrenamiento, porque cuando me vean entrenar se van a dar cuenta de que no es un retiro.
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Siempre presente en el ingoal. Juancito Imhoff, versión 2009.
—Vas a jugar contra Tala, por el torneo del Interior y ante GER por el Litoral, ¿Qué partidos esperás?
—Cuando vi los rivales que tocaron en estas fechas pensé en lo duro que van a ser esos partidos. Tala, un equipo súper aguerrido, con mucha historia y mucha intensidad y GER que todos sabemos lo que es. Pero después me dije, ¿Qué mejor que esos dos rivales que hoy por hoy son superiores a nosotros para enfrentarlos? Entonces tenemos que buscar la forma de ganar, no el sábado, sino el lunes, el martes, el jueves, el viernes y que el sábado no dependa del resultado de los puntos, sino que dependa de cómo ganamos, cómo jugamos y qué le dejamos a la gente.
—¿Cuándo tomaste la decisión de dejar la alta competencia? ¿Fue difícil tomarla?
—Cuando uno va creciendo, formás una familia y tenés mujer e hijos, empezás a pensarlo de otra manera, dejando el propio egoísmo de lado. Si bien me sentía bien como para seguir jugando y alguna que otra oferta hubo sobre la mesa, empecé a hacer un análisis de porqué había ido a jugar a Europa, porqué estaba en el lugar donde estaba y porqué habían sido tantos años en ese lugar, y eso me hizo pensar de que juego al rugby por algo más que el juego. Entonces me pregunté si yo podría recrear en otro lado lo que había hecho en Racing, sobre todo por la falta de tiempo, y me di cuenta de que no. Cuando me vi en esa situación y ví que mi mujer estaba establecida en París, trabajando bien, mis hijos bien, en una ciudad que conocemos y teniendo la posibilidad de trabajar en algo que yo quiero, que es la retransmisión de valores y la representación del club y formarme para el futuro, decidí quedarme.
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—Como jugador, ¿qué fue lo que te llevó a volver a poner el punto final en el punto de partida?
—Estaba claro que me estaba empezando a aburrir del juego. No sé si es por la evolución del propio deporte, por la diferencia de edad o por la forma en que yo mamé el rugby, pero empecé encontrarme con un mundo donde todo era una coreografía, donde jugás como te dicen. Para mí el rugby es un juego. Yo respeto las reglas del juego, pero no me van a decir cómo tengo que jugar el juego que yo juego. Parece un juego de palabras, pero así me encontré como que había dejado de ser yo mismo, el que me había llevado ahí. Quizás hay que entender que el deporte de equipo a uno lo elige y hay cosas que no dependen de uno. Empecé a dejar de disfrutar de eso y entendí que esta evolución del rugby no es lo que quiero para mí.
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La velocidad fue uno de los atributos del rosarino que llegó a París en 2011 y fue clave para la obtención del título de Racing en 2016.
La enorme estadía de Juan Imhoff en el Racing de París
Juan Imhoff llegó a Racing en 2011 y allí cumplió un ciclo que fue el más significativo de cualquier jugador que vistió la camiseta de Los Pumas con un club europeo. Es el argentino que en el primer nivel europeo jugó más temporadas (13), más partidos (259) y convirtió más tries (112) con un mismo equipo. En el medio fue uno de los hombres clave para la obteción del título en 2016. Su último partido con la camiseta parisina fue en el Stade Chaban Delmas, en la caída ante Bordeaux 31-17. Ese día no entró, sin embargo, al terminar el encuentro no pudo evitar romper en llanto en el banco de suplentes, lo que reafirmó sin dudas su sentido de pertenencia. En su estadía marco una era. Se convirtió en leyenda.
—¿Qué análisis hacés de tu paso por el Racing?
—Es muy banal: podría resumirlo diciendo que con muy poco pude hacer mucho. Yo me codeé con los mejores jugadores del mundo, soy conocido en París, en Francia y en el rugby internacional y todos me reconocen de la misma manera: No por ser el más rápido, ni el más fuerte, ni el que mejor juega, ni el que tiene mejor técnica, sino por mi capacidad de trabajar y el compromiso hacia el laburo y hacia el equipo. Por eso te digo que con poco hice mucho, mucho.
—Hay publicaciones francesas que remarcaban que muchos se sorprendían porque ibas a entrenar un día que el club estaba cerrado.
—Duendes es un club que se reserva el derecho de admisión, pero que tiene ciertos valores y cierta identidad. Cuando vos dejás a tu hijo en el club, sabés que él va a crecer y va a tener eso. No garantizamos buenos jugadores, garantizamos compromiso, respeto, solidaridad. Yo fui con esas bases a un lugar que no lo tenía, porque la identidad es otra, porque el profesionalismo existe, como también la importancia del dinero y de la victoria, hay otra exposición, pero todo eso para mí era secundario, lo importante era seguir por mi camino. Muchos pensaron “¿qué hace? ¿está loco? ¿Piensa que es su casa?”. A muchos les dolió, pero otros lo entendieron y me pidieron que ahora transmita eso a los más chicos.
—Hablamos del sentido de pertenencia, Saliste campeón con Racing y sin embargo te pusiste la camiseta de Duendes para los festejos. ¿Qué fue lo que te llevó a hacer eso?
—No sé, fue algo instintivo. Cuando Lorenzetti, el propietario del club, me hizo la misma pregunta le dije que tenía que verlo para entenderlo. A las dos semanas se sacó pasajes para él y todo su grupo de amigos, vino a Duendes y cuando volvió me dijo: “entendí todo”. En Duendes no hay nada, no hay estructura, había un gimnasio chiquito y poco más. Lo que había eran cosas intangibles pero que son mucho más necesarias que tener cosas que se gastan con el tiempo. Imaginate si lo entendió que ahora hay un banderín de Duendes colgado en Racing en el muro de los trofeos.
—¿Es verdad que te leíste la historia del club para conocer sus raíces?
—Sí, y no existía el Chat GPT. Mi viejo me insistió para que así pudiera entender su cultura, ya que el francés es muy especial, enseguida te hacen rancho aparte. Eso me dio la posibilidad de involucrarme con el idioma, con la cultura, con la comida, con la música, con la historia del club y del país, me dio la información necesaria para que mi adaptación sea más rápida.
—Cuando eras chico, tu papá y tus hermanos oficiaban de “críticos”? ¿Quién cumplía ese rol en París?
—Ellos mismos siguieron manteniendo ese rol. La familia siempre fue muy importante. Somos muy críticos puertas para adentro, a veces mucho más críticos que los de afuera. Es una línea muy delgada pero es la base de nuestra familia. Nuestros valores no permiten que divaguen, entonces seguimos involucrados en eso. Para nosotros el rugby no es el rugby, es la vida. Es lo que nos representa, es lo que somos y si hay alguno que se está equivocando, se hace tanto daño él como al resto de la familia y al club. Yo digo que, en ese sentido, nacimos en una cuna de oro, con valores muy firmes.
—Antes de jugar en el Paris Defense Arena donde se vio tu mejor versión, jugaste en el estadio Yves du Manoir, el mismo donde se jugaron los JJOO de 1924? ¿Qué característica tenía ese lugar que no llegaste a poder explotar ahí?
—El estadio de Colombres tiene mucha historia, mucha identidad y todo eso pesaba. Tenía un olor muy característico, la cancha era de barro, pesada. Ahí jugabas de local realmente. Cuando pasamos al Arena, era una sala de espectáculos y nosotros teníamos que brindar un espectáculo, pero ganando. Pero para ganar, gustar y golear necesitás otro nivel y yo creo que ahí estuvo en mí la capacidad que tenemos todos los argentinos, que es la capacidad de adaptación. Lo mío no fue ir a Colombres y jugar un buen partido sino entender qué era Colombres y jugar a lo que allí se tenía que jugar y lo mismo pasó con el Defense Arena. Cada lugar hay que entenderlo, asimilarlo, así vas cambiando y vas a tener esa versatilidad que va a ir cambiando tu juego, vas a ir evolucionando, jugando mejor de acuerdo a la superficie, al viento y a la gente, que juega un rol importante. El éxtasis de la gente en el Defense Arena, que es todo cerrado, gritando Imhoff, Imhoff, Imhoff era algo que buscaba y que se convertía en nafta.
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Una postal. Estadio Millenium de Cardiff, ante Irlanda, Juan José Imhoff culmina la jugada con una palomita que pasó a la eternidad.
Un jugador de clara estirpe Puma
Juan José Imhoff tiene estirpe Puma, un linaje que no muchos pueden llegan a ostentar. Es un top class que en el 2020 recibió el Diploma al Mérito de los Premios Konex como uno de los 5 mejores jugadores de rugby de la última década en Argentina. Con la camiseta con el Yaguareté en el pecho, con la que debutó en 2011 de la mano de Santiago Phelan, también hizo historia, de hecho es el tryman histórico del seleccionado argentino de rugby en mundiales, con 7 conquistas en 11 partidos disputados en tres Mundiales (Nueva Zelanda 2011, Inglaterra 2015 y Francia 2023).
Luego de estar ausente en Japón 2019, donde Argentina no pasó la fase de grupos, Imhoff volvió en 2020 al seleccionado en la histórica victoria ante los All Blacks en Sidney y fue parte del plantel que llegó a semifinales del Mundial de Francia 2023. Mientras que su último encuentro disputado fue en la victoria de Los Pumas ante Chile, en el Grupo D de esa cita mundialista.
—¿Qué me podés decir de tu relación con Los Pumas?
—Eso, que fue una verdadera relación en la que viví todo tipo de emociones. Hubo encuentros, enamoramiento, enojos, decepciones, hubo pérdidas, divorcios, hubo reencuentros. Los Pumas no solo me pusieron en el nivel internacional sino que me enseñaron que llegar no es estar, me enseñaron que todo pasa rápido, que podés tenerlo y de golpe no, que hay muchas cosas que dependen de uno y otras que no, y que por eso había que disfrutar cada momento. Yo a Los Pumas les voy a estar siempre agradecido. Porque lo soñé, lo logré y pude vivir todas las emociones que jamás pensé que las iba a vivir en el rugby internacional.
—“Puma no es el que llega sino el que se mantiene” es una máxima de José Luis y vos no solo que te mantuviste sino que llegaste a ser el tryman en los Mundiales. Uno de los más emblemáticos fue el try de palomita a Irlanda, por ejemplo, en el Millenium de Cardiff en el Mundial 2015.
—Esa conquista es una imagen muy clara de lo que fui jugando al rugby, la sonrisa dentro del juego. Por el contexto queda todo muy poético y no podemos decir que no es emblemático, sin embargo en ese mismo partido, si nos remitimos al primer try, me refleja mucho más de lo que fui como jugador que la palomita. El primer try arranca de la izquierda, sigo toda la jugada, patean la pelota y aparezco primero por adentro. La pelota se estaba por ir, pero me tiro de rodillas sabiendo que así no iba a tocar la línea y podía apoyar antes de que se vaya, ya que si me tiraba de frente no tenía control de la pelota. Eso pasó en milésimas de segundos y así fue mi carrera. A mí el rugby me ponía en estado de flow, de súper concentración. El partido podía durar cuatro horas o cinco y nunca tenía hambre, ni sed, nunca estaba cansado.
—Con Los Pumas hubo muchos partidos icónicos en los que tu nombre brilló, pero hubo uno que fue “el partido”: en el Rugby Championship 2015, apoyaste un hat-trick en la histórica primera victoria de Los Pumas sobre los Springboks en Durban, partido en el que se le hacía un homenaje a Los Pumas del 65 y tu padre era uno de ellos.
—Ese partido es el más especial en término de emociones. Es uno de los que elegiría porque representa a todos, pero cada partido tiene una historia diferente. Y los partidos que tuvieron historia previas y durante el partido, son los que más ruido y más emociones generan. En definitiva el deporte es eso, no es un juego, son emociones constantes. Como dice mi hermano Pedro, si mañana hacemos una serie, este partido se lleva un capítulo entero.
—¿Te quedó alguna cuenta pendiente con el rugby?
—Sí, pero en cosas que no controlo, como la Copa Europa, por ejemplo.... También me quedó pendiente una medalla en los Juegos Olímpicos. Pero haciendo una introspección, me doy cuenta de que entregué todo lo que tenía y lo sigo entregando. Si pienso en el proceso y no en los resultados no tengo ninguna deuda.
—José Luis te transmitió lo esencial del rugby, el amor por este juego. Hoy que estás parado en otro lugar, ¿cuál sería el mensaje que le darías a tu hijo o a cualquier chico que quiere jugar al rugby?
—Creo que al final entendí lo que José Luis me inculcó. Intentaría transmitir los mismos valores: cuidarse, cuidar a los demás, cuidar el medio ambiente, el respeto sobre todo, el compromiso y la intensidad. Es básico y no se aplica solo al rugby y eso hace la diferencia.
—En una entrevista para Midi Olympique “Hay historias que nunca terminan?” ¿Cómo sigue la historia de Juan Imhoff en el rugby?
—Es así, la historia no se termina. Cuando sos jugador uno recibe mucho, contrariamente a lo que uno cree, el jugador no da, recibe. Y digo que la historia con el rugby no se va a terminar nunca porque ahora me toca empezar a dar, que es el trabajo más difícil: la retransmisión. Para mí eso es lo más importante y me estoy convirtiendo en un fanático de transmitir los valores de este deporte que para mí es único en el mundo, como lo es Duendes y como lo es Rosario.
—¿Si tuvieras que elegir un momento de tu carrera para poner en un cuadro, cuál sería?
—Creo que en el cuadro pondría cuatro fotos. La del comienzo, una de Los Pumas, otra de Racing y la del sábado que viene.