Un clima de tensión y violencia contenida se vivió ayer en Villa Gobernador Gálvez. El brutal ataque a un remisero, a quien descerrajaron un balazo en la cabeza y dejaron tirado en un extremo de la ciudad, generó la reacción airada de los choferes, que durante la mañana cortaron todos los accesos desde Rosario y algunas zonas del casco urbano, levantaron piquetes e hicieron saber la inseguridad que se vive en el lugar. Reuniones, promesas de operativos de saturación y pedidos de más personal policial signaron una jornada cargada de bronca. Al cierre de esta edición, Horacio Colberg (de él se trata) permanecía internado en estado crítico en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez y Fiscalía trataba de esclarecer el hecho (ver notas complementarias).
Había pasado la medianoche de ayer cuando la remisería Rey, ubicada en San Martín 1334 de Villa Gobernador Gálvez, recibió un llamado de alguien que se identificó como Romina, pidiendo un viaje desde Ayacucho al 6738 de Rosario para trasladarse a Villa Gobernador Gálvez. Allí fue Horacio, de 52 años. No se sabe si el remís fue abordado por una o más personas, ni su sexo. A la 1.30, su cuerpo apareció tirado en San Luis y José Ingenieros, de esa ciudad, con un balazo en la cabeza. El auto había desaparecido, igual que dos celulares y una billetera.
"Lo dejaron tirado como a un perro". Sentado en el umbral contiguo a la remisería, Miguel Carmele, uno de los tantos hijos de crianza de Horacio, narró lo que sabía del hecho. Y contó que desde hacía una semana y media tenían abierta la remisería, un emprendimiento familiar. Su padre hacía 30 años que manejaba un remís; él, cinco. "Lo único que le funciona es el corazón, esperemos que con el tiempo le empiece a funcionar el cerebro", anheló, y dijo: "Es un hombre muy amado por sus nietos", dijo.
El caso corrió por toda la ciudad y, a primera hora de la mañana, todos los remiseros pararon de trabajar y cortaron los ingresos y otros puntos de la ciudad, como el acceso a la Plaza a la Madre y la zona de San Martín y las vías del ferrocarril, donde se juntó la cantidad más grandes de remiseros.
La Capital recorrió varios de esos piquetes. Desde la avenida de Circunvalación, los cortes podrían reconocerse por las columnas de humo que se levantaban por la quema de neumáticos en distintos puntos de la traza. Allí, en Circunvalación, antes de uno de los accesos a Juan Domingo Perón, un grupo de hombres impedía tomar el rulo de acceso a la ciudad. "Estamos mal, esto nos puede pasar a cualquiera de nosotros", dijo uno de ellos. "Vivimos inseguros, las calles están todas rotas y no hay policías a la noche", protestó un compañero.
Más allá, otro piquete impedía el paso al casco urbano. Los choferes reunidos exigían un corredor seguro y que se combata el narcotráfico, principal responsable, consideran, de la escalada del delito. A medida que uno empezaba a hablar, las voces se sumaban. "Tenemos más búnkers que quioscos familiares", se escuchó a uno. "Acá en la noche se salva el que puede", protestó otro.
Pablo G., uno de los que llevaba la voz cantante y se identificó, fue tajante: "No pedimos, exigimos más presencia policial en la calle, porque esto es tierra de nadie". Todos los testimonios recogidos eran del mismo tono, y todos recordaban los recientes hechos fatales ocurridos los últimos días: el de Vicente del Grecco, de 67 años, ultimado de un puntazo el sábado pasado, y el de Isidro Espíndola, muerto el de un tiro en su casa.
Tampoco quieren que se estigmatice a Villa Gobernador Gálvez. "¿Vos vivís de Rosario?", le preguntó Walter M. al cronista. "Bueno, Gálvez y la zona sur de Rosario ya son lo mismo. Los chorros, los narcos cruzan la frontera de un lado y del otro, no nos equivoquemos", espetó.
Reunión. Mientras los choferes cortaban las calles, la Casa de la Cultura era escenario de una reunión entre autoridades municipales, provinciales y de las fuerzas de seguridad, familiares de la víctima y representantes de las remiserías y de los choferes. "Esto empezó el sábado cuando asesinaron a un taxista, siguió el lunes con la muerte de un hombre que fue baleado en su casa, y ahora nos toca esto", recordó el intendente Alberto Ricci al término del encuentro.
"El miércoles nos reunimos con el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, para ver la forma de reforzar el control en las calles. Venimos trabajando con Gendarmería y la policía para patrullar las zonas más conflictivas, pero estos hechos nos complican a todos", afirmó, y dijo que se pedirán operativos de saturación en los puntos más complicados de la ciudad.
"Desde que asumimos, duplicamos los móviles policiales, pero los recursos humanos son insuficientes. Incluso hablamos con las empresas para que nos apunten los lugares conflictivos poder estar presentes allí", explicó, y lamentó que "veníamos sin hechos tan relevantes, y en pocos días se sucedieron tres".
En esa reunión, se determinó que en 15 días se realizará un nuevo encuentro para analizar las acciones que puedan desplegarse en la ciudad y evaluar resultados. "Esta fue una decisión de los choferes y nosotros acompañamos como empresas", manifestó Marcelo Kulszak, de la remisería Belgrano, al término de la reunión. A su lado, Javier Monchiero, de la empresa Centro, dijo que "en esta reunión se trató lo que se trata siempre: activar algunos sistemas de prevención. Tuvimos más de un encuentro como este, y las soluciones son provisorias, no se sustentan", afirmó.
Después, Ricci se dirigió a San Martín y la vía del ferrocarril, donde permanecía el grupo más nutrido de choferes, y buscó llevar tranquilidad. Pero los ánimos estaban caldeados. "Tenemos que salir a trabajar armados", gritó un remisero, y recibió del mandatario una respuesta que fue acompañada por los colegas del volante: "Esa no es la solución".
Angustia familiar. Pero las acciones oficiales tampoco dejaron conforme a la familia. "¿A vos te parece que como solución me manden a mi casa y me dejen esperando 15 días?...Ah, y me dijeron que no abra la remisería porque no está habilitada", dijo Miguel debajo del cartel de "Rey", cuando ya los piquetes empezaban a levantarse.
Mientras tanto, en el Heca, otra parte de la familia hacía una vigilia para ver cómo evolucionaba Horacio. Graciela Sánchez, de 28 años, otra hija de crianza del remisero herido, plasmó también su angustia. "Es horrible saber que tu papá está entre la vida y la muerte, sin saber si se va a despertar. Ahora sólo queda tener fe y esperanza en Dios. Es un desastre vivir sabiendo que la vida de uno está en manos de cualquier loco", atinó a decir la mujer.